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Pascua Hoyo de Manzanares 2018

Quizás el lema resultaba un poco enigmático. ¿Alguna vez había sido tan corto? Y sin embargo, es suficiente para evocar un montón de situaciones personales, familiares, relacionales… Un montón de afectos que bullen en el corazón de los jóvenes y, también, en el nuestro, hermanas y monitores que compartimos aquellos días y tratamos de presentarles, del mejor modo que supimos, el Amor que animaba a Jesús de Nazaret, Dios con nosotros, dispuesto a darse totalmente, por ti, por mí, por todos…

El Amor de Dios, crucificado y resucitado, del que seguimos viviendo, que nos sigue sosteniendo y acompañando. Agradecemos a todos los que hicieron posible esta experiencia. Agradecemos a todas las comunidades que sabemos que nos acompañaron con su oración y su cariño. Sigamos orando por los jóvenes, para que también en su vida cotidiana, en esa «Galilea» de sus lugares de origen (Jerez, Sanlúcar, Zaragoza, Zagra, Villanueva de la Serena, Pamplona, Petrer y Porriño) sigan experimentando el Amor que, «por cada uno» se sigue entregando y nos sigue salvando.
Fue un grupo bastante numeroso (casi 50) de edades diversas, desde 14 a 19 años. Por eso, para atender mejor esta diversidad, ofrecimos a los mayores espacios de reflexión y oración algo diferentes. Mejor que nada, demos la palabra a los jóvenes para que ellos, a su manera, relaten lo que han vivido.

Los cuatro días durante los que he vivido la Pascua, han sido muy intensos: el reencuentro, la cercanía, las charlas… Son muchas las cosas que nos unen a todos, pero la más importante es la fe. A todos nos une la fe, esas ganas de vivir la Pascua, como la vivió Jesús, y de aprender sobre su vida, sobre lo que hizo, sobre cómo vivió cada uno de esos momentos tan importantes en su vida. Han sido cuatro días que me han servido para acercarme a Jesús de una manera que es probable que en mi día a día no pueda, y también para reflexionar sobre asuntos sobre los que no siempre puedo detenerme. Han sido días para darme cuenta de cómo soy, de lo que hago por Jesús, de los que Él hace por mí, de lo que yo hago por los demás. Estos días me han ayudado a darme cuenta de cómo es de verdad mi vida y cómo la tengo que vivir de manera plena para poder disfrutarla. Ha sido una experiencia maravillosa, que simplemente no puedo describir con palabras porque no se puede explicar. He encontrado a Jesús y he vivido la fe en Él de la manera más plena de la que hoy soy capaz.

Andreea (Zaragoza)

Un año más llegó la Pascua. Las ansias por llegar a Hoyo y ver a mis amigos eran increíbles. Meses y meses esperando ese reencuentro, el poder revivir una experiencia única, llena de emociones, de nuevos sentimientos, nuevas experiencias y nuevas anécdotas. Cada día que pasaba era increíble, se vivía al máximo, aprovechando cada segundo que pasaba. Para mí fue muy especial, necesitaba muchísimo una Pascua tan intensa, rodeada de emociones, donde poder desahogarme y encontrarme conmigo misma. He vuelto con las pilas cargadas, llena de un pedacito de cada uno, enriquecida con cada una de las reflexiones de mis compañeros y amigos, porque no hay nada como compartir tus inquietudes, tus pensamientos… Doy gracias a cada una de las personas con las que viví esta Pascua. Gracias a los monitores porque sin ellos no hubiese sido esto posible, gracias al sacerdote por mostrarnos un poquito más de su interior, por hacer que nos diésemos cuenta de la cruda realidad de pobreza e injustia que sufren muchas personas. Sin duda es una experiencia inexplicable que nadie puede entender si nunca ha vivido algo así. Cualquier palabra se queda corta.

Silvia (Zaragoza)

Para mí esta última Pascua ha sido increíble, llena de emociones, sueños e ilusiones. Personalmente me ha parecido la mejor, ya que me la he tomado más en serio y he tenido un contacto más cercano con Dios. En esta Pascua no he dejado de aprender. Lo que más me ha llamado la atención ha sido la forma de vida de diferentes personas en otras partes del mundo más pobres.
Yo siempre he dicho que Hoyo de Manzanares es un lugar mágico, donde te encuentras con gente a quien no puedes ver todos los días, ya que viven en diferentes ciudades. Es un lugar que desconectas de la vida cotidiana y te centras en Dios. Conoces a gente nueva y esas personas acaban ocupando un hueco en tu corazón. Hoyo es «reencuentro».
Vivir la Pascua en Hoyo es vivir el sufrimiento de Jesús por nosotros de una manera diferente a la que puedes vivir en tu ciudad. Esta ha sido mi segunda Pascua y espero repetir muchas veces más.

Jaime (Villanueva de la Serena)

Las personas coexistimos con la doble moral de ser y espíritu. Dentro de ese espíritu se encuentra aquello que llamamos fe.
La Pascua nos hace replantearnos ese espíritu propio que consigue dejar una fe limpia y libre de impurezas, porque el peor enemigo del ser es el día a día, en el que nos vamos apagando poco a poco, como si de un incendio se tratase, acabamos dejando de lado a nuestros heman@s y a nuestro sentimientos, que son los que nos pueden aportar la luz. Por ello, se necesitan momentos de reflexión donde conseguir transformarnos, para renovar mente y espíritu, y conseguir avivar esa gran llama.
Para mí, lo importante es avanzar poco a poco en ese mar de pensamientos que es nuestra mente y transformarnos siempre desde la humildad. Para nacer de nuevo es necesaria la humanidad de los sencillos. Es necesario convertirse para amar por encima de todas las cosas, siempre con la idea de que no somos una sola persona sino que formamos parte de un todo que se llama Iglesia. Nacer de nuevo es cambiar el corazón y ningún corazón vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo.
No sabremos lo que encontraremos en el camino, lo que si quedarán son los recuerdos de lo vivido. Como dice Antonio Machado: «Caminante, no hay camino, sino estelas en el mar»

Javi (Sanlúcar)

Volver a Hoyo es como volver a casa, lugar sin prejuicios, lugar donde perderte para encontrarte… Un hogar. Viviendo esperados reencuentros, y rodeados de caras nuevas, nos envolvía ese aura característica nada más pisar la finca; ese «por fin» que te inunda por dentro. Conforme pasaba el día, cada vez más sorpresas llegaban a nosotros; solo quería seguir descubriendo que iba a venir después, con la distribución de grupos, y la primera reunión… Hasta la última noche, el festival aleluya, el no dormir… Todo familiarmente nuevo.
Cada momento vivido fue único y se ha quedado grabado en mi alma de forma muy especial. Solo queda agradecer todo lo que vivimos. Gracias a cada persona que estuvo presente, pasando por cada rostro nuevo, o no tan nuevo, que pude encontrar allí, porque todos, sin excepción, habéis logrado hacer una Pascua inolvidable para mí. Cada uno de vosotros formáis parte de mi crecimiento personal, de mi laberinto emocional, que mi realidad indefinida…
Poco más se puede decir, porque el «efecto Hoyo» causa una extraña sensación. Nadie ha inventado palabras suficientes para describirla. Porque yo puedo adornarlo todo con frases bonitas, pero tan solo el vivirlo logra poner en ti esas sensaciones, esas emociones y esos sentimientos, los cuales volverán muy pronto.

Patricia (Zaragoza)

Hoyo es un sitio al que te pasas el año deseando ir y al que nunca sabes si vas a volver. Quizá, eso lo hace tan especial. Y es que cada vez que llegas, que pisas la finca y vives la experiencia, te renuevas. Como nos dijo Shego, el sacerdote, Hoyo es una fuente eterna en la que recargar pilas, recargar amistades y sobre todo recargarse uno mismo con todo lo que se lleva dentro.
Esta Pascua ha sido muy especial para mí, dadas las circunstancias, y me ha demostrado una vez más que lo que construimos allᬠno es solo un grupo de gente unidas por el mismo hilo conductor, que también, sino que es una pequeña gran familia, en la que siempre te sientes acogido, en la que poder compartir tus inquietudes y también tus ideas, en la que empaparse de los demás, de uno mismo y de Dios. Porque, al fin y al cabo, unos nos reflejamos a otros y te identificas, te encuentras y te llevas para casa un cúmulo enorme de emociones y vivencias que esperas poner en práctica a partir de ese momento. Por eso, aunque no sabes si vas a poder volver una próxima vez, algo se te queda dentro, y ya es suficiente como para impulsarte a conseguir todo lo que te propones, a mantener el contacto y a seguir viviendo la fe de esta manera tan especial. ¡Gracias familia!

Marta (Porriño)

La Pascua en Hoyo no puede ser descrita a la ligera. Hoyo despierta en ti una llama q nunca se apagará. Una llama de fe, de amistad con Jesús y con todos esos chicos y chicas, hermanas, monitores y con el sacerdote que, voluntariamente, en vez de estar de fiesta o con su familia, vienen a pasar unos días de reflexión junto a más chavales. Hoyo te hará reír y ser el chic@ más feliz del mundo y llorarás de emoción o tristeza cuando lo tengas que abandonar. La Pascua en Hoyo está viva y todos los que la hemos vivido llevamos una pequeña parte en nuestro corazón.
Gracias por darme esta oportunidad.

Ismael (Pamplona)

¿Qué tan inolvidable puede ser una Pascua?
No lo sabes hasta que no lo vives, hasta que no vives lo que es de verdad sentirte cercano a todo lo que te rodea, hasta que no vives la compañía de todas esas personas que en tan poco tiempo se convierten en una familia enorme, hasta que no vives todos esos momentos de desahogo, de conexión y de tiempo para ti. Una vez pasado todo eso, solo te queda pensar en cuándo vas a poder volver a vivir la experiencia y es entonces cuando te das cuenta de todo lo que has aprendido y de todo lo que te ha hecho crecer un poquito más. Ahí entiendes la importancia de la reflexión, el significado de por qué estás allí y comprendes que Hoyo no es un sitio más. Cada uno lo vive de una manera diferente y, en cualquier sentido, es una de esas cosas que quieres recordar siempre. Para mí, es increíble, solo tengo una palabra para decir y es GRACIAS.

Lucía (Zaragoza).

Esta era mi segunda Pascua y al igual que la primera ha sido increíble, inesperada, mágica… Os puedo asegurar que hasta que vas, hasta que no vives la experiencia por ti mismo, no puedes saber cuál es la sensación. Es algo que no os se puede imaginar, solo se puede sentir.
Cuando tú entras por la puerta, parece un sitio cualquiera… pero no, os aseguro que no lo es. Verdaderamente creo que todo el mundo necesitaría ir a Hoyo alguna vez en su vida para disfrutar todo lo que hemos disfrutado los que hemos pasado por allí. Yo creo que cada persona que pisa esa finca, vive una experiencia distinta, vive su propia experiencia… Pero sea como sea, os puedo asegurar que no conozco a nadie que se arrepienta de atreverse a vivir esta aventura. Es un lugar en el que conoces a muchísima gente de diferentes edades, tanto monitores como niños, y aprendes sobre esas personas, que personalmente a mí es algo me encanta. Aprender sobre las personas, sus inquietudes, sus formas de ver la vida… pero lo mejor es que también aprendes cosas sobre ti que quizás ni conocías. Y, por si todo esto no fuera suficiente, también está la experiencia de Jesús de Nazaret, porque ir a Hoyo aviva la llama de la fe que vive dentro de cada uno de nosotros. Poco a poco, Pascua tras Pascua, Colonia tras Colonia, vas aprendiendo más y más sobre ti, sobre tu entorno, sobre Jesús…
Yo sinceramente nada más que volví de allí ya estaba deseando regresar de nuevo. Os recomiendo que si tenéis la oportunidad de ir lo hagáis y sabréis de lo que hablo. Y no olvidéis aprovechar cada minuto al máximo cuando estáis allí, porque nunca sabéis cuándo vais a volver.

Celia (Zaragoza)

¡Qué decir de Pascua! No sé ni cómo empezar. Pascua es una experiencia única y, además, vivirla junto a personas a las que, durante tantos días y meses, has querido volver a ver, la hace doblemente especial.
Pascua te enseña ¡tantas cosas…! Te hace hasta descubrir cosas de tu interior que no sabías que tenías y lo, más importante, te hace orar y hablar aunque sea un poco con Dios. La verdad es que cada vez que voy a Pascua o a Colonias me encanta más ese lugar, porque en él hay algo mágico, algo que, cuando vas una vez, me hace querer volver y volver.

Jara (Zaragoza)

Esta Pascua, para mí, ha vuelto a ser una experiencia inolvidable, he disfrutado tanto de los temas y reuniones de grupo como de la gente de allí.
He tenido la posibilidad de compartir momentos con gente increíble, conocer personas nuevas o afianzar amistades. He sido capaz de reflexionar sobre mi vida, sobre los problemas de esta sociedad y sobre mí. He descubierto nuevas cosas sobre mí misma y he podido conocerme un poco mejor. El desierto me encantó, no pude terminarlo, pero me hizo reflexionar muchísimo. De las actividades de por la noche, de la capilla, la que más me llegó, sin duda, fue la de la hora santa. Recordé momentos, me acordé de personas y pude desahogarme tranquila. Espero volver siempre.

Belén (Jerez de la Frontera)