Misión, amistad, seguimiento

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Dicen que nunca dos encuentros son iguales. Esto es lo que nosotros vamos experimentado, año tras año, en nuestro encuentro de Talleres en Hoyo de Manzanares. Parece que vamos «a lo de siempre», pero no hay duda de que Dios nos espera con su novedad. Como dice la Escritura: «Yo hago nuevas todas las cosas». Pues sí, así es como hemos vivido estos días: como la novedad de Dios para nuestra Familia Josefina de Talleres.

 

Nuestro primer recuerdo fue para los ausentes. Los queríamos allí con nosotros. Al encuentro le faltaba la presencia de ellos. Pero las circunstancias de la vida, de las familias… hacen que esto sea, cada vez, un poco más complicado. Sin embargo, como nos pasa en nuestras propias familias, el «ausente está presente» y ellos nos acompañaron desde la distancia.

 

MISIÓN: SEGUIMIENTO

 

El domingo por la mañana, 6 de diciembre, contamos con la intervención de Pablo Guerrero, un jesuita que nos hizo vibrar a todos con su exposición clara, sencilla, honda e interpeladora. De él escuchamos afirmaciones como: «nuestras preferencias no pueden ser otras que las de Cristo», «el Evangelio tiene más sentido por lo que se vive que por lo que se dice», «somos compañeros de Jesús y este es el misterio de nuestra vida», «los protagonistas de la misión tienen que ser testigos, sólo darán testimonio aquellos que sean testigos», «la comunión no se hace preguntándonos unos y respondiendo otros, sino todos preguntándonos, todos respondiendo, todos buscando».

 

A la vez que nos interpelaba, decía que tenemos que hacernos preguntas amables, como quien acaricia el corazón, preguntas hechas desde la ternura, porque ha sido muy alto el precio que se ha pagado por nosotros, «que hemos costado la vida de un Dios». He aquí algunas de las preguntas que nos propuso: ¿Qué me mueve mi Dios para quererte?, ¿cómo voy a la misión?, ¿cuál es nuestro subrayado del Evangelio?, ¿qué tipo de testigos necesita nuestra Iglesia, la Familia Josefina?, ¿qué tipo de persona soy?, ¿a quiénes somos llamados a servir y evangelizar hoy?, ¿a dónde se nos envía?, ¿qué podemos decir como Familia Josefina a la gente que recorre los caminos de búsqueda de Dios?, ¿cuál es la invitación de nuestros grupos, obras?, ¿qué ofertas concretas les hacemos a estas personas?…

 

Por la tarde, recorrimos distintos aspectos de la trayectoria misionera del P. Butiñá. El objetivo era que su experiencia misionera iluminase la nuestra. Cada vida humana se inscribe en un tiempo y espacios determinados, que es preciso conocer si se pretende penetrar en el sentido profundo vivido por cada persona. Pero más allá de estas coordenadas, hay una serie de «hilos invisibles» que determinan el desarrollo de la vida. A lo largo de la tarde, profundizamos en estos «hilos», es decir, en diferentes aspectos del contexto en el que Butiñá vivió la misión: la Iglesia, la transformación social, la ciencia y la técnica, la situación de la mujer. También dedicamos un espacio a considerar la actividad y el compromiso de Butiñá como «misionero infatigable» y a orar con «el hilo interior que le recorre»: su vocación jesuítica, su contemplación de Nazaret, su experiencia y compromiso como fundador…

 

Nos organizamos en grupos pequeños para recorrer distintos lugares de la casa, donde cada uno de estos «hilos» estaba ambientado y fue presentado por una hermana y algún laico. En el «hilo» de la mujer nos acompañó Carmen Soto, Sierva de san José. La metodología era participativa y dio lugar a mucho diálogo. En cada lugar, además de reflexionar sobre la experiencia de Butiñá, nos tocaba «traerla» o traducirla para nuestro hoy. Fue un recorrido profundo, que nos dejó con muy buen sabor pero con ganas de «más»: de seguir acercándonos cada vez más a la persona de Butiñá, nuestro santo fundador.

 

Uno de los momentos más esperados de este encuentro es la mañana de desierto, y este año decidimos hacerlo de la mano de José de Nazaret. Nos preguntamos que tenía que decir José a nuestras vidas desde su actitud, con su estilo de vida. Para Butiñá, José fue maestro y amigo, modelo de la Congregación. A él le presentamos nuestros anhelos más profundos, nuestras inquietudes personales y familiares. A él también le pedimos que acompañara nuestro camino, el caminar de la Familia Josefina, y el de nuestras propias familias. A él le volvimos a decir «dinos tú qué sientes, dinos José». Volvimos a escuchar la Palabra del Génesis que nos recuerda: «ID A JOSE». Le pedimos que nos pusiera al lado de Jesús y de María.

 

MISIÓN: AMISTAD

 

La última tarde la dedicamos a CELEBRAR LA AMISTAD, nuestra amistad. Disfrutamos conversando de manera alegre y desenfadada, conociéndonos un poco más a través de un juego de cartas: «HÁBLAME DE TI».

Este juego nos abrió las puertas para reflexionar y compartir un artículo de José Mª Arnaiz sobre la amistad compartida entre religiosos y laicos, como base sobre la que construir la misión compartida. Nuestra referencia es el mismo Jesús que a los que incorporó a su misión los llamó «amigos». Para crecer en esta amistad, es importante que laicos y religiosas cuidemos cinco mesas: la mesa de la eucaristía, la mesa de la comida, la mesa del estudio y reflexión, la mesa del juego y la mesa de la solidaridad. Conviene que no falte ninguna, ya que nos unen en lo esencial.

 

MISIÓN: ENVÍO

 

Y por fin, el último día, 8 de diciembre, celebramos el ENVÍO. Era el momento de marchar a nuestras casas. Coincidió con el comienzo del Año de la Misericordia, por lo que nos unimos a toda la Iglesia en esta celebración y nos autoregalamos el Evangelio 2016, para que la Palabra, hecha misericordia, nos acompañara a nosotros y a nuestros grupos. También recibimos el calendario josefino 2016. Palabra de Dios, palabra del hermano.

A todos los que habéis compartido este encuentro ¡¡GRACIAS!! por todo lo vivido, y a todos los que desde la distancia nos habéis acompañado, también ¡¡GRACIAS!!, por haceros presentes.

 

Paqui Rubio fsj y Ana Romero fsj

 

En pocas palabras me gustaría compartir con todos vosotros la experiencia vivida en el Encuentro de Hoyo 2015. Comprometida con la misión, a través del carisma del Padre Butiñá, en los distintos grupos de trabajo, he sentido la complicidad y la escucha necesaria por parte de cada uno, para poder compartir y expresarnos desde la más absoluta sinceridad. Además he podido aprender de los demás valores que, aunque a veces consideremos anecdóticos o «pequeñas cosas», pasan por nuestros corazones dejando una huella que nos hacen más fácil el camino del día a día.

En este encuentro me marcó mucho la figura de San José. Dios le eligió por ser hombre bueno y de gran humildad, por los ojos misericordiosos con que miraba a Jesús. Que San José me ayude a llevar la Misión Compartida a todos y en cada momento o lugar donde sea necesario.

Gracias al Padre Butiñá por las Hermanas Josefinas y todos los miembros de Talleres; estemos donde estemos, somos una gran familia. Besos y abrazos.

 

«Dios me ha dado hermanas,
un regalo para mi debilidad.
Porque el Reino no se vive solas,
se construye en comunidad»

 

Loli Valle (Alcalá del Valle)

 

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