Entra en Nazaret

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Entra en la casa de Nazaret, habitada por el Hijo de Dios, por el Rey de
la gloria, y encontrarás a las tres personas más nobles que han vivido bajo la
capa del cielo, ocupadas en trabajos mecánicos. Habrías visto allí…”

Francisco Butiñá, S.J., “Les Migdiades del Mes de Maig”

 

A veces, vivimos por adelantado. Era el mes de febrero de 2020, cuando en el Equipo de Pastoral pensamos en el título de la Familia Josefina del año 2021. Nos tomábamos nuestro buen tiempo para prepararla. Entonces, a la vista de lo que teníamos programado, pensamos en un tema que nos vinculara, que hiciera relación directa al carisma. Escogimos este título, “Entra en Nazaret, ¿qué ves?”, como una invitación que seguimos recibiendo del P. Butiñá. La propuesta era detenernos ante Nazaret, contemplarlo y recrearlo desde distintas voces y experiencias.

Pero llegó la pandemia y lo cambió todo. Cambió nuestros planes, nuestros tiempos, nuestros espacios… También cambió nuestra mirada. Y acaso, ese cambio en la mirada nos ha hecho descubrir cosas nuevas sobre todo lo que creíamos conocer, y también cosas nuevas sobre Nazaret.

El Covid-19 ha levantado ríos de inquietud y de tinta. Es probable que, a estas alturas, ya estemos saturados de información, de desinformación, de opiniones contradictorias, de estadísticas sin fin, pero no sin rostro, ya que todos conocemos a alguien que ha enfermado, que ha fallecido, que ha perdido el trabajo, que arrastra secuelas… No quisiéramos insistir en más de lo mismo, pero el caso es que esta revista se escribe bajo el impacto de este tsunami mundial, provocado por un microscópico enemigo, del que ya no podemos desprendernos fácilmente en casi ninguna de nuestras conversaciones y reflexiones. Y entonces… ¿qué sentido nuevo hemos de dar a entrar en Nazaret y ver?

Somos lo que miramos. Una parte importante de nuestra vida se juega en los ojos, por donde nos entra el mundo, sin elegirlo, pero también las escenas, los paisajes y los rostros con los que decidimos alimentar nuestra alma. Algo similar podría decirse del resto de los sentidos.

En estos meses, ¿qué hemos visto? ¿Qué hemos oído? ¿Qué hemos olido, tocado o gustado? Los sentidos corporales son las ventanas que alimentan el mundo interior de la persona. No solo eso, lo que percibimos a través de los sentidos dibuja afectos, inspira deseos y provoca respuestas. Hemos de reconocer la mediación de los sentidos, tanto a la hora de comprender la realidad, como de tomar decisiones y actuar. De ahí que San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, proponga como método de oración la contemplación de la vida de Cristo, invitando a mirar y escuchar con los ojos y oídos interiores las escenas del Evangelio. Lo que busca Ignacio es ayudar a la persona a sentir y gustar de las cosas internamente. La experiencia le ha enseñado que lo que nos cambia no son las ideas o las razones, que aunque tienen su importancia son insuficientes, sino lo que alcanza nuestro mundo afectivo y transforma nuestra sensibilidad.

Como fiel hijo de la Compañía de Jesús, podemos suponer que Francisco Butiñá participa de este modo de orar. Encontramos indicios de ello repartidos en sus escritos. Sus descripciones de la vida cotidiana de la Sagrada Familia reflejan el hábito de quien ha pasado muchos ratos entrando con la vista imaginativa en Nazaret. No solo en la oración, también en su manera de acercarse a la realidad concreta y cotidiana, Butiñá manifiesta una sensibilidad contemplativa, como se refleja en numerosas cartas, en las que con gran expresividad describe paisajes y gentes, y narra su conmoción e implicación ante las cosas que percibe.

Ver, escuchar, tocar, oler y gustar… Es nuestro modo de acercarnos a la realidad y dejar que esta nos impacte. El efecto consiguiente es movilizarnos, llevarnos a alguna parte o a algún cambio interior, al tiempo que acogemos una luz nueva sobre nuestra vida, o cultivamos una nueva relación en diálogo de amistad. Así ocurre en la contemplación ignaciana. Así ocurre también en la vida.

En las circunstancias dolorosas e inesperadas provocadas por el Covid-19, entre todos tenemos que abrir puertas y ventanas a la esperanza. Acaso porque hoy sabemos que la distancia entre la vida y la muerte es tan sumamente pequeña, es tiempo de relativizar preocupaciones e intereses superficiales y conceder atención a lo que realmente importa. Y en esto, a nuestro modo de ver, para quien desee y se atreva a buscar el sentido hondo de las cosas, la vida de Nazaret es un referente imprescindible.

Una compañera nuestra, cuando habla de “entrar en Nazaret”, siempre advierte: no te quedes fuera, mirando por la ventana, con la timidez de quien no se atreve a pasar dentro… Pues, ojalá, cuando abras estas líneas, te sientas “como en casa”, con la confianza de entrar y compartir.

 

¿Cómo te imaginas la puerta de entrada a Nazaret? 

¿Quién te abre la puerta? 

Dos preguntas para pensar, rezar y compartir en el próximo zoom, el día 23 de enero. ¡Les estaremos esperando! 

 


2 respuestas añadidas

  1. La puerta de Nazaret es esa que me encuentro día a día , la de un vecino ,la de un amigo , la de alguien que encuentro en el camino . No necesariamente debe ser una puerta , es una conversación , un gesto , una mirada que conlleva a relacionarse y ahondar en el momento ,en el sentimiento que pasa en y por el otro . Me siento frente a esa puerta todos los días , y entro …es también mí casa ,mí hogar ….lugares donde aporto mí granito de levadura .
    Y esas puertas me son abiertas por el Padre Butiña y San José que obran a través de las manos Josefina ,que con su cariño , palabra y presencia me enseñan ,me muestran ,me acercan y ubican ( en cierta forma , allí ,en Nazaret) dónde siento voces ,olores ,ruidos ,necesidades ….que me hacen accionar .

  2. Nazaré sempre é espaço de entrada, acolhida, fraternidade, comunhão e participação. Vivamos com alegria esta oportunidade que recebemos como convocação.

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