Perdonados

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Petición: En los Ejercicios Espirituales, Ignacio propone comenzar cada tiempo de oración con una petición. Se trata de “demandar a Dios nuestro Señor lo que quiero y deseo”. La oración siempre es un don de Dios, pero con la petición, el orante orienta su deseo, se hace más consciente del “aquí y ahora”, en el que estoy ante Dios, esperando humildemente, recibir, acoger, conocer…

Hoy lo que vamos a pedir es conocer internamente el corazón de Dios, que tiene su gozo en perdonar.

Las parábolas de la misericordia (Lc 15):

Pocos capítulos del Evangelio hablan tanto de alegría y fiesta como las parábolas que aparecen en Lucas 15.

Podemos leerlas tranquilamente, fijándonos en el comportamiento de Dios que se alegra perdonando. Estas parábolas manifiestan cómo Dios toma la iniciativa, cómo busca…. No es el de la estadística, sino el de las personas. Le importa cada persona y es perseverante en la búsqueda. Cada una que se pierde es especial. Dios paciente, que permanece en una espera activa, El Padre de la parábola no solo deja la puerta abierta, sino que sale a buscar. Llegado el momento, su ternura se desborda.

En la “Joya del cristià”, el P. Butiñá el regreso del hijo pródigo:

“Fue recibido en los brazos del padre con transportes de alegría… Oh, cuánto más dulce es el cariño de nuestro Padre celestial, que como el buen Pastor corre en busca de la oveja perdida, y tan pronto como la encuentra, se la carga a sus espaldas lleno de alegría”.

 

Para la oración:

Elige una de las parábolas. Contempla, métete en la escena. Imagina cómo sonó por primera vez en labios de Jesús y cómo se sintieron conmovidos sus oyentes.

 “Alegraos conmigo”, se repite al final de cada parábola de Lc 15. Es una invitación a que nosotros también experimentemos la alegría de perdonar. Esta expresión tiene dos sentidos: es una invitación a la alegría, no solo por tener este Dios, sino también porque si nos animamos a perdonar como Él, experimentaremos un gran gozo.

Al terminar la meditación sobre el pecado, Ignacio de Loyola propone para levantar la vista y entrar en una relación de misericordia con el Crucificado:

“Imaginando a Cristo nuestro Señor delante y puesto en cruz, hacer un coloquio, cómo de Criador es venido a hacerse hombre… Otro tanto mirando a mí mismo, lo que he hecho por Cristo, lo que hago por Cristo, lo que debo hacer por Cristo… El coloquio se hace propiamente hablando así como un amigo habla a otro…”

Alegría, amistad… dos claves renovadoras, que nos permiten mirar nuestra limitación sin hundirnos, sino con la confianza de sabernos hijos, amigos, salvados.

MI EQUIPAJE
Mi equipaje será ligero, para poder avanzar rápido.
Tendré que dejar tras de mí la carga inútil:
las dudas que paralizan y no me dejan moverme.
Los temores que me impiden saltar al vacío contigo.
Las cosas que me encadenan y me aseguran.

Tendré que dejar tras de mí el espejo de mí mismo,
el “yo” como únicas gafas, mi palabra ruidosa.
Y llevaré todo aquello que no pesa:

Muchos nombres con su historia,
mil rostros en el recuerdo, la vida en el horizonte,
proyectos para el camino.
Valor si Tú me lo das, amor que cura y no exige.

Tú como guía y maestro, y una oración que te haga presente:
“A ti, Señor, levanto mi alma, en ti confío, no me dejes.
Enséñame tu camino. Mira mi esfuerzo.
Perdona mis faltas. Ilumina mi vida, porque espero en ti".

José M. R. Olaizola, SJ:

José M. R. Olaizola, SJ: