Propuesta de oración San José Obrero 2020

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Celebramos, este año, la fiesta de San José Obrero, en un contexto muy especial. La pandemia que sufrimos desde hace semanas nos obliga a permanecer en casa. No podemos encontrarnos ni en las iglesias, ni en las calles, como hemos podido hacerlo en otras ocasiones.

Acompañemos a José en este reconocimiento al Dios Creador, al Dios de la Alianza con los pobres, y continuemos nuestra alabanza porque la obra creadora de Dios se prolonga a través de las manos de hombres y mujeres que, con su trabajo, colaboran con Él.


SALMO 112
Alabad, siervos del Señor, alabad el nombre del Señor. Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre: de la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.   El Señor se eleva sobre todos los pueblos, su gloria sobre los cielos. ¿Quién como el Señor, Dios nuestro, que se eleva en su trono y se abaja para mirar al cielo y a la tierra?   Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo; a la estéril le da un puesto en la casa, como madre feliz de hijos.   (Continuamos nuestra oración de alabanza de manera espontánea…)

PALABRA DE DIOS:  Mateo 13, 54, 58

En aquel tiempo, al llegar a su pueblo, se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal manera que todos estaban maravillados. «¿De dónde le vienen, decían, esta sabiduría y ese poder de hacer milagros? ¿No es este el hijo del carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y no son hermanos suyos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Y acaso no viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde le vendrá todo esto?» Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Entonces les dijo: «Un profeta es despreciado solamente en su pueblo y en su familia.» Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la falta de fe de la gente.

 

PROFUNDIZAR Y ORAR CON EL TEXTO:

Imaginemos la escena: Jesús llega a Nazaret, después de que ya ha pasado un tiempo en los caminos de Galilea, anunciando la Buena Noticia y acompañando esta palabra con signos de curación. Esta fama ha podido llegar a Nazaret y, ahora, sus vecinos se apresuran a acudir a la sinagoga para verlo y comprobar, con sus propios ojos, que es cierto todo eso que se cuenta sobre Jesús, ese muchacho al que todos conocen desde niño, el hijo de José, el carpintero.

Acuden para verlo… pero cuando el corazón está cerrado, es difícil “ver” de verdad. Ahí está, lo escuchan… pero no pueden comprender que, en un muchacho de origen humilde, con el que ellos han convivido tanto en Nazaret, se esté manifestando la fuerza y el amor de Dios. Así que la pregunta “¿De dónde le vendrá todo eso?” revela, más bien, una actitud de desconfianza, casi despectiva. Sus ideas sobre la grandeza de Dios no se concilian con la dura ley del trabajo ni con la irrelevancia de sus vínculos familiares.

A lo mejor, también lo diríamos nosotros: Cuando Dios se manifieste, seguramente lo hará de una manera misteriosa y sublime. ¿Cómo va a revelarse en uno que es de aquí, que conocemos de toda la vida? Entonces, estas cosas que hace, que dice… ¿de dónde le vienen? ¿De dónde las saca? ¡Vete tú a saber…!  

La escena que estamos contemplando es una invitación a descubrir la presencia de Dios con nosotros en Jesús, el  “hijo del carpintero”, cuyos hermanos y hermanas “viven aquí”, justamente, a nuestro lado.

Saborea esta Palabra, este origen humilde de Jesús, que mantendrá para siempre; esta referencia a los que hoy son, somos, sus hermanos y hermanas.

Dialoga con Él. Jesús, el Señor, al que estos días contemplamos resucitado y glorioso, con el oficio de consolar a sus amigos, se manifiesta como LUZ… Luz para los hombres y mujeres del trabajo, “Luz del menestral”, como nos enseñó a reconocerle nuestro Fundador, Francisco Butiñá, sj.

¿No estábamos celebrando a San José? ¿En este comentario nos hemos olvidado de él? Al referirnos tanto a Jesús, quizás, hemos hecho el camino que a él le hubiera gustado. José es un gran santo, admirable y lleno de virtudes. Pero lo más importante es que San José siempre nos llevará a Jesús.

 

LETANÍAS O PETICIONES A SAN JOSÉ

Unimos nuestra oración a la de muchos hermanos que acuden a la intercesión de San José. Entre todos, espontáneamente, construimos las letanías a San José, invocando su protección y ayuda en las situaciones y hacia las personas que más nos preocupan.

 

MAGNÍFICAT DE SAN JOSÉ

Mis manos son salmos en cada golpe de herramienta,
y todo mi ser rebosa de alegría en Dios,
hecho viga de nuestra madera,
porque ha mirado con agrado la inocencia de mi querida María
y la pobreza de un carpintero.
 
Desde ahora y por todos los siglos
a ella le dirán Madre de Dios y a mí, me tendrán por Patriarca
todas las generaciones, porque el Señor poderoso,
el del perdón, la misericordia y la ternura,
ha hecho una obra bella en nosotros.
 
Su brazo hace palanca para cambiar el mundo,
colma la mesa de los pobres y deja vacía la de los ricos.
A mi esposa, convertida en Madre,
ha hecho umbral de Dios y a mí, 
portal de Jerusalén,
aunque, sin duda, sólo soy 
un poco de esperanza al lado de una virgen.
 
A ambos y al mismo tiempo, nos ha dado albergue
y nos ha hecho albergue de Israel 
mostrando su misericordia en aquel vientre
y en estas manos, hechas espera 
de un recién nacido que no es mío,
pero que es mío para siempre.

 

 

Por otro lado, este “Día Internacional de los Trabajadores” viene marcado por un hecho doloroso. La situación provocada por el Covid-19 ha destruido o amenaza con destruir millones de puestos de trabajo en todo el mundo. Cada cual, estos días, seguro que estamos pendientes de los medios de comunicación. La OIT (Organización Internacional del Trabajo) habla de una caída del empleo del 7% en todo el mundo. Pero esta cifra, esta proporción, se nos hace más cercana si pensamos en lo que está ocurriendo a nuestro alrededor, entre nuestros familiares, vecinos, conocidos, en nuestro mismo hogar. Nos duele el hoy y nos preocupa el mañana. Así que… ¿cómo celebrar hoy la fiesta del trabajo? Como Familia Josefina, nos animamos, unos a otros, a intentar vivirlo con esperanza, con fe, solidarizándonos con las “víctimas laborales” de esta crisis y agradeciendo, una vez más, la presencia de San José, patrono y protector, en nuestra vida.

 

HIMNO

El alba mensajera del sol de alegre brillo
conoce ese martillo que suena la madera.
La mano carpintera madruga a su quehacer,
y hay gracia antes que sol en el taller.
Cabeza de tu casa del que el Señor se fía,
por la carpintería la gloria entera pasa.
Tu mano se acompasa con Dios en la labor,
y alargas tú la mano del Señor.
 
Porque fue varón justo lo amó el Señor
Y dio el ciento por uno su labor.
Porque fue varón justo, lo amó el Señor.
 
Y, pues que el mundo entero te mira y se pregunta,
di tú como se junta ser santo y carpintero,
la gloria y el madero, la gracia y el afán,
tener propicio a Dios y escaso el pan.

Humilde magisterio bajo el que Dios aprende,
¡que digo, si lo entiende, quien sepa de misterio!
Si Dios en cautiverio, se queda en aprendiz,
aprende aquí la Casa de David.
Sencillo, sin historia, de espalda a los laureles
escalas los niveles más altos de la gloria.
¡Qué asombro, hacer memoria y hallarle a tu ascensión,
tu hogar, tu oficio y Dios como razón!
Liturgia de las Horas

 

INVITACIÓN A LA ORACIÓN DE ALABANZA

José, como todos los judíos piadosos de su época, rezaba tres veces al día: al amanecer, al Dios de la creación; a mediodía, al Dios de la Alianza; al atardecer, al Dios de la promesa.

Acompañemos a José en este reconocimiento al Dios Creador, al Dios de la Alianza con los pobres, y continuemos nuestra alabanza porque la obra creadora de Dios se prolonga a través de las manos de hombres y mujeres que, con su trabajo, colaboran con Él.


SALMO 112
Alabad, siervos del Señor, alabad el nombre del Señor. Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre: de la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.   El Señor se eleva sobre todos los pueblos, su gloria sobre los cielos. ¿Quién como el Señor, Dios nuestro, que se eleva en su trono y se abaja para mirar al cielo y a la tierra?   Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo; a la estéril le da un puesto en la casa, como madre feliz de hijos.   (Continuamos nuestra oración de alabanza de manera espontánea…)

PALABRA DE DIOS:  Mateo 13, 54, 58

En aquel tiempo, al llegar a su pueblo, se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal manera que todos estaban maravillados. «¿De dónde le vienen, decían, esta sabiduría y ese poder de hacer milagros? ¿No es este el hijo del carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y no son hermanos suyos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Y acaso no viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde le vendrá todo esto?» Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Entonces les dijo: «Un profeta es despreciado solamente en su pueblo y en su familia.» Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la falta de fe de la gente.

 

PROFUNDIZAR Y ORAR CON EL TEXTO:

Imaginemos la escena: Jesús llega a Nazaret, después de que ya ha pasado un tiempo en los caminos de Galilea, anunciando la Buena Noticia y acompañando esta palabra con signos de curación. Esta fama ha podido llegar a Nazaret y, ahora, sus vecinos se apresuran a acudir a la sinagoga para verlo y comprobar, con sus propios ojos, que es cierto todo eso que se cuenta sobre Jesús, ese muchacho al que todos conocen desde niño, el hijo de José, el carpintero.

Acuden para verlo… pero cuando el corazón está cerrado, es difícil “ver” de verdad. Ahí está, lo escuchan… pero no pueden comprender que, en un muchacho de origen humilde, con el que ellos han convivido tanto en Nazaret, se esté manifestando la fuerza y el amor de Dios. Así que la pregunta “¿De dónde le vendrá todo eso?” revela, más bien, una actitud de desconfianza, casi despectiva. Sus ideas sobre la grandeza de Dios no se concilian con la dura ley del trabajo ni con la irrelevancia de sus vínculos familiares.

A lo mejor, también lo diríamos nosotros: Cuando Dios se manifieste, seguramente lo hará de una manera misteriosa y sublime. ¿Cómo va a revelarse en uno que es de aquí, que conocemos de toda la vida? Entonces, estas cosas que hace, que dice… ¿de dónde le vienen? ¿De dónde las saca? ¡Vete tú a saber…!  

La escena que estamos contemplando es una invitación a descubrir la presencia de Dios con nosotros en Jesús, el  “hijo del carpintero”, cuyos hermanos y hermanas “viven aquí”, justamente, a nuestro lado.

Saborea esta Palabra, este origen humilde de Jesús, que mantendrá para siempre; esta referencia a los que hoy son, somos, sus hermanos y hermanas.

Dialoga con Él. Jesús, el Señor, al que estos días contemplamos resucitado y glorioso, con el oficio de consolar a sus amigos, se manifiesta como LUZ… Luz para los hombres y mujeres del trabajo, “Luz del menestral”, como nos enseñó a reconocerle nuestro Fundador, Francisco Butiñá, sj.

¿No estábamos celebrando a San José? ¿En este comentario nos hemos olvidado de él? Al referirnos tanto a Jesús, quizás, hemos hecho el camino que a él le hubiera gustado. José es un gran santo, admirable y lleno de virtudes. Pero lo más importante es que San José siempre nos llevará a Jesús.

 

LETANÍAS O PETICIONES A SAN JOSÉ

Unimos nuestra oración a la de muchos hermanos que acuden a la intercesión de San José. Entre todos, espontáneamente, construimos las letanías a San José, invocando su protección y ayuda en las situaciones y hacia las personas que más nos preocupan.

 

MAGNÍFICAT DE SAN JOSÉ

Mis manos son salmos en cada golpe de herramienta,
y todo mi ser rebosa de alegría en Dios,
hecho viga de nuestra madera,
porque ha mirado con agrado la inocencia de mi querida María
y la pobreza de un carpintero.
 
Desde ahora y por todos los siglos
a ella le dirán Madre de Dios y a mí, me tendrán por Patriarca
todas las generaciones, porque el Señor poderoso,
el del perdón, la misericordia y la ternura,
ha hecho una obra bella en nosotros.
 
Su brazo hace palanca para cambiar el mundo,
colma la mesa de los pobres y deja vacía la de los ricos.
A mi esposa, convertida en Madre,
ha hecho umbral de Dios y a mí, 
portal de Jerusalén,
aunque, sin duda, sólo soy 
un poco de esperanza al lado de una virgen.
 
A ambos y al mismo tiempo, nos ha dado albergue
y nos ha hecho albergue de Israel 
mostrando su misericordia en aquel vientre
y en estas manos, hechas espera 
de un recién nacido que no es mío,
pero que es mío para siempre.

 

 

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