40 días en lila

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“El anuncio que le oímos a él y que os manifestamos a vosotros es este: que Dios es luz y que en él no hay tiniebla alguna” (1 Jn 1, 5)

La Cuaresma es un tiempo litúrgico que, en general, no nos ilusiona. Lo relacionamos con penitencia, sacrificio, examen de conciencia… y se nos vuelve cuesta arriba. Quizás nos venga bien una pequeña actualización del lenguaje, que nos haga más atractivo este tiempo que, por otro lado, resulta altamente necesario. Y es que, el viaje que la Cuaresma propone hacia el interior (cuando habla de oración), hacia lo esencial (cuando anima al ayuno) y hacia los demás (cuando incentiva la limosna), nos ayuda a reajustar nuestra vida bajo la amorosa mirada de Dios. Es decir, un viaje que siempre puede resultar fecundo e ilusionante.

Con frecuencia, la misma palabra “conversión” podría perder fuerza si la asociamos, en exclusiva, al hecho de ser “malos” o, al menos, no dar la talla “espiritual”, punto de partida bastante negativo. Cada cual, al mirar con sinceridad su vida, sabrá cuáles son las dinámicas de las que tendría que salir (sin duda, humanamente, nos viene bien llamar a las cosas por su nombre). Pero el punto de partida no es tanto que mi vida esté mal, sino la posibilidad nueva  de acercarme más al Señor. Y esto sí que puede ser una propuesta ilusionante: cuando la cuaresma es ese tiempo llamado a activar el mecanismo de amar más, agradecer más y contagiar más alegría.  En definitiva: que este tiempo de conversión te lleve a imaginar, acoger y vivir tu mejor versión (como en la canción).

Deja de darle vueltas a cómo te gustaría ser y agradece como eres. Deja las idealizaciones, el afán de perfeccionismo, que puede venir muy cargado de “ego”, y abraza lo que Dios ha puesto en ti.

Camina hacia dentro, reconociendo en tu historia una historia de salvación.  Un camino de “memoria”, donde nos hacemos conscientes de la misericordia con la que somos sostenidos, y admirados por Dios que no “borra” nada, que en la palma de las manos nos lleva tatuados (Is, 49, 16).

Camina hacia delante, buscando con ilusión lo que puede ayudarte a ser más fiel al Señor y a su Reino.  El amor que Dios nos ofrece es gratis, pero ¡qué bueno será que des un paso al frente, hacia Aquel que te ama!

Camino hacia el hermano, con el que convives todos los días, quizás hoy más que nunca. ¿Qué mirada predomina en ti? ¿La crítica? ¿La misericordia? ¿Nos convertimos por amor? ¿Nuestras conversiones nacen del deseo de hacer bien al otro?

En la Cuaresma, estemos más atentos a «decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan», en lugar de «palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian» (Fratelli Tutti, 223). A veces, para dar esperanza, es suficiente con ser «una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia» (ibíd., 224).

Papa Francisco, mensaje de Cuaresma 2021

En estos días, en la liturgia, nos acompañará el violeta, en recuerdo de la escena en la que Jesús, en el pretorio, fue vestido con una túnica de ese color, para ser objeto de las burlas de los soldados: “salve, rey de los judíos”. Lo cierto es que, en el Antiguo Testamento, el morado o púrpura era un auténtico símbolo de realeza o respeto.

Traemos aquí una observación curiosa… Y es que, muchas veces, a San José, también lo vestimos con este color. Posiblemente nada tenga que ver con lo anterior… pero, en este año josefino, y nosotros, josefinos del mundo entero, podríamos darle un sentido. Esta coincidencia en el color morado nos podría animar a comenzar la Cuaresma de la mano de San José, mirar su modo de ser como camino de conversión, acoger su paternidad para acercarnos más a Jesús.

Más aún si recordamos que, en muchos lugares, el color violeta significa humildad, una de las virtudes más significativas de San José. La humildad no tiene que ver con reprenderse o desvalorizarse. La humidad, en palabras de Santa Teresa, es andar en la verdad de uno mismo. Así que tenemos por delante un tiempo para vivir en la verdad: para acoger el regalo que soy, sabiendo que habrá cosas que tendré que trabajar y podré hacerlo con la ayuda cotidiana de los demás y de Dios.

Por eso, como un símbolo, nos invitamos, en este tiempo, a llevar algo morado: un pequeño signo exterior que nos indique que algo, humilde y sencillamente, está cambiando por dentro. Un morado o lila simbólico que nos recuerde que estamos en un camino positivo y fecundo.

¿Recuerdan los siete dolores y gozos de San José? Una tradición en la Iglesia, en la que Francisco Butiñá participaba con entusiasmo, escribiendo varios modelos de esta devoción.

Aprendamos de José que, en cada situación difícil, fue capaz de reconocer un motivo de gozo. “El amor expulsa el temor” (1 Jn 4, 18). Hoy, la gran conversión consiste en vencer el miedo, la ansiedad, el nerviosismo… Es verdad que vivimos tiempos dolorosos, pero que no se nos pasen desapercibidas las pequeñas cosas que nos hablan del paso de Dios. Entre ellas, estos 40 días para vivir en “lila”.

¡Fervoroso San José, prended en mi alma el fuego del divino amor! (Francisco Butiñá, Visitas a Jesús Sacramentado, pág. 204).

Dulce José, vuestro soy siendo de María: disponed, pues, de mí como de cosa vuestra (Francisco Butiñá, Visitas a Jesús Sacramentado, pág. 223).

UN GESTO QUE NOS PROPONEMOS: Elige algo lila (o morado, o violeta) como símbolo de esta cuaresma vivida de la mano de José. Le hacemos una foto y, cuando se indique, la podemos compartir por el grupo de whatsapp. ¡Gracias por participar! 

agua en lila

Cuaresma:

Una bella oportunidad para recuperar los sentidos que animan nuestra esperanza. 


3 respuestas añadidas

  1. Que al igual que San José, valoremos y aprovechemos la oportunidad de recuperar y fortalecer los sentidos que animan nuestra esperanza para ser compartida con nuestros hermanos y entre todos, irradiarlo al mundo entero.

  2. Confianza en el recorrido de un camino incierto y dudoso, con la confianza puesta en el Dios que nos acompaña, en cada momento, Y confianza, como la del Niño tomado de la mano de su padre S. José

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