¿Quiénes somos?

Dios regaló a la Iglesia un nuevo carisma, cuando inspiró a Francisco Butiñá una manera concreta de vivir el Seguimiento de Jesús, el Obrero de Nazaret, que se encarna en la historia, en un pueblo, que vive en familia y trabaja en tareas sencillas, dignificando así el trabajo humano.

El trabajo que vislumbra Butiñá está profundamente marcado por la oración-contemplación que nos lleva a descubrir la presencia de Dios en todas las cosas, haciendo del trabajo «prenda de amor y tributo de alabanza».

El trabajo es el medio en el que se debe forjar la santificación. Las josefinas nos comprometemos a»no cejar hasta conseguir la perfección hermanando la oración con el trabajo». El trabajo es nuestro principal medio de evangelización, es la forma de ganarnos el sustento, es un servicio al hermano y a la sociedad.

Desde los orígenes, la palabra «Taller» sustituyó al tradicional nombre de convento con que se llamaba a las casas religiosas, indicando dónde y cómo se situaba esta nueva fundación. Lo que aporta de nuevo la palabra Taller es que nos dice que Dios está en el trabajo industrial y fabril, en el trabajo manual, que ahí se le encuentra, se le sigue, se le alaba y se le sirve con los hermanos del mundo trabajador pobre.

Al Taller se entra a servir, como entró Jesús en Nazaret y en la historia. A las Josefinas se nos llama, desde el principio, a hacer nuestro el himno a los Filipenses (Fil 2, 5-11) como estilo propio de vida. Es nuestra forma peculiar de seguir a Jesús y es también nuestro lugar social: estamos entre los que sirven, entre los pobres del trabajo.

Las josefinas, llamadas a vivir a la luz del Taller de Nazaret y a seguir a Jesús Obrero somos religiosas obreras. Es una forma significativa de vivir y decir la esencia de nuestra vocación.

SAGRARIO