San José, modelo de trabajadores.

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Cuarto día: San José, modelo de trabajadores.

 

Motivación inicial: En este cuarto día, recordamos el amor de San José hacia el trabajo, que hace de él un modelo para todos los trabajadores. Le pedimos por todos aquellos que hacen de su trabajo una continua alabanza al Padre. Que no les desanimen ni las fatigas de sus manos, ni las de su espíritu, sino que las ofrezcan al Padre, para transformar el mundo a través del trabajo.

Palabra de Dios:

“Un día Jesús se fue a su pueblo y enseñó a la gente en la sinagoga. Todos quedaban maravillados y se preguntaban: “¿De dónde le viene esa sabiduría? ¿Y de dónde esos milagros? ¿No es este el hijo del carpintero?” (Mt 13, 54-55)

Comentario a la Palabra:

San José amaba su oficio. Seguramente se sentía orgulloso de pertenecer al gremio de los carpinteros. La situación económica de un artesano de pueblo no era demasiado brillante. José  debía trabajar duro para socorrer las necesidades de la familia. Pero, en José, la dureza del trabajo no era ningún obstáculo para hacer del mismo una oración de alabanza al Padre.

Así lo describe Francisco Butiñá, diciendo que José sabía hermanar el trabajo y la oración, convirtiendo la tarea cotidiana en una alabanza:

“Fácilmente hermanaba la oración con el trabajo, la vida activa con la contemplativa, sin impedimento ni cansancio”… (Glorias de San José).

“Con la oración empezaba el día, con la oración la proseguía y al ir a tomar un ligero descanso, con la oración lo terminaba… Aunque ocupado en faenas exteriores no desistía de su oración interior, ni de alabar a Dios con los afectos devotos del alma sacados de la contemplación  divina” (Glorias de San José).

En el taller de Nazaret, José toma consigo a Jesús para enseñarle el arte de la carpintería. José le transmite el gusto por el trabajo bien hecho, una enseñanza que cae en la mejor tierra.

Con San José reconocemos que el trabajo testimonia la dignidad del ser humano y su participación en la obra de la Creación. Es una ocasión para perfeccionar la propia personalidad, para servir a los demás, para contribuir al bien de la sociedad.

Francisco Butiñá, que contempló muchas veces a San José en el Taller, afirma que:

“No es el trabajo ninguna humillación; al contrario, es el honor de los hombres de bien”…

Ante Dios, ninguna ocupación es grande ni pequeña. Todo adquiere su valor por el amor que se pone al realizarla. La dignidad del trabajo está fundada sobre el amor. El gran privilegio de la persona es poder amar lo que hace, hacer todas las cosas, todos los servicios, por amor. Así no hay cosas pequeñas: todo es grande. Perseverar por amor en la realización de las pequeñas cosas de cada día, es casi un acto de heroísmo. Es en la simplicidad del trabajo ordinario, en los detalles de cada día, donde descubrimos aquello que está oculto a los ojos de muchas personas, el secreto que da grandeza y novedad a todo: el amor.

Para reflexionar y compartir:

  • ¿Cuál es para mí el valor del trabajo?
  • ¿Cómo realizo la tarea de cada día?

Oremos: Señor, por intercesión de San José, modelo de buenos obreros, te pido que me enseñes a amar mi trabajo. Que aprenda a realizarlo con justicia y honestidad. Que con tu ejemplo sepa trabajar con alegría, orden, paz, paciencia y serenidad, reconociendo la gracia que significa tener un trabajo. Que con mi labor aprenda a poner al servicio de los demás todos los dones que he recibido de Dios.

También te pedimos por todos los trabajadores que sufren en su trabajo condiciones de injusticia, falta de salubridad, horarios excesivos… Que quienes tienen en su poder la posibilidad de dar trabajo a otros lo hagan respetando los derechos humanos y la necesaria justicia social.

Que con San José aprendamos a alabar a Dios con nuestro trabajo, y convertirlo en un servicio, en un bien para los demás, para la sociedad, para nosotros mismos.

San José enseña a Jesús