Acompañar a María

Señora de la Esperanza,
porque diste a la luz la Vida.

Señora de la Esperanza,
porque viviste la Muerte.

Señora de la Esperanza,
porque creíste en la Pascua,
porque palpaste la Pascua,
porque comiste la Pascua,
porque moriste en la Pascua,
porque eres Pascua en la Pascua.

Pedro Casaldáliga

PALABRA DE DIOS

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la esposa de Cleofás, y María Magdalena. Cuando Jesús vio a su madre, y a su lado al discípulo a quien él amaba, dijo a su madre:
—Mujer, ahí tienes a tu hijo.
Luego dijo al discípulo:
—Ahí tienes a tu madre.
Y desde aquel momento ese discípulo la recibió en su casa.

Jn 19, 25-27

Contempla…

Estaba profetizado: “Una espada te traspasará el alma” (Lc 2, 35). No es la espada del dolor común a toda vida humana, sino la espada que divide el corazón ante el seguimiento de un Hijo que es signo de contradicción para todos.

María, Madre de Jesús y Discípula suya. Ella también tiene que ir descubriendo el camino del seguimiento, con todo lo que supone salir de sí, aprender de su Hijo, volver a decir sí, acompañarle hasta la cruz…

Por eso María es para nosotros Madre y Maestra espiritual, engendradora de nuevos hijos, de nuevos seguidores y seguidoras de Jesús. Por eso podemos pedirle que nos “ponga junto a su Hijo”.

 

Entra en diálogo con María…

Cuando una persona ha muerto, a veces, nos consuela hablar de ella, recordarla en nuestra conversación junto a algunas personas de confianza.  A veces, sin pensarlo, nos encontramos hablando de sus gestos, de sus palabras, de su manera de entender la vida, de todo lo bueno y bello que nos ha dejado.

Así puede ser, en este día, nuestra conversación con María. Dejemos que ella nos hable de Jesús.

Y junto a ella, Madre de la Esperanza, experimentemos el silencio expectante de este día.

 

Jesús está muerto.
Su cuerpo inerte en nuestros brazos.
Su rostro mojado por mis lágrimas.
Es momento de embalsamarle,
de cuidar con ternura su cuerpo roto.
Él no va a sentir este alivio, caricias a un cuerpo sin vida…
Entonces… Por qué lo hacemos?
Es el amor inútil.
Es el amor derrochado.
Irrefrenable.
Que brota contra toda lógica.
Inevitable.
Porque nuestra esencia es quererle.
Seguir amando cuando ya no hay más razones.
En el tiempo de espera.
Mientras hay muerte.
Dolor. Oscuridad.
Y en la oscuridad, amar a ciegas.
Seguir amando porque somos amor.
Amor inútil en el tiempo del fracaso aparente.
Entregar la vida porque en el amor estamos unidos a Jesús.