Nazaret, la casa familiar

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Noveno día: Nazaret, la casa familiar

Motivación inicial: En este último día de nuestra novena, contemplamos Nazaret, la casa familiar, donde María, José y Jesús siempre nos esperan, donde podemos ir para reposar, estar a gusto, conversar con ellos sobre la vida cotidiana, sobre lo que nos ocupa y nos preocupa. El Padre Francisco Butiñá siempre nos invita: “Entra en Nazaret, mira, contempla… ¿Qué ves?”. Que sepamos continuar el camino de las bienaventuranzas de la vida oculta que Jesús ha comenzado en Nazaret.

Palabra de Dios:

“Una vez que cumplieron todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se desarrollaba lleno de sabiduría y la gracia de Dios permanecía con él” (Lc 2, 39-40).

Comentario a la Palabra:

Después del exilio, del tiempo de desierto, del tiempo de inquietud, José vuelve a Nazaret, con Jesús y María. Volver a Nazaret es volver a la casa familiar, saborear la ternura de la vida en familia, recomenzar la vida sencilla de trabajo.

Nazaret es la escuela del silencio, de la paciencia, del aprendizaje… Nazaret es el Taller donde se teje la fraternidad. Nazaret es el lugar donde se construye la historia de la familia, donde se aprende a ser hijo de Dios Padre y hermano universal de todos los hombres y mujeres del mundo. Nazaret es la escuela del trabajo y la oración hermanados, donde se respira la simplicidad y la profundidad de la vida verdadera.

En este último día de novena, hacemos una invitación a entrar, a contemplar, a imaginar la vida sencilla de Jesús, María y José, como si presentes nos halláramos:

Llegamos de mañana a Nazaret con el pretexto de recorrer sus calles, observar sus típicas y pobres construcciones y acercarnos a sus gentes. Saludamos al primer vecino que encontramos con un «Shalom», nacido del deseo verdadero de paz. Preguntamos por José. Nuestro interlocutor se lleva su mano a la frente, pensativo, y al fin dice: «¡Ah!, sí, «el carpintero», vive ahí mismo, con su mujer y el hijo, son buena gente, trabajan en lo que pueden aquí, en el pueblo.

Mientras subimos la cuesta que nos conduce al taller, vamos recordando que el trabajo es una dimensión de la persona que la sitúa en la humanidad, la identifica en el pueblo y expresa, en parte, su personalidad.

Encontramos a toda la familia trabajando, con medios rudimentarios y sencillos, haciendo las pequeñas cosas necesarias en un pueblo agrícola y primitivo.

Nos llama la atención el hijo. Está metido de lleno en el ambiente familiar, como para continuar la tradición: será carpintero, como el padre. La madre, María, muele el trigo con una pequeña piedra para hacer el pan de cada día.

No supimos comprender por qué esta visita, tan cotidiana y normal, se nos quedó especialmente prendida en el corazón y en la retina.

Años más tarde unos viajeros nos trajeron noticias. José, el Carpintero, había muerto sin dejar otra herencia a su familia que las pobres herramientas del taller. La gente contaba que vivía su oficio como verdadera vocación. Hasta aquí todo normal.

La noticia grande vino cuando el hijo, Jesús, apareció un día en la sinagoga de Nazaret, diciendo que en Él se cumplían las Escrituras, que Él era el enviado de Yahvé. Esto fue extraño para los vecinos de Nazaret, que siempre lo habían visto como hijo del «carpintero». Es decir, le veían humano, uno más, uno de tantos, un trabajador. Por eso, lo despreciaron.

Trabajador, albañil, maestro, agricultor, cocinera, maestra, obrera, panadero, camionero, taxista, limpiador, ingeniero… tienes que saber que con tu trabajo “puedes ser santo y un gran santo”, con  tal de hacer bien y con amor tu trabajo de cada día.

El Padre Dios, al crear, nos llamó colaboradores con Él en la construcción de su obra, desde cualquier trabajo.

En Nazaret, en un pequeño taller de carpintero, se juntaron la grandeza de Dios creador en el rostro y las manos concretas  de un joven aprendiz, Jesús. José le enseñó a fabricar yugos, arados y pequeñas cosas. De la mano de José, y con el Fiat de María, en Nazaret sucedió el milagro de que el omnipotente Yahvé, creador y liberador, se hiciera carne y hueso en un carpintero.  (Mª Jesús Aguirre, fsj)

Para reflexionar y compartir:

  • ¿Qué es lo que he descubierto en Nazaret?
  • ¿Puedo decir que Nazaret transforma mi vida?

Oración final: Oh José, padre adoptivo de Jesús, esposo de María Virgen, cada día intercede por nosotros ante Jesús, el Hijo de Dios, a fin de que fortalecidos por su gracia, podamos vivir las virtudes de Nazaret y ser asistidos por Él en la hora de la muerte.

Jesús, José y María, sed en todo nuestra norma y guía.

Familia de Nazaret