El Verbo se hizo carne

En Jesús, el Verbo se hizo carne,

palabra corporal vestida de tiempo y espacio,

grito y temblor, gesto y ternura,

accesible al ojo, a la caricia, al oído,

originalidad inagotable,

surgiendo en medio de la vida cotidiana,

fidelidad crucificada,

espesor humano resucitado

desde el sepulcro del sanedrín y del imperio

por la fuerza del Espíritu.

Todo nuestro cuerpo espera esa Palabra,

desde el primer segundo de existencia,

para irse haciendo, en el encuentro con ella,

carne liberada, cosmos redimido,

transparente destello del dolor cotidiano,

esperanza que brilla en medio de los límites de la condición humana,

pedazo de historia transportada al infinito

en la reconciliación, sin fin y sin distancias,

de la vida resucitada.

El Verbo encarnado está todo Él orientado hacia nosotros,

esfuerzo infinito de Dios que se expresa

en la cercanía corporal de una vida caminante

por los más estrechos callejones torcidos,

de la misma manera que se adentra por su Espíritu

hasta la más íntima puerta estrecha de mí mismo.

Y todos nosotros, llenos de nombres y de fechas,

de aromas y de golpes en las costuras de la carne,

nos vamos haciendo infinitos en su abrazo.

Benjamín Gonzlález Buelta s.j.