La oración de tus manos

La palabra nacía de tus manos callosas
prolongando la llama creadora del Padre.
Puso el árbol cobijo al latido del hombre
cuando le hiciste hogar tejiendo sus anhelos.

Y, cuando abrían los surcos de la tierra dormida
tus arados antiguos, árboles caminantes,
sembrabas esperanza para saciar el hambre
con el pan que anhelaban los hermanos pequeños.

María contemplaba tus manos sonriendo
mientras Jesús jugaba a tu sombra segura.
Te bastaba este premio para seguir regando
con gotas de sudor la planta de la vida.

Trabajaste rezando, rezaste trabajando
en síntesis vital de palabra encarnada.

Al Padre le agradaba la oración de tus manos
esculpiendo latidos de afecto familiar.

Danos palabra-carne en el vivir diario.
Danos manos amigas de las cosas que tocan.
Danos sonrisa alegre ascendiendo a la cumbre
con las alforjas llenas de trabajo fecundo.

Rafael Matesanz Martín