Señora de la Pascua

«Entremos en la casa de Nazaret y ¿qué encontraremos allí?. Un ama de casa bien arreglada, vestida pobre pero modestamente, una mujer llena de consuelo en medio de la pobreza. Es María, Madre del Rey de la gloria».

Francisco Butiñá, «Les Migdiades del Mes de Maig» (1871)

Señora de la Pascua:
Señora de la Cruz y la Esperanza.
Señora del Viernes y del Domingo,
Señora de la noche y la mañana.

Escúchanos:
Hoy queremos decirte:
«muchas gracias».

Muchas gracias, Señora, por tu Fiat:
por tu completa
disponibilidad de «Esclava».
Por tu pobreza y tu silencio.
Por el gozo de tus siete espadas.
Por el dolor de todas tus partidas
que fueron dando la paz a tantas almas.

Por haberte quedado con nosotros
a pesar del tiempo y las distancias.
Tú conoces el dolor de la partida
porque tu vida fue siempre despedida.

Por eso fuiste y fue fecunda tu vida.
Señora del Silencio y de la Cruz.
Señora del Amor y de la Entrega.
Señora de la Palabra recibida
y de la palabra empeñada,
Señora de la Paz y la Esperanza.
Señora de todos los que parten,
porque eres la Señora
del camino y de la Pascua.

Enséñanos, María, la gratitud y el gozo de todas las partidas.
Enséñanos a decir siempre que Sí, con toda el alma.
Entra en la pequeñez de nuestro corazón
y pronúncialo Tú misma por nosotros.

Sé el camino de los que parten
y la serenidad de los que quedan.
Acompáñanos siempre
mientras vamos peregrinando juntos hacia el Padre.
Enséñanos que esta vida es siempre una partida.
Siempre un desprendimiento y una ofrenda.
Siempre un tránsito y una Pascua.

Hasta que llegue el tránsito definitivo, la Pascua consumada.
Entonces comprenderemos que para vivir hace falta morir,
para encontrarse plenamente en el Señor hace falta despedirse.
Y que es necesario pasar por muchas cosas
para poder entrar en la gloria (Lc 24, 26).

Señora de la Pascua:
en las dos puntas de nuestro camino,
tus dos palabras: fiat y magnificat.
Que aprendamos que la vida es siempre
un «sí» y un «muchas gracias».
Amén.

Cardenal Pironio