PRINCIPIO Y FUNDAMENTO

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“El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima…” [EE 23]

Somos criaturas sostenidas por Dios, nuestro Principio y Fundamento

Así comienza San Ignacio el texto de los Ejercicios Espirituales, con una expresión de profundo reconocimiento al Dios de la Vida. Es una invitación a caer en la cuenta de que Dios nos da la vida y nos sostiene en ella, en la vida concreta, con toda su complejidad. Es también una afirmación muy bella acerca del sentido de la vida humana. No somos seres casuales, ni nacidos por azar… Cada ser humano ha sido creado de manera única.

Este es nuestro principio fundamental. Mirando hacia atrás, hacia el origen, nos sabemos criaturas. Mirando hacia el futuro, el horizonte de nuestra vida consiste en vivir para Dios.

Ignacio expresa este vivir para Dios con tres verbos: alabar, hacer reverencia y servir.

  • Alabar es una actitud fundante. Vivir en alabanza es una fuente de generosidad, entrega, gratuidad. Tenemos muchos motivos para agradecer: la vida, la fe, la vocación, personas que nos acompañan…
  • Hacer reverencia significa aceptar con gozo que nuestra vida está en manos de Dios, especialmente aquello que no entendemos. Aceptar que Dios es el Señor. Reconocerle como bondadoso Señor. Activar en Él nuestra confianza.
  • Servir es una palabra que hemos devaluado de tanto usarla. Con frecuencia, confundimos servir con hacer cosas. Muchas veces servir es estar, escuchar, dejar que otros hagan… No cualquier modo de hacer es servicio, porque hay modos de hacer en los que, sin querer, buscamos prestigio y protagonismo. Servir es poner por delante la necesidad de los demás. Servir es prontitud, gratuidad efectiva y afectiva. Servir es disponibilidad aunque no haya respuesta.

Hoy es un día para ilusionarnos con la posibilidad de vivir estas tres actitudes: alabanza, reverencia, servicio.

¿Y cómo lo explicaba el P. Butiñá?

En una carta que escribe a su cuñada Dolores, Francisco Butiñá describe con gran belleza este Principio y Fundamento. Es un auténtico canto al Dios de la Vida.

“El hombre fue criado por Dios; luego, Dios es mi principio o creador. En efecto, hace cien años, cincuenta, ¿dónde estaba yo? Ya la tierra estaba cubierta de plantas, ya los pajarillos trinaban las alabanzas del Señor y yo todavía no era nada. Un granito de arena, entonces, valía más que yo. ¿De qué, pues, puedo ensoberbecerme? ¿De quién, pues, he recibido el cuerpo y el alma que ahora tengo? ¿He venido al mundo por azar o casualidad? Imposible, que del azar no saldrá nunca una obra tan bien dispuesta y ordenada como el hombre.

 ¿Quién fue, pues, que me formó en las entrañas de mi madre sino Dios n. s. con poder y sabiduría admirables?

 ¡Oh buen Dios, ¿quién no os amará? Antes de que nadie pensase en mí, desde toda la eternidad, vos me amabais y teníais decidido ponerme en este mundo. ¿No podíais crear otros que os habrían alabado y servido mejor que yo? Sin duda, y, dejándolos a ellos en el abismo de los posibles, ¡me creó a mí!”

 

Para la oración:

En primer lugar, dediquemos un tiempo tranquilo a releer y saborear los textos de Ignacio de Loyola y Francisco Butiñá.

Esta oración, que recibe el nombre de “Principio y Fundamento” en la práctica se traduce por una manera de estar en la vida, una vida guiada por la intención de permanecer en actitud de alabanza, reverencia y servicio a Dios, en lo más grande y en lo más cotidiano:

“¿Qué sería si a todo esto añadieses que además de ofrecer a menudo las obras ordinarias al servicio de Dios, como barrer, lavar los platos, coser, hacer alpargatas, cocinar, etc., procurases alzar de vez en cuando el corazón a Jesús y a María?” (Carta de F. Butiñá a su cuñada Dolores Oller, 1868)

 

Para compartir: 

Ante este Dios de la Vida, ¿qué lugar queremos ocupar en la vida? ¿Dónde queremos que Él nos sitúe? Vamos a intentar expresarlo con una frase breve que compartiremos en el grupo.