Orar con las oraciones aprendidas

El Padrenuestro es quizás una de las primeras oraciones que aprendimos de memoria y aquella que solemos recitar más a menudo. Es la plegaria que Jesús regaló a sus amigos cuando ellos le pidieron: “Enséñanos a orar”. En esta oración le hablamos a nuestro Padre, pero, a veces, la recitamos tan deprisa, tan distraídos… ¿Sabemos lo que le estamos diciendo? ¿Rezamos a conciencia cada palabra o lo hacemos como una mera repetición sin sentido?

PALABRA DE DIOS

Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos». Él les dijo entonces: «Cuando oréis, decid: Padre nuestro, santificado sea tu Nombre» (Lc 11, 1ss).

Te invitamos a rezar un Padre nuestro meditado:

Cuando digas “Padre” comprométete a vivir como hijo.
Y di “nuestro” para vivir en fraternidad sintiéndote hermano de todos.
Reconoce que “está en el cielo” y vive pensando
que hay mucho más que la realidad temporal.
Expresa el deseo de que “sea santificado tu nombre”
y hónralo, respétalo y dalo a conocer a todos.
Cuando pidas que “venga a nosotros tu Reino”
decídete a trabajar por la justicia y la paz.
Decir que “se haga tu voluntad” es aceptar y querer
la voluntad de Dios aun cuando duele y no vemos claro.
Pide “el pan nuestro de cada día”
y preocúpate por trabajar para ganarlo
y hacer algo por compartirlo con los que pasan hambre.
Ábrete al “perdón de nuestras ofensas”
aprendiendo a perdonar como Él nos perdona.
Clama para que “no nos deje caer en la tentación”
y esfuérzate por hacer el bien y rechazar lo malo.
Reza para que “nos libre del mal” y di “Amén”,
cuando te hayas tomado en serio cada una de estas palabras.

SUGERENCIAS PARA LA ORACIÓN

En una de sus muchas cartas, Francisco Butiñá explicó a su cuñada Dolores cómo orar a partir de las plegarias aprendidas. Podemos leer esta sugerencia y hacerla nuestra:

“Tú, que querías saber cómo se meditaba, lo encontrarás un poquito explicado en el Áncora de Salvación. Una cosa te quiero encargar, y es que, de vez en cuando, en lugar de rezar muchos padrenuestros u otras oraciones, te entretengas en pensar el significado de cada palabra. Por ejemplo, decimos la “Dios te salve, Reina y Madre”; después de la salutación: “Dios te salve”, que quiere decir: Dios te guarde, pensar de qué cosas guardó Dios n. s. a su Madre; y por qué nos alegramos de que la librase del pecado original y la preservase de los demás pecados. Cuando ya no se te ocurra nada más que pensar ni afectos de amor, de esperanza, de fe, de agradecimiento, etc. que ejercitar, pasa a la palabra siguiente: “Reina”. ¿Qué quiere decir Reina? ¿por qué es nuestra Reina la Madre de Dios? ¿Qué hago para obsequiar a una Reina tan grande y poderosa? Después de satisfecha de los afectos que te ejercitarán dichos pensamientos, examinar lo mismo en la palabra “Madre”. ¿Es María madre nuestra? ¿y por qué? ¿Se porta como tal? ¿y yo correspondo a su amor? Y todas las demás preguntas que te pasen por la cabeza. Luego se pondera la palabra “misericordia”, aplicada a María; seguidamente, “vida”, y así sucesivamente. Dolores queridísima, cree que éste será uno de los modos de meditar más fructuosos para ti. Aunque alguna vez te parezca una cosa fría y desabrida, no dejes de hacerlo a menudo; y cuando no sientas devoción, pide al buen Jesús que te ilumine, ya que Él debe ser nuestro Guía principal.”

(F. Butiñá, Carta a Dolors Oller, León, 10 de agosto de 1868)