La misericordia y la fidelidad se encuentran
Sucedió en el nacimiento de la industrialización española, allá en la segunda mitad del siglo XIX. Cambios sociales, económicos, religiosos, nuevas necesidades. El devenir histórico ofrece odres nuevos, hay que llenarlos. Pero… ¿con qué? ¿Dónde está el vino nuevo, el vino que suscite alegría, esperanza en los pobres; el vino que les haga sentirse parte de la sociedad y el vino de quienes son y se sienten familia de Dios, amados por Dios; en suma, el vino que les dé vida?
En esa encrucijada de caminos e interrogantes se encontraron la misericordia y la fidelidad, y del encuentro brotó el vino nuevo. Fue un encuentro a tres bandas:
- Un arquitecto de lagares y viñador emprendedor, con olfato sensible a los nuevos gustos y necesidades, conocedor de los secretos de la vid y de la uva.
- Unas uvas de nueva cosecha.
- Un operario (un «manitas») aliado con el viñador y convertido por él en ingeniero de lagares.
Entre las tres bandas completaron la fórmula: cada una aportó una fidelidad probada y confianza en las otras. El arquitecto y el ingeniero, además, un corazón grande, lleno de misericordia, ilusionado con producir una marca que, por lo nueva, sabrosa y oportuna, sacudiera el mercado.
Unas uvas de Aiguaviva, cuidadas por el viñador experto y trabajadas en el lagar diseñado por el ingeniero de Bañolas, dieron el vino nuevo ofrecido en los Talleres de las Hijas de San José. Los que entendían de vinos y de odres nuevos saludaron, con júbilo, esta nueva marca y soñaban que sería más universal que la coca-cola: «va a gustar y estará al alcance de todos los bolsillos», se decían.
La nueva bebida había sido pensada para los pobres, aunque podía tomarla cualquiera y hacía bien a todos. Parecía de ciencia ficción. Pero era verdad: quien bebía de ese vino (Nazaret era su marca), y más si lo bebía en los Talleres de las Hijas de San José, tenía grandes y lindos sueños (sueños de fraternidad, de solidaridad, de sencillez y humildad…), poco a poco se quedaba transformado, transformada en lo que soñaba y, a su alrededor, el mundo comenzaba a cambiar. Los pobres, las pobres, levantaron la cabeza, recobraron fuerzas y, sobre todo, recobraron la alegría. Alegría de vivir, alegría de servir, de trabajar, y, más todavía, alegría de sentirse especialmente amados y amadas de Dios.
Han pasado muchos años. Este vino «Nazaret» pudo sobrevivir a pesar de las luchas y presiones del mercado, aunque, para ello, debió varias algunos componentes de elaboración, lo cual trajo como consecuencia cierta disminución en sus efectos. No obstante, viñador e ingeniero no desistieron nunca de su primer proyecto y esperaron el momento propicio para volver a elaborarlo con la fórmula original.
Hoy es la oportunidad. Cambios vertiginosos y profundos de todo tipo están pidiendo vino nuevo. Viñador e ingeniero están empeñados en ello y hace tiempo que están trabajando las viñas con ilusión. Las necesidades del mercado y la sensibilidad del paladar de los consumidores han cambiado. Por ello, ambos empresarios han visto necesario introducir algunas modificaciones en el proceso de elaboración y en las viñas. Variarán las uvas, el lagar y los depósitos de fermentación. Estos serán artesanales, pero adaptados a la normativa (léase directivas) del ministerio de agricultura, sanidad y consumo. ¿Y las uvas? Se han diversificado las clases de cepas, la tierra en que se cultivan es distinta y muy variada, como lo son el abono y el clima aportados por la cultura. Todo ello enriquecerá y mejorará la calidad del vino, piensan el viñador y el ingeniero, y nos permitirá diversificarlo (seco, dulce, rosado, blanco…) Es la manera de que tenga más salida y se amplíen su radio de acción y su efecto transformante.
– Bien, todo muy bien armado, ¿y si las uvas no llegan a sazón? – preguntó un periodista que llegó para interesarse por el proyecto. – Ya saben ustedes: una helada fuera de tiempo, un granizo, una sequía…
-Ya lo tenemos en cuenta. Las uvas son el elemento clave. Hemos tomado todas las previsiones, pero les hemos dado un margen de libertad e iniciativa. Por el momento parecen interesadas en el proyecto y han comenzado a crecer bien. Esperamos que lleguen al punto de sazón que la marca requiere.
-Y si las uvas no alcanzan ese punto, ¿ustedes modificarán la fórmula?
-Ni hablar, ¡qué esperanza! Los ingredientes que aporta el encuentro a tres bandas son imprescindibles. Precisamente ellos son los que hacen del vino «Nazaret», un vino exclusivo.
-¿Y qué ingredientes son, si se me pueden revelar?
-¿Cómo no? Los ingredientes son fe en el proyecto, por parte de las uvas; fe, sobre todo, en el viñador y el ingeniero; misericordia y fidelidad.
-Curiosa fórmula. Gracias por revelarme la primicia. Ojalá que las uvas estén a la altura de sus expectativas. Ojalá tengan éxito. Veo su proyecto muy interesante.
Mª Sagrario Goñi, FSJ
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