Acercándonos a la vida del P. Butiñá

«Cuán grande fue mi júbilo al ver principiada…la fundación del Instituto de esas buenas josefinas, destinadas a fomentar en sus talleres la virtud por medio de la piedad y el trabajo y cuán grande el deseo que tengo porque se lleve a feliz término y se extienda por todo el mundo esta nueva Institución”.

Francisco Butiñá, s.j. Dedicatoria de «La Luz del Menestral», 1875

En Tarragona, debilitado en las fuerzas del cuerpo,
pero, arraigado en la fortaleza de Dios.

Retirado de cuanto había sido su campo de acción,
pero, profundamente vinculado a la vid que le había sustentado
en los caminos del apostolado.

Viviendo la experiencia de la honda soledad, pero,
atrapado fuertemente por la certeza de que Dios,
el Dios de nuestro Señor Jesucristo, le acogía y le envolvía en su ternura de Padre, dejaba Francisco Butiñá esta tierra nuestra y se dejaba conducir, lleno de confianza , hasta los dinteles de otra tierra…, la morada de la luz, donde “ya no hay llanto ni dolor pues lo de antes ya ha pasado”.

El reflejo de la gloria de Dios, inundó el ser del Padre Butiñá, se disipó en él toda oscuridad, el amor llenó su nueva vida y alcanzó la plenitud.

Su vida es para nosotras un estímulo y una llamada fuerte a hacer más viva la luz que prendió en su corazón. Cuanto más acogemos la densidad de su experiencia espiritual y sabemos de la grandeza de su alma, mejor comprendemos el significado de su vida, más le queremos y más sentimos el carisma y misión que él nos entregó como don recibido de Dios.

Descubrir al P. Butiñá como “el operario infatigable de la viña del Señor», en la actitud del justo que deja a Dios amplia entrada y se deja despojar sin dramas, con la mirada serena, nos ayuda a entender cuál es el camino.

El camino que recorre Jesús, es el mismo que ha de recorrer todo verdadero discípulo. Es la muerte del Padre Butiñá, como el final de la lamparilla que permanece fiel hasta quedar absorbida por la misma cera que la sustenta.

Después de ser luz, se entrega en silencio…
“Lleno de días y virtudes, confortado con los santos sacramentos, se durmió, plácidamente, en el Señor, en Tarragona el día 18 de diciembre de 1899″.

La mirada vuelta a Francisco Butiñá, a su vida arraigada en Dios, a su intento constante de arraigar en su propia vida, la vida de Jesús, como él lo contemplaba en Nazaret, a su incansable celo, a su entrega incondicional y desinteresada a los más pobres…, da densidad a nuestro corazón para llenarlo de inquietudes y deseos.

Como el P. Butiñá, necesitamos llegar con la mirada del corazón a Nazaret, a nuestras actitudes ante el trabajo y a los lugares pobres del mundo del trabajo que, también hoy, sufren la ausencia de Dios.
Este día que se aproxima, puede ser para cada una de nosotras, Hermanas, un 18 de diciembre lleno de luz.

Toma, sencillamente, la vida del P. Butiñá, toma el evangelio de Lucas 4,14-22 y otros textos de la misión de Jesús, mira el mundo…y permanece en silencio…

Hoy vamos a dejar que nos diga Él su palabra, a la luz de la vida del P. Butiñá y a la luz del carisma que es vida.

PADRE BUTIÑÁ, ¡GRACIAS POR TU VIDA, GRACIAS POR TU ENTREGA!

Que no temamos VIVIR, en profundidad, “NAZARET”, desde la identificación con JESÚS… en lo más sencillo: en su oración, en su trabajo, en sus elecciones, en todo su camino.

El escrito no está firmado, pero sabemos que su autora es Mª Jesús Aguirre fsj y que lo escribió para el aniversario de la muerte del P. Butiñá, 18 de diciembre, cinco meses antes de que un cáncer le arrebatara la vida. El escrito se publicó en enero de 2002 y ella murió el 20 de mayo de 2002