Magníficat de San José

Mis manos son salmos
en cada golpe de herramienta,
y todo mi ser rebosa de alegría
en Dios, hecho viga de nuestra madera,
porque ha mirado con agrado
la inocencia de mi querida María
y la pobreza de un carpintero.

Desde ahora y por todos los siglos
a ella le dirán Madre de Dios
y a mí, me tendrán por Patriarca
todas las generaciones,
porque el Señor poderoso,
el del perdón, la misericordia y la ternura,
ha hecho una obra bella en nosotros.

Su brazo hace palanca para cambiar el mundo,
colma la mesa de los pobres
y deja vacía la de los ricos.

A mi esposa, convertida en Madre,
ha hecho umbral de Dios
y a mí, portal de Jerusalén,
aunque, sin duda, sólo soy
un poco de esperanza al lado de una virgen.

A ambos y al mismo tiempo,
nos ha dado albergue
y nos ha hecho albergue de Israel
mostrando su misericordia en aquel vientre
y en estas manos,
hechas espera de un recién nacido
que no es mío,
pero que es mío para siempre.