Orar con los amigos

¿Por qué Dios hizo a los amigos? En su sabiduría y amor por nosotros, Dios creó al amigo, alguien en quien podemos confiar, un ser leal, comprensivo, que siempre estará a nuestro lado. Dios pensó en alguien que nada nos reclama, que escuchara nuestras contradicciones sin juzgarnos, que no espera que seamos mejores ni peores, sino que nos acepta tal como somos y nos quiere así.

Dios creó a los amigos para reír y llorar, para desahogar nuestros sentimientos más íntimos, para poder expresarnos sin fingir. Por los amigos, gracias, Señor.

Petición: Señor, hoy no te hablo de mí, sino de las personas que llenan mi corazón.

¿Quiénes son las personas importantes en mi vida? Repaso las diferentes épocas de mi vida y los rostros que me hablan de amistad. Escribo sus nombres.

SALMO DE LOS AMIGOS

Te doy gracias, Padre Bueno, Dios de la Vida, por los amigos que me regalas en el camino de la vida. Mis amigos me alientan, Señor, saben encontrar lo mejor de mí mismo, me aceptan como soy y se alegran con lo bueno que tengo.
Me ayudan a caminar con nuevas fuerzas y me estimulan a buscar nuevas metas. Ellos me acompañan, me aconsejan, siempre están atentos, dispuestos a ayudarme y a escuchar mis palabras.

Me recuerdan tu presencia, Padre Bueno, Dios de la Vida.
Con mis amigos, Señor, comparto mis sueños, mis esperanzas,
mis locas utopías de un mundo nuevo.
Con ellos intentamos aportar nuestro granito de arena para que los sueños
se vuelvan realidad y las utopías se acerquen en la historia y en la vida cotidiana.

Mis amigos me quieren, Señor, me acercan su sonrisa para alegrar mis días.
Comparten mis silencios, escuchan mis palabras,
están conmigo en los buenos y en los malos días.
Me regalan su ternura, comparten su cariño,
me ofrecen sus brazos abiertos para el abrazo del encuentro.

Mis amigos me corrigen, Señor, me ayudan a mejorar,
me muestran mis lados oscuros, me enseñan a cambiar.
Porque me quieren me comentan mis errores,
me levantan de mis caídas, me ayudan a superar conflictos y dificultades.

Con ellos cuento siempre y por eso te doy gracias.
Me recuerdan tu presencia, Padre Bueno, Dios de la Vida,
tu presencia llena de luz para mi vida, que me revela mi propia identidad,
que me muestra nuevas posibilidades y caminos por recorrer.
Luz que me ayuda a discernir, a conocer mis flaquezas y a buscar mejorar
en el crisol de la confianza y la corrección fraterna.

Te doy gracias, Señor, por mis amigos, en el crisol de la vida compartida.
Padre Bueno, Dios de la Vida, sus manos abiertas, cercanas, compañeras,
me transmiten tu presencia, hecha encuentro y comunión.
Por mis amigos y amigas ¡gracias a la vida, gracias a Dios!

Marcelo Murúa

Una adaptación de Juan 15, 12-18

Jesús estaba con sus discípulos en la última cena. Cuando acabaron de cenar, se puso a hablar con ellos. Estaba muy serio. Era como si les quisiera enseñar la lección más importante de su vida. Entonces les dijo: «Éste es mi mandamiento: amaros los unos a los otros, como yo os he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Vosotros sois mis  amigos, si hacéis lo que yo os mando. Si haces las cosas por obligación, por dinero o por miedo, entonces eres un siervo. Pero para mí vosotros no sois siervos. Sois mis amigos. Y si hacéis lo que yo hago, si vivís de la misma forma que yo, quiero que sea por amistad. Yo os elegí a cada uno de vosotros y os enseñé lo que he aprendido de mi Padre Dios. Os he destinado para que vayáis y deis fruto, un fruto duradero».