Salmo de la sabiduría del pobre
Trabajador, bendice con toda tu alma al Señor,
y que todos tus compañeros sigan tu santo camino.
Trabajadora, bendice con toda tu alma al Señor,
y que todas tus compañeras no olviden sus beneficios.
Él se compadece de todas nuestras debilidades,
cura todas nuestras dolencias.
Él recata nuestra vida del reajuste
y nos fortalece con su bondad y compasión.
Enseñó sus caminos a quienes desfallecen
y sus hazañas a los que las organizan.
Trabajador, contigo el Señor es clemente y compasivo;
paciente y misericordioso contigo, trabajadora.
No está siempre reprochando tu apatía
ni guarda rencor perpetuo por tu individualismo.
No nos trata como a los mercaderes del templo
pero tampoco aprueba que arrojemos la primera piedra.
Cuenta cada una de nuestras dolencias
y su deseo es que no persistan por siempre.
Como dista el oriente del ocaso
así aleja de nosotros mayor escarnio y violencia.
Como una madre siente ternura con sus hijos
así se enternece Dios con los trabajadores.
Como un trabajador se hace solidario con su compañero,
así, Jesús de Nazaret
se hace solidario con los obreros,
pues Él conoce nuestra situación laboral y humana
y sabe bien en el deterioro en que estamos.
La compasión de Jesús con los trabajadores
dura desde siempre y hasta siempre.
Su justicia pasará de generación en generación
para los que prosigan su misión,
anuncien la buena nueva de la liberación
y quiten el dolor a su pueblo.
Bendecid al Señor trabajadores suyos,
poderosos y frágiles ejecutores de sus órdenes,
prontos a cumplir su voluntad.
Bendecid al Señor, multitud de trabajadores y trabajadoras anónimas,
servidores en el trabajo creador.
Con toda el alma, bendecid a Jesús
en la fábrica, en el campo, en la casa,
en la oficina, en el taller.
En todo lugar, bendecid a Jesús de Nazaret.