ENCARNACIÓN

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«Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús».

Mt 1, 21

Petición

“Demandar lo que quiero: será aquí demandar conocimiento interno del Señor, que por mí se ha hecho hombre, para que más le ame y le siga”.

 

Introducción a la contemplación de los misterios de la vida de Cristo

La contemplación es una oración en la que miro a Jesús. Esa mirada es sosegada. Cuando me miro a mí mismo, mi mirada es exigente. Pero cuando miro a la naturaleza o al Señor es una mirada tranquila, en la que no pretendemos conseguir nada efectivo, sino solo que algo nos toque el corazón. No es una cavilación, no es andar pensando o razonando. Es como contemplar a un bebé. Solo disfrutamos viendo a la criatura. Se trata de gastar el tiempo contemplando gratuitamente. Y si lo hacemos de corazón, eso nos afecta.

La contemplación no es mirar la película sino meterse en la escena. En la contemplación no soy un mero espectador. Me traslado al tiempo de Jesús, para sentirme afectado por lo que veo.

La contemplación nos exige salir de nosotros mismos. Muchas veces la oración es un poco egocéntrica, pero contemplar al Señor nos permite mirar más allá.

 

Contemplación de la Encarnación

Ignacio imagina a la Trinidad contemplando el mundo, dialogando entre ellos, decidiendo que el Hijo se encarne. La mirada de la Trinidad sobre el mundo es compasiva y lleva al compromiso. Mirar y escuchar a la Trinidad nos ayuda a examinar cómo son nuestras miradas y nuestros diálogos sobre el mundo.

El P. Butiñá se refiere también a esa mirada de la Trinidad:

“Por el amor inmenso con que la Santísima Trinidad decretó vuestra Encarnación adorable para la salud del mundo”.  (Corona de Jaculatorias)

“¿Dónde fijará sus ojos el Dios de santidad y de pureza para elegir morada?” (La luz del menestral).

A continuación, Ignacio propone contemplar la anunciación a María (Lc 1, 26-38). Una mujer atenta al paso de Dios, que escucha una petición que le supera, y recibe una promesa: fíate de Dios.

Podemos contemplar esta escena de la anunciación a María y sentarnos a charlar con ella. Pero también podemos contemplar la anunciación a José (Mt 1, 18-25).

¿Un hijo concebido por obra del Espíritu Santo? José se siente en medio de una historia que le sobrepasa. Por eso decide huir, aun cargando con las culpas, porque esto a él no le toca. Sin embargo, un ángel se le aparece en sueños para decirle que él sí tiene parte en esta historia. Por eso, se le comunica una misión: “le pondrás por nombre Jesús”, que es como decirle: tú ayudarás a este niño a construirse una identidad.

En la vida hemos vivido algunas anunciaciones extraordinarias como la de María y muchas ordinarias como la de José, quizás en medio de situaciones de las que nos gustaría escapar. A veces, sentimos que esto es cosa de otros, pero Dios nos dice: “te lo pido a ti”.

Y José, sin decir nada, hace lo que Dios quiere. Ojalá también de nosotros se pueda decir que aunque quisiéramos huir, terminamos haciendo lo que Él nos pide.

 

ENCARNACIÓN

A mi medida.
¡Tan débil como yo, tan pobre y solo!
¡Tan cansado, Señor, y tan dolido
del dolor de los hombres!
Tan hambriento del querer de tu Padre (Jn 4, 34)
y tan sediento, Señor, de que te beban... (Jn 7, 37)

Tú, que eres la fuerza y la verdad,
la vida y el camino;
y hablas el lenguaje de todo lo que existe,
de todos lo que somos.

Sacias la sed, la nuestra y la del campo,
sentado junto al pozo de los hombres.
Arrimas tu hombro cansado a mi cansancio
y me alargas la mano cuando la fe vacila
y siento que me hundo.

Tú, que aprendes lo que sabes,
y aprendes a llorar y a reír como nosotros

Tú, Dios, Tú, hombre,
Tú, mujer, Tú, anciano,
Tú, niño y joven,
Tú, siervo voluntario,
siervo último, siervo de todos...
Tú, nuestro.
¡Tú, nosotros!

Ignacio Iglesias, SJ

Para compartir:

Contempla a José. ¿Qué te dice? ¿Qué te inspira? 

Resume tu experiencia de contemplación con una breve oración dirigida a José y compártela en el grupo.