LA PASIÓN

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«Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso».

Lc 23, 42


Petición

 

“Dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas, pena intensa, de tanta pena que Cristo pasó por mí”. (EE 203)

 

 

Contemplar a Jesús en su Pasión 

Para acercarnos a la Pasión de Jesús, Ignacio propone dos notas que ayudan a situarse:

 

  • “Considerar lo que Cristo padece en su humanidad”. Desde el principio de la fe cristiana, hay una dificultad para aceptar que Dios sufre y por eso hubo una herejía que decía que Jesús hace como que sufre para darnos ejemplo. La Iglesia se apresuró a corregir ese error: Jesús realmente sufre y realmente muere. En Él encontramos dolor físico, pero también otros sufrimientos: el fracaso, la sensación de que todo lo que ha hecho no sirve para nada y se vuelve contra Él; sus amigos, de los que tanto ha cuidado, huyen y le dejan solo; uno de ellos le traiciona… Incluso parece que hay un abandono por parte de Dios. Está clara la confianza de Jesús en su Padre, pero se pregunta “por qué me has abandonado”, como a veces también nosotros, ante las dificultades de la vida, nos preguntamos por qué….

 

  • “Considerar como la divinidad se esconde”. Para nosotros es crucial, porque en el fondo, mantenemos la imagen de un Dios arriba, que desde arriba, nos envía pruebas o nos alivia en el sufrimiento. En la Pasión, Jesús nos enseña que Dios no está arriba, sino abajo, en lo más abajo que se puede llegar, en un condenado a muerte, en el Crucificado, compartiendo su dolor. Tienen mucho sentido las imágenes artísticas en las que se representa a Dios Padre acogiendo a Jesús muerto. También en nuestra vida, a veces, parece que la divinidad se esconde.

 

Una manera de considerar la Pasión, en un día como hoy, es contemplar el momento final, cuando todo ha acabado, cuando con la lanzada queda el corazón traspasado, como expresión clara de que Jesús lo entrega todo. ¿Y qué es ese «todo»? Veamos algunos aspectos en los que ese «todo» se concreta:

  • Contemplemos en la cruz la entrega del perdón a sus verdugos. Jesús que ha vivido perdonando, muere perdonando. Les justifica: no saben lo que hacen, no comprenden el daño que hacen y que se hacen a sí mismos.

 

  • Contemplemos en la cruz la entrega del Reino a los pobres. La petición del Buen Ladrón es un modelo de oración: “Acuérdate de mí cuando estés en tu Reino”. El ladrón no es discípulo. Está ahí por casualidad, porque también ha sido condenado. Y de él sale una oración ejemplar: “Acuérdate de mí”… Nada más… No pide que le baje de la cruz, que le evite el sufrimiento. “Acuérdate de mí”, sin plazo, sin urgencia…  A esta oración sencilla y humilde, Jesús contesta con una generosidad desbordante: «HOY estarás conmigo».

 

  • Contemplemos la entrega de una madre para que los discípulos no se queden huérfanos, para que sean acompañados en su soledad, para que sean guiados en su esperanza, para que sean fortalecidos y acompañados en su oración.

 

  • Contemplemos como Jesús entrega su Espíritu al Padre: su fidelidad, su obediencia, su misión cumplida, su amor hecho fidelidad.

 

La contemplación del Corazón abierto y entregado de Jesús ha sido definitiva en la vida de muchos creyentes: Pablo, Ignacio… Seguramente también fue crucial en la vida del P. Butiñá:

“Entra a menudo, querido menestral: entra en el Corazón de Jesús, escuela de los pobres, asilo de los perseguidos, refugio de los desamparados, alegría de los afligidos, medicina de los enfermizos, consuelo de los que lloran, puerto de paz y dicha, corona de vida eterna”.

(Les Migdiades del mes de maig)

¿Qué me entrega a mí hoy este Crucificado?

PREGUNTAS A UN REY EN CRUZ

¿Qué corona es esa que te adorna,
que por joyas tiene espinas?
¿Qué trono de árbol te tiene clavado?
¿Qué corte te acompaña, poblada
de plañideras y fracasados?
¿Dónde está tu poder?
¿Por qué no hay manto real
que envuelva tu desnudez?
¿Dónde está tu pueblo?
 
Me corona el dolor de los inocentes.
Me retiene un amor invencible.
Me acompañan los desheredados,
los frágiles, los de corazón justo,
todo aquel que se sabe fuerte en la debilidad.
Mi poder no compra ni pisa,
no mata ni obliga, tan solo ama.
Me viste la dignidad de la justicia
y cubre mi desnudez la misericordia.
Míos son quienes dan sin medida,
quienes miran en torno con ojos limpios,
los que tienen coraje para luchar
y paciencia para esperar.
Y, si me entiendes, vendrás conmigo.
 
José María Rodríguez Olaizola, SJ

 

Para compartir: 

En este día, nuestro compartir ha de ser muy austero, como muestra de recogimiento y adoración. Por eso, lo que vamos a escribir en el grupo es una sola palabra,  que exprese nuestro sentimiento ante Jesús que da la vida por nosotros.