RESURRECCIÓN

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«¡Es el Señor!»

Jn 21, 6

 

 

Petición

“Demandar lo que quiero, y será aquí pedir gracia para me alegrar y gozar intensamente de tanta gloria y gozo de Cristo nuestro Señor”.

(EE 221)

 

En encuentro con Cristo Resucitado

Hemos contemplado a Jesús de Nazaret desde que nace hasta que muere, dejando en nosotros la seducción, el atractivo… por su persona y por su misión.

Por la Resurrección, ese Jesús de Nazaret, que me ha seducido y me ha llevado tras de sí, se convierte en Cristo, el Señor. Y a partir de ahora, no se trata solo de imitarle y de intentar asimilar su estilo, sino que Él se nos mete dentro, nos habita. Y cada uno de nosotros, y con toda verdad, podemos decir: «Cristo Resucitado vive en mí».

Los relatos de las apariciones se pueden contemplar desde muchas perspectivas. Una de ellas es la perspectiva del ENCUENTRO. Es posible el encuentro con Jesús que vive: es posible hoy y en la vida cotidiana. Ese encuentro, además, es fuente de vida, alegría y dinamismo apostólico.

Hemos de fijarnos en la pedagogía del encuentro que el Resucitado emplea con sus amigos.

 

  • Jesús no precipita el encuentro. Deja que los procesos humanos sigan su curso. Respeta el duelo de María Magdalena, la frustración de Emaús, las dudas de Tomás… Deja que esos procesos maduren porque en ellos las personas tienen la oportunidad de crecer.

 

  • Jesús sale al encuentro de una manera sencilla, no aparatosa, no impositiva. Su presencia está abierta a la acogida y a la ignorancia. Para buscar a Dios hay que estar atentos y abiertos. Dios se hace presente de manera discreta, y por eso, a veces, pasa desapercibido. Las apariciones nos hablan de la necesidad de estar abiertos, porque el Señor puede llegar, no como esperamos, sino de un modo desconcertante.

 

  • Jesús se hace presente en las situaciones difíciles: en medio de la oscuridad, del miedo, del desencanto… Ninguna de esas situaciones es obstáculo para que Jesús llegue hasta nosotros. Jesús atraviesa la pared de nuestra ignorancia y de nuestra incredulidad.

 

San Ignacio de Loyola dice que en la Pasión la Divinidad se esconde, pero en la Resurrección se manifiesta por sus santísimos efectos, o dicho de otro modo, el Resucitado pasa liberando a las personas, en la particular situación en la que cada una se encuentra: 

  • Libera a María Magdalena de la tristeza y la nostalgia, de la mirada hacia atrás. La libera de esa nostalgia espiritual que es ver a Dios sólo en el pasado. El Resucitado pronuncia una palabra que la saca de sí misma y que la invita a reconocerle en el presente, para enviarla a los hermanos.

 

  • Libera a los apóstoles del miedo y de la cobardía. Los libera de meterse entre cuatro paredes. El Resucitado les devuelve a la confianza, a la libertad, al testimonio, a la vida.

 

  • Libera a Tomás de su dinámica de negatividad… El Resucitado le abre a la confianza en los hermanos, a la escucha humilde de lo que vive la comunidad, a la fe…

 

  • Libera a Pedro de la culpabilidad, de las dudas sobre sí mismo, del sentimiento de fracaso personal, de la tentación de sentirse indigno… A veces, para no hacer nada, nos justificamos diciendo “yo no sirvo”. Nos refugiamos detrás de nuestro fracaso para no comprometernos. El Resucitado abre al perdón y el perdón abre la puerta del futuro. A Pedro no le afea su conducta pasada, no le pregunta qué hiciste mientras me condenaban, sino que le indica lo que puede hacer de ahora en adelante: «apacienta mis ovejas». Le confirma en la misión, le devuelve la confianza.

 

Dice San Ignacio que hemos de “mirar el oficio de consolar que Cristo, nuestro Señor trae, y comparando como unos amigos suelen consolar a otros”. El Resucitado aparece ofreciendo el don de la consolación, que es siempre dinamizadora.

En este contexto, escucha las palabras del P. Butiñá en “La luz del menestral”:

Aliéntate, pues, obrero cristiano, porque puedes ser un santo, y un gran santo”… “Ama, pues, con santo orgullo la profesión a que Dios te ha destinado; trabaja por desempeñarla como de ti espera el Todopoderoso, y con esto llegarás a un grado de santidad superior al que te imaginas”…

El mismo título del libro, “La Luz del menestral”, es en sí mismo fuente de consolación. La Luz, que es Jesús Resucitado, no dejará al menestral, no permitirá que la rutina se convierta en oscuridad y fracaso. La Luz, que es Jesús Resucitado, permite contemplar el trabajo en su sentido profundo, como colaboración con el Creador, como servicio a los demás, como fuente de santificación. Es consolador saber que en nuestras tareas cotidianas, en lo de todo los días, Cristo nos espera para conducirnos a la santidad, es decir, a la vida verdadera.

Nuestra vida cotidiana es el nuevo lugar de encuentro con el Resucitado, la nueva Galilea. Ahí es donde Dios nos busca. No solo eso. Es el lugar donde Dios nos invita a poner en juego lo mejor de nosotros mismos. No hay situación humana que sea obstáculo para que se dé este encuentro y esta esperanza. De nuestra parte, lo que tenemos que hacer es permanecer con el corazón atento y abierto.

PARA RESUCITAR CON VOS

Ilumina nuestras sombras para llevar tu luz.
Ilumina nuestras sonrisas para abrazar tus resurrecciones.
Ilumina nuestras impotencias para fortalecernos en tu amor.
Ilumina nuestro andar, hoy quedándonos en nuestros hogares, 
para crecer en la entrega.
Ilumina nuestras palabras para no tener miedo a tus silencios.
Ilumina nuestras lágrimas para seguir sembrando.
Ilumina nuestros errores para aprender de vos 
Ilumina nuestra oración para no ser sordos a tu llamada.
Ilumina nuestro latir para no perder el ritmo del Reino.
Ilumina nuestras necesidades para animarnos a vivir más allá de ellas
Ilumina nuestro amor para que sea incondicional 
y hasta el extremo como el tuyo.
Ilumina nuestro soñar para despertar contigo.
Ilumina nuestra música para cantar con los demás
Ilumina nuestras heridas para regarlas desde tu manantial.
Ilumina nuestros carismas y nuestras espiritualidades, 
para que sean plenitud de vida.
ilumina nuestras distancias para construir nuevas cercanías.
Ilumina nuestra Eucaristía, hoy espiritual, 
para hacerla en memoria tuya.
Ilumina nuestra paz, que es la Tuya.
 
Marcos Alemán SJ

Para compartir: 

Hoy es un día lleno de luz. La luz de Cristo Resucitado llena nuestra vida de una luz nueva. Y Él nos invita a compartir esta luz. 

Piensa dónde o cómo quieres ser luz de Jesús Resucitado para los demás. Y después de pensarlo, vas a expresarlo en una frase que comience siempre por «Quiero ser luz de Cristo….» 

Hoy vamos a compartir un gesto. Todos vamos a hacer el mismo gesto, como signo de la comunión que ha surgido entre nosotros. Será el gesto de pasarnos la Luz de Jesús, de unos a otros. Para ello, sigamos atentamente estas indicaciones: 

  1. Necesitamos que nos mandes un vídeo pasando la llamita de una vela, de derecha a izquierda, dejándola un segundo en medio, con el teléfono móvil o celular en vertical. (Abajo tienes un ejemplo de cómo hacer el vídeo, que no dure más de 5 segundos).
  2. A continuación del vídeo, completa la frase que antes has pensado: «Quiero ser Luz de Cristo Resucitado……….»
  3. Tanto el vídeo como el texto lo compartiremos en el chat a la hora acostumbrada. 

Aquí va el ejemplo… ¡Gracias por participar!

«Quiero ser Luz de Cristo Resucitado en el mundo del trabajo».