Misión en El Cerro
Siempre que surge una misión es a partir de una necesidad, alguien expresa este sentimiento, lo comunica, otra escucha, se suma, otros pregun- tan, se suman, se piden colaboradores, aparecen…Y una vez allí, en la acción, en el compartir, en el discernir… es uno que se siente renovado, vuelto a alumbrar en la fe. El contacto a través de Jesús con los otros nos hermana, sea cual sea la nacionalidad, origen, creencia. En la escucha, el decir y compartir se ofrecen y se ponen en oración y comienzan a verse “tramas” de esas que tejen y destejen la vida de cada uno de nosotros y en las cuales Jesús nos va animando en esperanza nos va dando fuerza para ser sal y luz, “en el momento justo”.
Si miramos la imagen que usamos, el pin, distintivo, tiene una Fortaleza, ya que en el barrio que llevamos a cabo la Misión, barrio en el que vive la Comunidad, se en- cuentra construida la Fortaleza General Artigas, antigua fortificación de Uruguay construida en 1808, considerada uno de los principales símbolos del país y de la ca- pital, debido a su presencia en el escudo nacional y el escudo departamental. Es también, en la actualidad, uno de los sitios más visitados de Montevideo. Usando este símbolo les contamos qué planeamos y cómo fuimos descubriendo la presencia de Jesús por estas calles en subida y en bajada, recorridas en familia.
Fueron días de mucha comunión josefina. Entretejimos un ambiente familiar que nos hizo vibrar, al mejor estilo nazareno, lo que tantas veces rezamos y cantamos. Tocar con nuestras manos las realidades de tantos hermanos, fue y sigue siendo, un regalo para todos los que tuvimos la oportunidad de vivir la Misión. Organizamos este tiempo intentando hacer lugar a todas las sorpresas que Dios tenía pensadas para nosotros. Las Comunidades del Cerro y de Burzaco, (Hermanas y Laicos) nos propusimos en los días de Misión ser portadores de alegría y de es peranza, compartir con la gente del Cerro la experiencia de vivir animados por Jesús y agradecer a nuestro pueblo el habernos recibido hace 100 años.
Rezamos la vida desde tempranito, calentando nuestro principal motor, el corazón, con la oración en comunidad y luego del desayuno salíamos de a dos o tres a visi tar a los vecinos de cerca y de lejos, de arriba y de abajo.
Tenemos mucho para agradecer porque el regalo de visitar se transformó en encuentro de vida para nosotros, salir para entrar en el corazón de la gente y disfrutar de los espacios generosos de diálogo, gestos, silencios…
La alegría fue como la banda sonora de esos días… entre nosotros y con aquellos que diariamente nos cruzábamos o nos recibían en sus casas. Alegría, semilla que intentamos compartir y repartir frente a tantas situaciones de dolor, soledad, tristeza, enojo…
Largos ratos de tarde–noche, los dedicábamos a compartir, como para tomarnos el pulso, agradecer el corazón del pueblo uruguayo, tan respetuoso, sincero, discreto, entrañable…y evaluar aquello que debíamos corregir o impulsar al día siguiente a la hora e comenzar la caminata.E
Estamos convencidos de la fuerza de la oración y de lo que somos como familia. Fuimos pocos pero nos sentíamos “legión”… comunidad en marcha, familia que trabaja y vive unida en el Taller para ser buena noticia en medio de tantas pálidas y sin sabores. La tarea misionera la llevamos a cabo en las dos Parroquias que la Comunidad acompaña: Nuestra Señora de Fátima y Santa María de la Ayuda. Las dos parroquias son atendidas y acompañadas por los padres jesuitas, con quienes estuvimos organizando la tarea de esos días. La extensa área del Cerro está habitada mayoritariamente por descendientes de inmigrantes de toda Europa: España, Italia, Lituania, Polonia, Rusia, Armenia y en donde las calles han sido denominadas con los nombres de esos países.
Encontrar culturas, modos, estilos, acentos, rostros diversos tornó de muchos co- lores nuestro sentir y aprendimos a descubrir también la riqueza que se esconde en las diferentes expresiones de la vida, y de la fe. Visitamos cuatro geriátricos de la zona, donde pudimos divertirnos recordando y jugando con refranes y palabras que nos pintan la vida cada día. Compartimos historias, inflamos sueños y de- seos…escuchamos, miramos…percibimos también la soledad, la tristeza, la enfermedad, distintos lazos que entretejen las realidades de nuestros abuelos y abuelas. Cuánto para agradecer… alegría, sabiduría y una gran cuota de ternura. Zarandeados por tanta vida que fuimos descubriendo, nos dimos cuenta que aunque la fe no es lo que caracteriza al pueblo charrúa, sin embargo percibimos los cimientos profundos que sostienen, crean y fortalecen y que tanto tenemos que aprender… valores cristianos, al fin, modos que, sin duda, describen el corazón de Jesús.
Amando y sirviendo a todos es lo que nos mueve y mantiene en el camino. Gracias a todos los que hicieron posible este tiempo de entrega sencilla. Gracias Hermanas Hijas de San José, misioneros de Nuestra Señora de la Ayuda y de Fátima, Talleres de Nazaret…Familia Josefina. Gracias por hacer y ser Misión, por hacernos sentir en casa, por disfrutar de tanto que nos une y descubrir la riqueza de las raíces del pueblo uruguayo.
Seguimos animando la esperanza, queremos seguir andando tus caminos y guardar en el corazón y en el alma tantos rostros hermanos que en estos días nos hablaron en Tu nombre.