En la oscuridad del taller

Tú me eres testigo, oh San José,
de que las verdaderas alegrías que he conocido,
son aquellas que tienen lugar en la sombra,
cuando me siento contigo.

Cuando alguien está privado de honores,
qué dulce es amar su oficio,
saber que trabajamos sobre tu banco de carpintero
y que nuestra familia contempla nuestra obra,
con la mirada benevolente de la fe.

Te tenían por poca cosa quienes
te conocieron en tu carpintería
de muebles sencillos y honestos.

Pero tú, Patrón estimado,
has depositado en el corazón de los obreros de buena voluntad,
a quienes no llegan los favores de los poderosos de este mundo,
esta semilla escondida que se llama amor
y que no se puede vender ni comprar.

Esta semilla, la haces tan fecunda en mí
que mi boca no sabe cómo proclamar mi alegría.
Dame, por tanto, vida escondida;
de lo contrario mi amor podría morir.

Francis Jammes