Jesús Obrero, Evangelio vivo del trabajo

Tú, Jesús Obrero de Nazaret, nos enseñas a creen en Dios,

creador de un mundo inacabado,

inspirador del auténtico desarrollo, justo y humano,

defensor de la dignidad de todo hombre,

de su condición de ser libre,

hijo del único Dios por ti revelado.

En tu rostro de humilde artesano,

se nos revela el Dios vivo, Señor de todo y de todos,

tu postura y actitud en el trabajo es certeza honda

de que es posible para el hombre

ser, en cualquier trabajo, tierra de Dios,

sin fronteras entre señores y esclavos.

En tu rostro te manifiestas como hombre

que en todo asume la condición humana menos en el pecado;

nos abres a la certeza del amor fiel de Dios,

que no libera a sus hijos ni del esfuerzo,

ni del dolor, ni de la lucha presente

por forjar la tierra nueva donde todos, en la mesa,

podamos compartir el pan, acoger la palabra

y alzar, en bendición y alabanza,

el corazón y las manos.

Tu trabajo es semilla, grano de mostaza, levadura…

que regenera y transforma lo más vulgar y cotidiano

en vida, tienda de encuentro, canción de paz y de esperanza.

Tu trabajo es el amor hecho visible

en lo sencillo y pequeño, en lo fácil y en lo arduo.

El trabajo, en tus manos, es unión y comunión.

Tú Jesús, en Nazaret,

eres el Evangelio vivo del trabajo.