San Isidro Labrador

Es una de las biografías incluida en «La Luz del Menestral». Lo que añade en esta versión son oraciones, devociones diversas, así como orientaciones prácticas, a las que titula «Obligaciones de labradores y jornaleros. Obligaciones de los criados». No hay que olvidar que estamos en el siglo XIX, por lo que algunas de estas consideraciones, en su forma y en su fondo, pueden resultarnos chocantes, pero lo importante es que el P. Butiñá, con estas concreciones, está facilitando lo que autores más modernos llaman «estructurar el deseo», es decir, proponer cauces, recursos, modos concretos para que los buenos deseos que nacen de una lectura espiritual no se queden en el aire sino que alcancen, realmente, a la vida.

«Era labrador de profesión, hombre sencillo, devoto, temeroso de Dios y con todos amables, e indulgente».

«Fue cavando la tierra y removiendo los terrones, como el prudente labrador que encontró el tesoro de la divina gracia, con la que compró el principado de la gloria celestial».

«Ocupaba toda la semana en el trabajo del campo, visitaba los domingos en el convento de Benedictinos, para escuchar verdades eternas que en medio de sus faenas servían de alimento a su alma».

«Isidro y su esposa, amantes del trabajo y vivieron contentos teniendo que ganar el sustento con el sudor de su frente».

«…Ofreciendo al levantarse todos sus pensamientos, palabras y obras a la honra de Dios…ya santificando con frecuentes aspiraciones a Jesús y a María, cuyo amparo no le faltaba jamás».

«El hambre de santidad nunca dice basta en el corazón del justo».

«Hacer todo el trabajo confiando en Dios».

Franscisco Butiñá, «Vida de San Isidro Labrador»