San José, el santo del silencio

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Celebramos la fiesta de san José, patrono de la Iglesia, a quien Dios le dio una gran misión la de cuidar, proteger, formar y sobre todo amar a Jesús, el Hijo de Dios.

En esta ocasión deseo reflexionar sobre una virtud muy importante de san José que es el silencio. San José es conocido como “el hombre del silencio” ya que en ningún pasaje bíblico vamos a encontrar hablando a san José, sin embargo, su aporte en la historia de la salvación es impresionante.

Si algo identifico a san José fue su capacidad y docilidad en escuchar a Dios, un hombre discreto, casi desapercibido, pero pieza fundamental, para que se cumpliera el plan de salvación. Sin embargo, sus silencios tienen una trascendencia eterna. No sabemos lo que dijo, pero sí lo que hizo.

Hizo pequeños gestos sencillos, pero al mismo tiempo heroicos, como trabajar, sacar adelante a su familia, amar por encima de todo y especial-mente pronunciar un sí silencioso, como el fiat que proclamo María en la anunciación.

En 1989, el papa san Juan Pablo II publico la Exhortación Apostólica Redemptoris Custos sobre la figura y la misión de san José en la vida de Cristo y de la Iglesia. En ella afirma precisamente esto: “Durante la vida de san José, que fue una peregrinación de la fe, José, al igual que María permaneció fiel a la llamada de Dios hasta el final».

La vida de María fue el cumplimiento hasta sus últimas consecuencias de aquel primer fiat pronunciado en el momento de la anunciación, mientras que José, en el momento de la anunciación, no pronunció palabra alguna. Simplemente, él hizo como el Señor le había mandado.

El papa Francisco afirmó que «el silencio de José no es un mutismo; es un silencio lleno de escucha, un silencio laborioso, un silencio que pone de manifiesto su gran interioridad». Mientras Jesús, en la casa del carpintero de Nazaret, creció en esta «escuela», buscando siempre «espacios de silencio en sus días», invitando a sus discípulos a hacer la misma experiencia.

Termino con esta oración del papa Francisco:

San José, hombre de silencio,
tú que en el Evangelio no has pronunciado ninguna palabra,
enséñanos a ayunar de las palabras vanas,
a redescubrir el valor de las palabras que edifican, animan, consuelan, sostienen.
Hazte cercano a aquellos que sufren a causa de las palabras que hieren,
como las calumnias y las maledicencias,
y ayúdanos a unir siempre los hechos a las palabras. Amén.


Azucena Becerra Rosas, fsj


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