El diálogo
“¿No sabían que me tengo que ocupar de las cosas de mi Papito Celestial?» Esas eran las palabras que resonaban en la cabeza de José, después de haber vuelto y encontrado a Jesús en el templo. Les volvió el alma al cuerpo a los dos, a María también.
Y mientras, ya sí, volvían nuevamente, ahora con Jesús caminando, un poco retrasados de la caravana, José hablándole dulcemente le dijo:
-Sabes que lo que nos dijiste en el templo, no nos molestó, porque nosotros ya lo sabíamos.
Y Jesús le responde, también dulcemente:
– Ya sé viejito, se asustaron al no verme. ¿Pero cómo es eso que sabían que debo ocuparme de las cosas de mi Papito Celestial?
José le respondió como en una especie de introducción:
– Ahora que vamos a caminar unos cuantos kilómetros para llegar a Nazaret, te vamos a contar.
Ahí intervino María alegremente, con esa sonrisa que la caracterizaba siempre, y le dijo:
– Cuando yo era jovencita y ya estaba comprometida con José, me pasó algo asombroso y emocionante. Se me apareció un ángel llamado Gabriel. Primero me saludó muy cortésmente y luego me dijo que iba a ser mamá, pero yo le respondí: «¿Cómo puede ser si yo no convivo con ningún hombre?» Gabriel me respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Dios altísimo te envolverá como una nube. Por eso, el niño que va a nacer será consagrado a Dios y lo llamarán Hijo de Dios».
– Guau !!!- exclamó Jesús.
-Y también me dijo que Dios había escuchado los ruegos de Isabel e iba a ser la mamá de tu primo Juan. Loca de contenta me fui a visitarla – prosiguió María.
– Mira qué linda acción tuviste: ya embarazada de mí, fuiste acompañar a Isabel en su alegría- observó Jesús-. Y vos viejito, ¿cómo viviste ese momento?
-Se murmuraba en el barrio eso, y yo quería a tú mamá y, no quería lastimarla, y no sabía cómo encarar la situación- dijo José.
-Y yo no sabía cómo decirle esto a José, pero el Papá Celestial con su sabiduría , siempre y en todo se encargó de iluminar.- María agregó al toque.
–Yo me iba a separar de ella sin que la gente lo supiera -prosiguió José- y mientras pensaba en esto, un Ángel del Señor se me apareció en sueños y me dijo: «José descendiente de David, no tengas miedo de recibir a María como esposa, porque el hijo que van a tener es del Espíritu Santo, y le pondrás por nombre Jesús. Se llamará así porque va a salvar a su gente de sus pecados. Todo esto sucederá para que se cumpla lo que el Señor había dicho por medio del profeta: La Virgen quedará encinta y tendrá un hijo el cual será llamado Emmanuel, que quiere decir Dios con nosotros«. Cuando desperté del sueño, hice lo que el Ángel del Señor me había mandado, recibí a tu mamá como esposa, muy feliz con el mandato del Señor.
– Alabo a mi Padre Celestial- dijo Jesús- por haberlos iluminado a que digan que sí, y por haberme regalado una familia y un humilde oficio de carpintero, que me enseñaste vos, José .
Y ya llegando el atardecer, los tres como una bella familia caminaron a su humilde casa en los arrabales de Nazaret. Y Jesús dijo alegremente:
– Caminen, caminen viejitos que ya falta poquito para llegar a casita…
Y aquí querido lector puedes entonar la canción «Vamos caminando a Nazaret».
Gracias por leer este humilde cuento.
Fuentes: Evangelio de San Mateo, edición «Dios llega al hombre», Sociedad bíblica argentina 1966-1970, imprimido en Argentina.
Este fue mi primer evangelio, que me regaló la mamá de un compañero de colegio y catecismo, Daniel Carraro. Esto fue alrededor de 1975, aquí en mi pueblo Burzaco – perdón ciudad. La librería era «Don Quijote», ubicada en la esquina de Alsina y 25 de Mayo, a la vuelta de la iglesia Inmaculada Concepción, donde tomé mi primera comunión. Y la segunda comunión, en el colegio San José, ¿no sé si lo conocen?
A través de la lectura de este evangelio yo fui descubriendo el Amor de Dios.
Jorge Alberto Viggiano
Arreglos: Pablo Ivan
Ilustración: Milagros Aylen
Aporte especial: Andrea