El trabajo como don

Francisco Butinyà i Hospital (Banyoles, Girona, 1834-Tarragona 1899) es un hombre guiado providencialmente por Dios para dar una respuesta a los hombres y mujeres del trabajo manual en los comienzos de la revolución industrial española.

Descendiente de una laboriosa familia de “corders” o cordeleros catalanes, conoce desde niño el mundo del trabajo manual y él mismo lo experimenta trabajando en su juventud en el telar de su padre. Hombre observador y sensible, amante de la vida, de la familia y de su tierra catalana, ingresa en la Compañía de Jesús a los veinte años. El proyecto de vida trazado por Ignacio de Loyola abre un amplio cauce a su gran dinamismo evangelizador y potencia sus capacidades naturales para el estudio y la investigación. “Ser un buen hijo de la Compañía”, como escribe en cartas familiares, es un objetivo que le acompaña a lo largo de su existencia.

Permanece en Cuba como estudiante de 1859 a 1863. Desde el elitista colegio de Belén en la Habana Vieja, adjudicado a la Compañía en 1854, descubre una sociedad llena de injusticias, en la que se estaba fraguando la rebelión de los esclavos. Su gran sensibilidad y su natural bondadoso y compasivo quedan impactados.

De regreso a España y concluidos en León los estudios de teología, su inquietud apostólica comienza a orientarse hacia los hombres y mujeres pobres del mundo del trabajo. Dentro de la espiritualidad ignaciana de encarnación y en línea con el proceso secularizador de la segunda mitad del XIX español, se va fraguando en él toda una doctrina en torno al trabajo como lugar de crecimiento personal y de encuentro con Dios.

El primer exponente de lo que será su eje evangelizador es un libro cuya redacción le ocupa de 1868 a 1872, casi todo el periodo histórico que se conoce como sexenio revolucionario. Le pone el sugestivo título de “La Luz del menestral”. Es una colección de biografías de personas que se santificaron en profesiones humildes. Comienza con una semblanza de la Familia de Nazaret en la que pone de manifiesto que las tres personas más santas e importantes de la historia se abren al plan de Dios en una vida cotidiana de trabajo y de familia. Propone después el testimonio de otros santos que siguieron los pasos de Jesús, el trabajador de Nazaret, y dirige la obra a los trabajadores, solicitados por doctrinas que los apartaban de la fe. Butinyà capta en la segunda mitad del XIX la importancia de la incipiente “cuestión social” y da una respuesta – más práctica que teológica- desde el Evangelio.

Llega a Salamanca en 1870, donde conoce a Bonifacia Rodríguez de Castro, sencilla trabajadora que poseía un taller de cordonería. En él se reunían los domingos por la tarde un grupo de amigas que querían verse libres de las peligrosas diversiones de la época. Francisco Butinyà descubre en aquellas trabajadoras el fundamento de una nueva congregación religiosa, las Siervas de san José, e invita a Bonifacia a fundarla con él. El objetivo apostólico que traza en las Constituciones es acoger en sus casas-talleres a otras trabajadoras pobres que carecían de trabajo, con el fin de librarlas de los peligros que suponía para ellas salir a trabajar fuera de casa, en los albores de la revolución industrial. Destinado a los cuatro años a su tierra natal, funda con otro grupo de trabajadoras una nueva comunidad de Siervas de san José en Calella de la Costa (Barcelona). Este núcleo catalán crece considerablemente en vida misma del fundador y es el origen de la congregación de Hijas de san José.

La dedicación apostólica de Francisco Butinyà en tierras catalanas se dirige cada vez más a los hombres y mujeres del trabajo manual. Su ingente actividad evangelizadora hace de él “uno de los jesuitas más admirables de su tiempo”. Lleno de virtudes y santidad, fallece a finales del XIX, poco después de que León XIII publicase la primera encíclica social de la historia de la Iglesia, la Rerum Novarum, de la que Francisco Butinyà es precursor.
El núcleo de la espiritualidad que transmite a las Siervas de san José y a las Hijas de san José, hermanar la oración con el trabajo, es una original adaptación del ignaciano “buscar y hallar a Dios en todas las cosas”, dirigida especialmente a los hombres y mujeres del mundo del trabajo.

La gran intuición de Francisco Butinyà y su gran aportación a la vida de la Iglesia, nacida de su contemplación de Jesús en la vida oculta de Nazaret, es que el trabajo humano, lejos de ser una pesada carga, es un don, lugar especial de encuentro con Dios, fuente de crecimiento personal y ocasión de encuentro fraterno.

Secretariado para la causa de canonización del P.Butinyà, s.j.
Madrid, 16 de abril de 2005