Solemnidad de San José

"Era forastero y me acogisteis"...

Llevamos ya días viendo como en Ucrania, miles de familias, preparan la huida de la zona de conflicto tras la invasión militar emprendida por Rusia. Y como en otros muchos países, que sufren la emigración, pareciese que la vida se mide en km, y que con la muerte en los talones, se carga con el peso de un viaje que desconoce el destino. Se emprende un camino huyendo de amenazas, de la violencia, de la mismísima guerra…y se busca refugio al otro lado de la frontera.
Si ya es difícil hacerse una idea de lo que viven muchas personas en circunstancias no tan trágicas, cuanto más en una situación así…cuantos sentimientos, miedos, dudas…en un abrir y cerrar de ojos se desvanecieron los planes personales, los sueños, las esperanzas…en un instante, sólo la incertidumbre de la vida que, por suerte, ha de comenzar en otro lugar.

CANCIÓN: SÉ MI LUZ

Sé mi luz, enciende mi noche,
sé mi luz, enciende mi noche,
sé mi luz, enciende mi noche, mi noche, sé mi luz.

Sé mi luz (sé mi luz) enciende mi noche,
sé mi luz (sé mi luz) enciende mi noche,
sé mi luz (sé mi luz) enciende mi noche,
mi noche, sé mi luz.

El camino sin ti es tan largo y tu llanto acoge mi dolor,
Tu palabra acalla mi miedo y tu grito se expresa en mi canto. 

La huida a Egipto

“Después que ellos partieron, un ángel del Señor apareció en sueños a José, diciéndole: Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto, y estate allí hasta que yo te avise; pues Herodes ha de buscar al niño para matarle. Levantándose José, tomó al niño y a su madre, de noche, y se retiró a Egipto”.
(Mt 2, 13-14)

(Con música de fondo, se proclama la lectura de la Palabra y se lee el texto «La huida a Egipto»)

Es de noche. Dos caravanas se deslizan entre las sombras de las afueras de Belén. En direcciones distintas. En huida. Una es la de los Magos que, avisados, regresan a su país por otro camino. La otra, la de la humilde familia nazarena. Se van también, huyendo. Dios acaba de llegar al mundo, y el mundo organiza su persecución. ¡Así están de ciegos los hombres! José, mientras dormía, ha sido despertado por un ángel. Fue, quizás, aquella misma noche en la que José se quedó dormido mientras repasaba las maravillas de aquel día. José duerme en el gozo del descubrimiento del Niño, y de la adoración que le han tributado los pueblos de la tierra. Y un ángel toca su hombro:

-Levántate, toma el niño y a su madre, y huye.

Es un viaje en el que jamás había pensado: … ¿Egipto? Es una durísima tarea, pues no conoce el camino, ni el idioma, ni las costumbres de los egipcios. ¿Egipto, en donde no conocemos a nadie? ¿No serán muchos los riesgos para el niño por ser un país extraño? Y hay que ganarse la vida, abrirse camino, sin tener amigos.

……

Cuando comienza a salir el sol, ya llevan varias horas de marcha. En un camino desierto se dibuja una estampa conmovedora: un niño inocente abrigado en el brazo caliente y maternal de una mujer,… y José por delante llevando el ramal de la cabalgadura. Solos en el desierto: de prisa. José no tiene planes personales, intereses propios. Está totalmente al servicio de Dios. A él sólo le corresponde poner en juego sus facultades humanas para llevar a cabo con perfección la orden del Señor. Calla y obra en este sentido. ¡Qué contraste con el inútil ruido de los hombres! Todos opinan y dan sus pareceres, los propios, los de cada uno. Y nadie hace nada: ni lo ajeno, porque no es propio; ni lo propio, porque no ayudan los demás. La fuerza se va por la boca. Es preciso ser ejecutores, ejecutores silenciosos. Para ello es necesario ser santo, y eso nos santifica.

Es preciso convencerse una y otra vez de que no se cae un solo cabello sin el permiso de Dios. El mundo está lleno de teóricos, buscadores ruidosos de pretextos. Y por un camino desierto de este mundo, cuando sale el sol, aparece José cumpliendo el plan de Dios. Van pasando las horas y el cansancio abruma a los peregrinos. Sobre José pesa la responsabilidad: cansancio en el cuerpo, responsabilidad tremenda que angustia el alma. José marcha derecho, erguido su cuerpo a pesar del dolor, cumpliendo lo previsto desde siempre. Ningún consuelo en los sentidos, ningún descanso para el cuerpo, ningún alivio para la carga del alma. Y siempre los asaltos de los temores: de los perseguidores, de los peligros del desierto, de la inseguridad de la vida que ha de comenzar en Egipto. El Niño y María dependen de él. José obedece, pero sabe el motivo del viaje. Es muy posible que María se deje llevar sin saberlo. José, para no alarmarla, calla, sin duda, la causa de tan inesperada expedición: ella va y no sabe por qué. El niño está dormido en los brazos de María. Cuanto más noble es el personaje, más perfecta es la sencillez de la obediencia. Más completo el abandono. ¡Si fuéramos tú y yo, al menos como la borriquilla, dóciles al ramal de quien nos lleva!

“Caminando con Jesús”, J.A. González Lobato, Ediciones RIALP, S.A.

Enséñanos, José

A partir de mi silencio invoco ansiosamente tu silencio.
Tú que fuiste palabra sin palabras,
que articulaste versos con las manos,
que esparciste paz con la mirada,
que diste seguridad con tu presencia…
siempre callado, casi de rodillas ante el misterio del amor,
atenderás mi súplica fervorosa.

Quiero ser cómo tú, silencio fértil,
silencio atento y acogedor de los mínimos detalles que revelan
al Dios humilde que crece a tu lado.
Silencio tierno que cultiva flores
en el jardín maternal de María.
Silencio que contempla y disfruta la grandeza de Dios
hecho uno de los nuestros.
Jesús descansa a tu lado, duerme, confiado, al calor de tu cariño.
De tu mano fue al Templo, de tu mano aprendió a manejar las herramientas.
Se volvió amigo de la madera, le gustaba esculpirla,
darle forma de pilares, puertas, vigas…
sus manos las transformaban en casas.

Y heredó tu estilo, carpintero de la madera de las almas.
José de Nazaret, acogedor del silencio que nutre la Palabra.
José de Nazaret, que nos haces respirarla firme y rebosante certeza de ser hijos.
Acógenos de nuevo en tu morada, cuida de nosotros y de todos
que somos emigrantes fugitivos para Egipto.
Enséñanos a trabajar amando, inúndanos de salmos elocuentes,
vacíanos de palabras infecundas.

Haz que escuchemos siempre la Palabra única y que sintamos,
en el silencio envolvente de tu cariño, el aliento de Jesús y de María.

 

Canciones

MANOS CARPINTERO

EMIGRANTE Y PEREGRINO

Emigrante y peregrino,
tras las huellas de Dios oh José,
seguiste siempre el camino,
que dictaba la voz de la fe.
Apoyado en la confianza
de agarrarte a la mano de Dios,
mantuviste la esperanza
en la prueba, la duda y dolor

DANOS, DANOS JOSÉ PEREGRINO,
DANOS EN NUESTRO CAMINO
TU FE ESPERANZA Y AMOR.
DANOS, DANOS LA MISMA CONFIANZA
DE QUE TAMBIÉN NUESTRA MARCHA
VA DE LA MANO DE DIOS.

Emigrante y peregrino,
con María tu esposa a Belén,
cumpliendo así los designios
del Mesías que iba a nacer.
No encontraste una posada
donde el hijo María alumbrar
y buscaste un refugio
al cobijo de un pobre portal.

Emigrante y peregrino,
escuchando al ángel la voz,
partiste a tierras lejanas
por las sendas extrañas de Dios.
Padeciste la amargura
de encontrarte sin techo ni hogar
y supiste de la angustia
de los hombres que han de emigrar.

A TI JOSÉ (Jesed)

A ti José, Patriarca y artesano
que habitas pobre y escondida casa.
Con voz alegre y corazón humilde,
nuestra voz canta.
De regia estirpe en posición modesta,
sufres paciente y amoroso callas,
mientras sustentas con trabajo duro,
dos vidas santas.

El artesano y padre de familia,
que con tu ejemplo a todos nos enseñas,
a trabajar honrada y santamente,
y santamente, vivir la vida.
Por este santo Trinidad santísima
Concédenos llegar al cielo santo,
y nuestra gratitud te mostraremos,
eternamente con nuestro canto

Obrero y padre amado San José,
enséñanos a trabajar teniendo a Cristo,
presente en nuestros sitios de trabajo,
siempre con fe.

Sé protector e intercesor de las familias,
y atiende a todos los desamparados,
protégelos de todo mal y usura,
y del pecado. Amén.

JOSE, PADRE DE ACOGIDA

Se levanta San José muy de mañana,
de alegría rebosante el corazón,
porque un ángel del Señor le ha revelado
¡Que María es la Madre de Dios!
La recibe sin reservas como esposa
acogiéndola en su casa con amor,
y la abraza con ternura y con dulzura,
protegiendo su pureza y su candor.

“¡Vamos María, vamos ya,
que la Vida nos conduce hacia Belén!
Todas las cosas, por más adversas
el Señor las dispondrá para tu bien”.
Yo voy contigo, no importa dónde.
Iré a tu lado y siempre te protegeré,
y a este niño tan amado y esperado,
le daré todo lo que pueda yo ofrecer.

No hay lugar en la posada para ellos,
un pesebre se procura San José.
Y así nace el Señor íntimamente,
en la tranquila soledad de la estrechez.

Él lo acoge con amor como a su hijo.
Y lo custodia, en la esperanza y con la fe.
Y por la noche por un sueño advertido,
debe huir y a su familia proteger

“¡Vamos Jesús, Vamos María!
Pues esta noche partiremos de Belén.
Todas las cosas, por más adversas,
el Señor las dispondrá para su bien”
Es voluntad de mi Señor que los proteja,
aunque estas cosas no las pueda yo entender.
Pero la voluntad de Dios debe abrazarse,
como el abrazo que les doy en mi querer.

Se levanta San José en los altares,
lo celebran como padre del Señor.
Él entrega con su ejemplo y su silencio
una fuerte y poderosa intercesión.
Y acoge con los brazos bien abiertos
a todo aquél que busque un padre espiritual,
y por cuidar de la familia más hermosa.
Es ahora ejemplo de pureza y santidad.

CUÍDANOS SAN JOSÉ (Jesed)

Es nuestro corazón la casa de Nazaret.
Es humilde morada de Jesús, María y José.
Es nuestro corazón, la casa del amor,
hogar lleno de ternura para quien busca al Señor.

Cuídanos San José como cuidaste a María,
con el mismo cariño con que cargaste a Jesús.
Enséñanos a amar con esa misma ternura,
a ser siervos generosos, entregando nuestras vidas.

Con tu ayuda José, siempre confiando en María,
recorremos el camino de la santa unión con Dios
Consagrados a ti, entregaremos la vida.
Eres nuestro padre y maestro, confiamos en tu intercesión.

PADRE AMADO, SAN JOSÉ (Jesed)

Padre amado San José
¿En qué consiste tu grandeza?
En ser esposo de María y padre de Jesús,
Siervo humilde del misterio de la Encarnación.
Padre amado, San José.
¿En qué consiste tu servicio?
En dar tu vida en sacrificio,
al Verbo de Dios
por la obra redentora de su Encarnación.

¡Oh, Padre Amado, San José!
¿Por qué la Iglesia te ama tanto?
¿Por qué te veneran los santos, con gran devoción?

Es porque toda la gracia y la redención del mundo,
tú custodiaste amoroso, como padre y como esposo.
Y así, custodiaste los cielos,
para tu hija la Iglesia.
¡Por eso eres tan amado!
Padre Amado, San José.

HIMNO A SAN JOSÉ

Hoy, a tus pies, ponemos nuestra vida.
Hoy, a tus pies, glorioso San José.
Escucha nuestra oración y por tu intercesión
obtendremos la paz del corazón.

En Nazaret, junto a la Virgen Santa.
En Nazaret, glorioso San José.
Cuidaste al niño Jesús, pues por tu gran virtud
fuiste digno custodio de la luz.
Con sencillez, humilde carpintero,
con sencillez, glorioso San José,
hiciste bien tu labor, obrero del Señor,
ofreciendo trabajo y oración.

Tuviste fe en Dios y su promesa,
tuviste fe, glorioso San José.
Maestro de oración, alcánzanos el don
de escuchar y seguir la voz de Dios.

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GENERANDO ESPERANZA

José nos invita a generar esperanza en medio de la desesperanza, ser luz en medio de la confusión y contagiar alegría.
De todo lo anterior (texto, canciones, salmo…) escribe la palabra o frase que más te haya llegado al corazón y creas, puede ayudarle a alguien que conozcas o a alguien que lo necesite. Ponla en un sobre y házselo llegar.

También puedes dejar el sobre en el banco de algún parque, de la Iglesia, en algún buzón de correos, compartirla en tu estado de WhatsApp, enviarla como mensaje a alguno de tus contactos, ponerla en tu instagram, facebook, twiter…
Qué el ejemplo de San José acompañe a toda la Familia Josefina en todo momento, nos guíe para florecer allí donde Jesús nos invita a responderle y vivamos este día en comunión y fraternidad.

¡¡FELIZ DÍA DE SAN JOSÉ!!