Mi vocación: caminando hacia Nazaret

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Quisiera hacer un elogio, un agradecimiento, a esa llamada del Señor, que siempre empuja y acompaña por estos caminos, hacia Nazaret. Y digo » hacia Nazaret» por-que no cesan, de una forma u otra, las señales e iniciativas en este su Misterio y Espíritu.

Ya en el regazo de la familia, de ambiente cristiano, padres, maestros, sacerdote, te iban indicando estos caminos, desde la misma realidad y sencillez de un pueblo. San José, de gran devoción en las familias, ya nos iba señalando estos horizontes.

La formación siguiente, se nos daba en Gernika, donde un puñado de jóvenes, de buena voluntad, íbamos entrando y viendo los detalles que conllevaba esta espiritualidad en el seno de la Congregación. Visto esto, como un camino de futuro, íbamos optando por responder a esa vocación que empujaba con el estilo del espíritu nazaretano. Esta opción tenía una fecha: 1960. Pero la vocación había que forjarla, para ir aceptando los caminos y opciones que se fueran a presentar. Postulantado, Noviciado, Juniorado, pasando por la Cdad. de formación de Pamplona. Fueron es-tas etapas de preparación y madurez para responder al llamado. En 1967 se celebró con alegría, decisión y solemnidad, la entrega y disposición, los Votos Perpetuos, para reiniciar este bello camino de Nazaret en la Congregación.

En plena juventud, y ya con más madurez, me encontré en la Cdad. de San Sebastián. Sin duda que aquí surgía Nazaret en la misión de acogida de niñas internas y externas, con problemática, ya familiar, ya con otras pobrezas. Aquí recibían formación e iban creciendo en un ambiente familiar de sencillez y acogida.
-Y es desde aquí, donde también el Espíritu de Nazaret apuntaba, dando señales nuevas a otras llamadas: varios grupos, en distintos puntos de la Congregación, eran empujados a orar de forma diferente y desde el compromiso. Ya en esta Comunidad surgió un nuevo proyecto de abrirnos a barrios pobres para compartir vida desde su realidad y espíritu de pobreza. Se lo propusimos a la M. General y se decidió abrir una casa familiar en Jerez de la Frontera. Precisamente en un barrio, llamado “San José Obrero”. Era una llamada a vivir un nuevo Nazaret, a hacer fraternidad en el barrio desde la búsqueda de trabajo, acompañamiento en las necesidades que se presentaran, como formación de talleres ya de adultos, catequesis, manualidades, escuelita y otras modalidades. Todo desde un discernimiento ante un mundo nuevo. También teníamos encuentros con otros grupos de otras Congregaciones que seguían los mismos caminos. Así mismo con Hna. Mª. Jesús Aguirre, recibíamos formación en esta línea.

Y el buen Dios, seguía mostrándome nuevos caminos. Ahora me señalaba Valdepeñas (Ciudad Real) un Centro donde se compartía trabajo con laicos en una bella tarea de acogida de niños, con pobreza familiar. Era también un compartir con esas familias en su situación de pobreza. También en la pastoral de la parroquia, con jóvenes.

Después de algún tiempo, aparece impensadamente, por parte de la Congregación, una llamada a compartir comunidad en Aldehuela de Hurdes (Cáceres). Ya llevaba la Comunidad un tiempo, respondiendo a esta especial búsqueda de Nazaret: pequeños pueblos o alquerías, entre montañas, sin carreteras ni medios de vida, que ya los nuevos tiempos lo iban requiriendo…. La tarea se iba construyen-do día a día: Acompañar en el campo, en las necesidades de la familia, recogiendo los niños, en guardería, escuelita, enfermos, manualidades, pastoral, aquí y en pueblos del entorno. Así fui y fuimos caminando, 23 años, hasta que el vaciamiento de estos pueblos y la suma de años de las hermanas, después de un discernimiento, la Congregación dispuso cerrar esta misión. Un elogio a este tiempo y experiencia especial, del Espíritu de Nazaret. “Junto a las sombras, aparece el anhelo de la identidad “.

Y…como a todo el mundo, me llega el momento de la jubilación. Mas los anhelos de seguir el camino, tienen pronto una respuesta con una propuesta: llegar hasta tierras de Ecuador donde estaba proyectada la fundación de una nueva casa y misión en un Barrio llamado Sta. Rosa. Después de recorrer sus caminos en el saludo y conocimiento de las familias, empezamos a soñar y programar la misión: llegar a la mujer trabajadora a través del asociacionismo, que ya estaba funcionando de alguna manera. Se fue llevando a cabo, ya a través de una pequeña panadería, ya como promoción de manualidades, organización de la Catequesis. Visitas de enfermos y respuesta a necesidades que surgían. Llegábamos también a algún barrio de fuera para preparar algún catequista. Sin duda, agradecida a este corto tiempo de misión, donde experimenté el cariño y el agradecimiento de la buena gente y donde el Dios de Nazaret se volvía a hacer presente.

Duró poco esta actividad que con gozo e ilusión, habíamos emprendido. En esta nueva adaptación, con sorpresa, por mi parte, surge de nuevo la llamada a dejar Sta. Rosa, para viajar a otras tierras de Ecuador, en Quevedo, a otra Comunidad. Aquí ya funcionaba el emprendimiento de la panadería con un buen grupo de mujeres. Luego vendíamos los productos en el entorno. Nuestra casa era un buen lugar de encuentro y confianza. Entre otros, un grupo de mujeres, se acercaba a orar y visitar enfermos. También estábamos muy integradas en la Parroquia, unida a la casa y a la Diócesis. Compartíamos sus tareas y encuentros, como las catequesis que eran impartidas por un grupo de jóvenes ya preparados. Bastantes grupos, desde la Infancia Misionera hasta la Confirmación. También hacíamos celebraciones en la Parroquia y en otros barrios. Todo en un ambiente de pueblo y amistad donde nos sentíamos integradas como vecinas, trabajadoras y misioneras desde Nazaret.

Y pasados cinco años, la obediencia me puso de nuevo en camino, hacia el lindo México, en Tuxtepec. La misión se realizaba en la misma casa y Comunidad: un buen grupo de muchachas, procedentes de la sierra, de familias con escasos recursos que contando con apoyos económicos, acudían a nuestra casa, donde eran acogidas en familia, a la vez que realizaban sus estudios en institutos o universidades. Un NUEVO NAZARET, en trabajo, acogida, sencillez, oración, formación…Sin duda se sentía el sabor a Nazaret.

Y seguían las llamadas…Ahora era el envío a Uruguay, al famoso barrio del “El Cerro”. Aquí Nazaret se expresaba, concretamente. En primer lugar el Grupo “Talleres de Nazaret” que hurgando en su espiritualidad marcaban en sus vidas este espíritu, que les llevaba también a formar otros grupos de promoción y encuentro con la mujer, donde, a la vez que sentían la acogida, iban aprendiendo y creciendo en distintos aspectos, como manualidades, Crecimiento personal, Yoga…y otros talleres manuales. A lo largo del Curso también se programaban ricos encuentros de vida. Este proyecto y organización estaban integrados en la vida de la comunidad parroquial de Fátima, donde también colaborábamos en otras actividades parroquiales como visitas a enfermos, reuniones y proyectos pastorales. Además de acompañar en esta tarea y cuidar de una hermana con Alzheimer, alguna hermana trabajaba como obrera en limpieza, siguiendo ese mismo espíritu.

Ya todo este hacer, se iba apagando con la gran epidemia del Covid…Yo cumplía ya los ochenta y me tocaba venir a visitar la familia a España. Expuse el quedarme aquí, vistas todas estas circunstancias. Y así fue. Gernika, era mi destino. Y por supuesto, no a descansar, sino a trabajar en una nueva Comunidad con 29 hermanas, mayores o enfermas de alguna manera. Sí, y también en Nazaret, donde siempre una mirada a la que está al lado crea ese paso del Dios amor, que nos reúne con entrañas de Padre, para vivir esa cercanía mayor de su presencia en las hermanas y “hermanos“ y en la oración. Como dije al principio, un elogio a esta vocación y una acción de gracias, por este regalo de VIDA.
“Qué detalle Señor has tenido…»

Jesusa Sáenz de Buruaga, fsj


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