Dios de abajo
Tú y yo, somos los dos una sola hoja de papel.
Yo soy la página de arriba, al sol y al aire
y a todo el que quiera leer una palabra, oírte y encontrarte.
Tú eres la página de abajo, que me sustenta,
oscuro, invisible, pegado a la madera.
En tu búsqueda, no puedo darme la vuelta,
ni salir de mi ser, ni asomarme al otro lado de mí mismo,
ni sorprenderte en un giro repentino
para verte en tu misterio.
Sólo puedo quedarme suspendido
en el silencio de tu gracia
y sentir como fluye la vida exacta hasta mí,
desde mi hondura, donde yo me recibo,
inagotable desde ti.
Después, en mi tarea cotidiana,
sales en mí hacia la calle.
Y abrazas con mis brazos.
Y te asomas en mi mirada.
No te avergüenza mi límite,
ni te restringe mi vocabulario.
En mí te vas haciendo un verdadero servidor,
sin obras perfectas.
Juntos ensayamos tu Reino,
en mis intentos de aprendiz eterno,
en esta tierra de futuros.
Dios de abajo, silenciosa consistencia,
no puedo desgarrarme sin herirte,
ni puedo ser tu página abierta,
si Tú no eres mi página callada.
Ni yo sin ti, ni Tú sin mí
podemos ser hoy
una palabra tuya
que abrace y mire
en esta carne humana,
en este mundo.
Benjamín González Buelta s.j.