Contemplación de Cristo en el camino hacia la cruz

 

La primera comunidad quedó sobrecogida con los acontecimientos de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Todo aquello los sobrepasó, les pilló de sorpresa, necesitaron un tiempo para vivirlo y entenderlo desde la fe.

Este es un día para acercarte al sufrimiento de Jesús, a tu sufrimiento, a los sufrimientos de los maltratados, ninguneados, no queridos, expulsados, vejados.

También un día para meditar sobre nuestra propia respuesta a ese amor.

Como en los primeros discípulos de Jesús, la cruz va poco a poco dejando una ventana a la esperanza.

Hoy, ante la cruz de Jesús, tenemos que hacer un acto de fe: Jesús ha sido destrozado por el mal; es una víctima del mal que hay en el mundo. Y así lo contemplamos, convertido en un desecho humano, «despreciado y evitado de los hombres»… Pero ante este Crucificado reafirmamos nuestra fe: creemos que, en Jesús, muerto en la cruz, tenemos la salvación; que él es el único camino que conduce a la vida; que, gracias a él y a su amor hasta la muerte, se ha roto el círculo infernal del mal y del pecado. Jesús ha muerto por amor; solo su amor y su entrega nos salvan.

Ante ese misterio de amor, de generosidad, me pregunto: ¿Qué hago para que la Sangre de Cristo no sea desperdiciada? ¿Cuánta gente hay, todavía, que no conoce a Cristo y no lo ama? ¿Qué puedo hacer yo para que se acerquen más a Jesús, que sufrió tanto para salvarnos?

 

Primera estación: ORACIÓN DE JESÚS EN GETSEMANÍ

Salió y, como de costumbre, se fue hacia el monte de los olivos, y los discípulos le siguieron. Llegando al lugar les dijo: “Pedid que no caigáis en tentación”.
Y se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba diciendo “Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad sino la tuya”.
Y sumido en la angustia, insistía más en la oración.

Lc 22,37.39-44

 

Segunda estación: EL BESO DE JUDAS

Se presentó un grupo.  El llamado Judas, uno de los Doce, iba el primero y se acercó a Jesús para darle un beso. Jesús le dijo: “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre”?

Dijo Jesús a los sumos sacerdotes, jefes de la guardia del Templo y ancianos que habían venido contra él: “Como contra un malhechor habéis  salido con espadas y palos…  Estando yo todos los días en el Templo con vosotros, no me pusisteis las manos encima… pero es vuestra hora y el poder de las tinieblas”.

Lc 22, 47-53

 

Tercera estación: ARRESTAN Y CONDENAN A JESÚS

Entonces lo prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en la casa del Sumo Sacerdote.

En cuanto se hizo de día, se reunió el Consejo de ancianos del pueblo, sumos sacerdotes y escribas, y le hicieron venir a su sanedrín… Y le dijeron: «si tú eres el Cristo, dínoslo».

Dijeron todos: «Entonces,  ¿tú eres el Hijo de Dios?» Él les dijo: “Vosotros lo decís: Yo soy”.

Lo llevaron a Pilato, y comenzaron a acusarle diciendo: «Hemos encontrado a este alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que él es el Mesías rey».

Pilato le preguntó: «¿Eres tú el Rey de los judíos?»  Él le respondió: “Sí, tú lo dices”.

Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: «Ningún delito encuentro en este hombre. Nada ha hecho que merezca la muerte».

Toda la muchedumbre se puso a gritar: «Fuera ese. Suéltanos a Barrabás». Y seguían gritando: «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!»  Y sus gritos eran cada vez más fuertes.

Lc 22, 66;  23, 1. 4. 23

Pilato, viendo que nada adelantaba, sino que arreciaba el tumulto, tomó agua, se lavó las manos delante de la gente diciendo: «Inocente soy de la muerte de este justo. Allá vosotros». Les soltó a Barrabás, y a Jesús , después de azotarlo, se lo entregó para que fuera crucificado.

Mt 27, 24-26

 

Cuarta estación: LAS NEGACIONES DE PEDRO

Pedro, entre tanto, estaba sentado fuera en el patio; y una criada se acercó a él y le dijo: «También tú estabas con Jesús, el Galileo». Pero él lo negó delante de todos: «No sé de qué hablas».

Cuando salió al portal, le vio otra criada y dijo a los que estaban allí: «Este estaba con Jesús el Nazareno». Y de nuevo lo negó con juramento: «Yo no conozco a ese hombre». Poco después, se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: «Sí, tú también eres de ellos, pues además tu misma habla te descubre».  Entonces él se puso a echar imprecaciones y a jurar: «Yo no conozco a ese hombre».  Inmediatamente cantó un gallo y Pedro se acordó de lo que le había dicho Jesús: “Antes de que el gallo cante me habrás negado tres veces”.

Y saliendo fuera, rompió a llorar amargamente.

Mt 26, 69-75

 

Quinta estación: LA MUJER DE PILATO RECONOCE LA SANTIDAD EN JESÚS

“Mientras él [Pilato] estaba sentado en el tribunal, le mandó a decir su mujer: «no te metas con ese Justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa».

Mt 27, 19

 

Sexta estación: SE BURLAN DE JESÚS

Algunos se pusieron a escupirle, le cubrían la cara con un velo y le daban bofetadas, mientras decían: «Adivina quién te ha pegado».

Mc. 14, 65; 15, 29

Los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús y reunieron contra él a toda la cohorte. Le desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura; y trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en la mano derecha una caña. Después doblaban la rodilla delante de él, y le hacían burla diciendo: «Salve, Rey de los judíos». Y le escupían y le quitaban la caña para golpearle en la cabeza. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificar.

Mt 27, 27-31

 

Séptima estación: EL CIRINEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ

Y obligaron a uno, que venía del campo, a Simon de Cirene, el padre de Alejandro y Rufo a llevarle la cruz, y le condujeron al lugar del Gólgota.

Mc 15, 21-22

 

Octava estación: LAS POBRES DE LA SOCIEDAD, A FAVOR DE JESÚS

Le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres que se dolían y lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas les dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí. Llorad, más bien, por vosotras y por vuestros hijos. Porque si esto hacen esto en el leño verde, ¿qué se hará con el seco?»

Llevaban además otros dos malhechores para crucificarlos con él.

Lc 23, 27-28.31-32

 

Novena estación: CRUCIFICAN A JESÚS

Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron a él y a los dos malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”. Se repartieron sus vestidos, echándolos a suertes.

Lc 23, 33-34

 

Décima estación: JESÚS SE ENCUENTRA CON LOS OJOS DE SU MADRE

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la mujer de Cleofás y María Magdalena. Jesús, viendo a su Madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Ahí tienes a tu hijo». Y dirigiéndose  al discípulo le dijo: «Ahí tienes de tu madre”.

Jn 19, 25-26

 

Undécima estación: COMPAÑERO EN EL SUPLICIO Y EN LA GLORIA

Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues sálvate a ti y a nosotros».  Pero el otro le reprendió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena?» Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido. En cambio, éste nada malo ha hecho. Y decía: «Jesús, acuérdate  de mí cuando llegues a tu Reino». Jesús le dijo: “Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso”.

Lc 24, 39-43

 

Duodécima estación: JESÚS MUERE EN LA CRUZ

Era ya cerca de la hora sexta, cuando al eclipsarse el sol, la oscuridad cayó sobre toda la tierra hasta la hora nona. El velo del Santuario se rasgó por medio y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: “Padre, en tus manos entrego mi espíritu”. Y dicho esto expiró.

Al ver el centurión lo sucedido glorificaba a Dios diciendo: «Ciertamente este hombre era justo».

Lc 24, 44-46

 

Decimotercera estación: JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ

Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió autorización a Pilato para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se  lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo.

Jn 19, 38

 

Decimocuarta estación: JESÚS ES PUESTO EN EL SEPULCRO

Fue también Nicodemo, aquel que anteriormente había ido a verle de noche, con una mezcla de unas cien libras de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los perfumes, conforme a la costumbre judía de sepultar.

En el lugar donde había sido crucificado había un jardín, y en el jardín un sepulcro nuevo, en que nadie todavía había sido depositado.  Pusieron allí a Jesús, porque era el día de preparación de los judíos [para la Pascua] y el sepulcro estaba cerca.

Jn 19, 39-41

 

ORAR CON EL EVANGELIO

Señor gracias por seguir el camino de la cruz,
por soportar la injusticia de los hombres,
por afrontar la soledad de los hermanos,
por aceptar la ausencia del Padre,
por sufrir hasta el extremo.

Cuando no tenías nada donde agarrarte,
recordaste las palabras de la Escritura.
en la revelación dada al pueblo de Israel,
encontraste signos que confirmaban
lo que estabas viviendo
y te dieron fuerzas para asumir
el destino que te esperaban.

Con tu ejemplo nos has enseñado
que en la Palabra siempre encontramos
una guía para nuestro camino.
Perdónanos, Señor, por las veces
que ignoramos el sufrimiento humano.
somos miedosos y ante el peligro
huimos y buscamos seguridades.