Principio y Fundamento

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Nos introducimos en la experiencia de la mano de la Palabra de Dios:

He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”.  (Apoc 3, 20)

 

 

¿Qué vamos a hacer en estos días?

Dedicar un tiempo a la interioridad no es una cuestión de maquillaje, no es una estrategia para estar mejor con nosotros mismos. Se trata de un modo de vivir. Un modo de estar en el mundo. Un modo alternativo. Un modo contracultural.

Muchos de nosotros vivimos en un mundo de prisas. Se han multiplicado los medios técnicos para ir más rápido a todas partes. Vivimos en una hiper-aceleración de experiencias continuas que no podemos llegar a asimilar. ¿Qué huella deja esto en nosotros?

La interioridad nos permite no solo sobrevivir a esta marea, sino vivir creativamente; abrir un espacio interior de acogida que nos ayude a responder a las situaciones diarias con otra calidad.

El tiempo de oración que vamos a iniciar en estos días, puede ayudarnos a descubrir ese espacio interior que no está vacío, sino habitado por Cristo.

Siempre vivimos en la presencia de Dios. Lo que pasa es que, a veces, somos nosotros los que no estamos presentes, los que andamos dispersos, distraídos, ausentes… Estos son unos días para ejercitar la atención plena, en el espacio de oración y en el tiempo de trabajo, descanso, relación o cualquiera que sea nuestra actividad. Y desde esta atención plena, hermanar oración y trabajo, relacionar, tan estrechamente como nos vaya siendo posible, ambas actividades (la oración y el trabajo), y de este modo, ensanchar el espacio “interior” de la vida cotidiana y convertirlo en lugar de encuentro con Dios, con los demás, con el mundo, con nosotros mismos.

San Ignacio de Loyola escribió un pequeño librito que tituló “Ejercicios”. En realidad, es un texto no para ser leído, sino para ponerlo en práctica. Ignacio recoge su propia experiencia y la comparte con aquellos que quieran sinceramente “buscar y hallar la voluntad de Dios”.

El título del libro no es casual. Se trata de “ejercitarse”. Así como caminar, pasear, correr son ejercicios corporales, necesarios para un buen entrenamiento, Ignacio propone hacer unos ejercicios espirituales, en los cuales recomienda entrar con:

 “grande ánimo y liberalidad” (es decir, con gran ánimo y generosidad) para con su Criador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad, para que su divina majestad, así de su persona como de todo lo que tiene, se sirva conforme a su santísima voluntad” (adición 5ª).

Quizás el lenguaje del párrafo anterior, el que utiliza San Ignacio, te resulta un poco extraño. Ten en cuenta que es del siglo XVI. Sin embargo, si más allá del lenguaje tratamos de situarnos en la experiencia espiritual de este gran santo, encontraremos un maestro espiritual cuyas enseñanzas siguen gozando de gran actualidad.

Otro maestro espiritual que nos ayudará en estos días será el P. Francisco Butiñá, nuestro Fundador. Y hoy, día 19, rescatamos el párrafo siguiente:

“…San José, que en todas sus acciones y empresas no pretendía sino el beneplácito del Señor, jamás ponía su mano en herramienta ninguna, ni daba principio a ninguna labor, que no lo ofreciera a gloria y a mayor gloria del Altísimo, continuando sin divagaciones ni vanas intermitencias en tan encendidos afectos. ¡Dichoso, feliz artesano, que tan bellamente sabía hermanar el trabajo con la oración, de suerte que ni el ansia de trabajar estorbaba su abrasada unión con Dios, ni su dulcísima unión con Dios le amenguaba un punto su ansia de trabajar!” (Glorias de San José)

En ocasiones, también el lenguaje del P. Butiñá nos puede resultar extraño (del siglo XIX). Pero estos días, el reto consiste en fijarse y saborear algunas palabras que hoy, siglo XXI, siguen teniendo la capacidad de abrirnos a una profunda experiencia espiritual.

Para la oración:

Ignacio anima al ejercitante a ofrecerse del todo. Butiñá contempla a José ofreciéndose también en lo concreto de cada día, al comenzar cualquiera de sus ocupaciones.

Nosotros, al comenzar esta experiencia, podemos también ofrecernos, dejar que sea Dios quien nos conduzca según su voluntad y nos conceda lo que más necesitamos.

Ofrécete con tus palabras… Aspira, como San José, a hermanar oración y trabajo, a convertir la vida cotidiana en lugar de unión con Dios, lugar de ENCUENTRO. 2020 está siendo un año especial, probablemente nunca lo hubiéramos imaginado así. Que estos espacios de oración nos ayuden a acoger a Aquel que, aún en medio de la incertidumbre, siempre es PRESENCIA AMOROSA.