PRINCIPIO Y FUNDAMENTO. EL AMOR DE DIOS NOS PRECEDE

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De San Ignacio de Loyola

“El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar de ellas, cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse de ellas, cuanto para ello le impiden. Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido; en tal manera que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos criados”.

Ejercicios Espirituales, 23

De Francisco Butiñá, SJ

“Dios es mi dueño. Si quien planta un árbol en su jardín es Señor de sus frutos, criado yo por Dios en este mundo, obra de su Omnipotencia, ¿no deberé consagrar todas mis obras a su servicio como a mi Señor absoluto?”

Joya del Cristiá

Comienza esta experiencia de oración, este recorrido por los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, este camino en fe que nos disponemos a vivir intensamente y a compartir. Y comenzamos por lo que San Ignacio llamó el «Principio y fundamento», es decir, aquello que está en el origen de nuestra existencia, aquello que nos da cimiento, sustento, consistencia.

Lo que pedimos en este día es reconocer el fin para el que somos creados. Dicho de otro modo, se trata de sentirme criatura y verme como Dios, mi Creador, me ve; interpretarme como Dios me interpreta; soñarme como Dios me sueña. Eso voy buscando, no verme a mí mismo de cualquier manera, sino mirarme con los ojos de Dios.

Cuando volvemos la mirada hacia nosotros mismos, podemos interpretarnos de muchas maneras: considerar nuestra historia, nuestra psicología, nuestras limitaciones, nuestras habilidades, nuestras relaciones, nuestros éxitos, nuestros condicionantes… Todas estas son lecturas valiosas, pero planas de nuestra realidad personal. No alcanzan a mostrarme el “misterio” que yo soy. Son lecturas ciertas… que hablan de mí, pero no llegan a expresar todo lo que radicalmente soy.

Radicalmente, es decir, en mi raíz, soy una criatura que surge del amor de Dios. Y no soy una criatura que surgió en el pasado y ahora simplemente sobrevivo… Soy una criatura que surge continuamente de Dios. Soy continuamente creado, sostenido, cimentado, sustentado…en sus manos…

Sobre las otras cosas (naturaleza, compañeros, amigos, familia, trabajo, salud…) también son posibles diversas miradas: la mirada científica, la sociológica, la psicológica, la económica, la mirada práctica… que siguen siendo lecturas interesantes, importantes, necesarias, pero planas, es decir, que no alcanzan la realidad profunda de las cosas. En su realidad más honda, las otras cosas se entienden leídas en su misterio, como criaturas, como lenguaje de Dios.

Es lo que hacía Jesús, que cuando recorría los caminos de Galilea, en los lirios del campo, en las aves del cielo, en el recorrido del sol… veía a Dios que le hablaba. Y también lo veía, y mucho más, en la persona herida y apartada, al borde del camino, en los rostros de los hambrientos y desfallecidos, en el entusiasmo de sus discípulos, en la vida del pueblo…

Esta mirada profunda genera una confianza básica en la vida, porque nos da la seguridad de que estamos en las mejores manos. Esta experiencia genera canto, entrega, reverencia, alabanza y respeto ante las demás criaturas.

 

La espiritualidad ignaciana es muy optimista. ¿Por qué? Porque considera que Dios es alcanzable, que la persona está capacitada para buscar y hallar la voluntad de Dios.

Así hemos sido creados por Dios. Él ha puesto en nosotros el deseo de buscarle. Por tanto, también pone en nosotros la capacidad de encontrarle. No es algo que nos tenemos que “ganar” sino que esa es nuestra naturaleza. Hemos sido creados para Dios y Dios mismo nos capacita para buscarle y hallarle. Dios es alcanzable. El ser humano puede darle alcance.

 

En esa búsqueda de Dios, hay una polifonía, una diversidad de voces internas que debemos aprender a distinguir:
– La voz del Yo, lo que yo deseo, lo que yo proyecto.
– La voz del Buen Espíritu, que suavemente mueve e inclina mi vida hacia el bien, la bondad, la Palabra…
– La voz del Mal Espíritu, tendencias impulsivas, contrarias a la voluntad de Dios.

Por tanto, lo que se requiere de nosotros es:
– Diferenciar, ver los pensamientos, ideas, deseos, movimientos internos que se producen en mí.
– Caer en la cuenta de lo que ocurre en mí, ponerle nombre.
– Afinar el oído… Sensibilizarme ante el lenguaje de Dios que parece hablar, no a través del terremoto sino de la brisa suave (1 Re 19, 9-13).

Hacemos «ejercicios espirituales» porque deseamos entrenar el espíritu para que sea cada vez más capaz de escuchar y reconocer el lenguaje de Dios.

Esta será la primera experiencia espiritual de Iñigo de Loyola, cuando después de la herida de Pamplona está convaleciente en la casa-torre de su familia. La recuperación de la salud es larga, muy larga, y eso le da tiempo, mucho tiempo, para la introspección, para descubrir lo que le ocurre, reconocerlo, distinguirlo… y fruto de este primer proceso de escucha interna, inclinarse a un nuevo modo de vida que empieza a descubrir como la voluntad de Dios sobre él.

El Principio y Fundamento es como una brújula. Hemos sido creados por amor y el sentido de nuestra vida es amar y servir. En ese horizonte orientamos todas nuestras búsquedas.

Consigna para el día de hoy: 

Imagina tu vida orientada por esta brújula que es el Principio y Fundamento. ¿Hacia dónde quieres dirigirla?

Dibuja una brújula (o si te resulta más fácil, dibuja la flecha que mira al Norte). Sobre ella, o junto a ella… (como quieras) escribe hacia dónde quieres orientar tu vida.

Hazle una fotografía y envíala al grupo. 

Hasta aquí el tiempo de oración personal. Esta es la materia que proponemos para la oración propiamente dicha. Aquí tenemos los textos, las consideraciones y, sobre todo, la pregunta (en la consigna) que nos puede ayudar a hacer la experiencia espiritual del Principio y Fundamento.

Para quienes deseen seguir profundizando, proponemos lo que sigue. Preferiblemente en otro momento del día, podemos seguir lo que viene a continuación, en el que el botón «Leer más» nos va a llevar, cada día, a un tiempo de lectura espiritual sobre la vida de San Ignacio o de otros santos. También esta lectura espiritual puede hacernos mucho bien en nuestro proceso personal, por lo que, si es posible, conviene dedicarle un tiempo tranquilo.

De la vida de San Ignacio de Loyola

¿A quién no le ha ocurrido algo semejante? Llenamos nuestra cabeza de proyectos. Empezamos a hacer planes. A menudo ocurre de noche, cuando uno deja vagar la imaginación. Te sientes capaz de vencer las dificultades. (…)


1 respuesta añadida

  1. Agradezco infinitamente ésta invitación, pues en el mundo y momento que vivimos, enriquecerse espiritualmente sentir a Dios intensamente en nuestro interior. Es importante, imprescindible y maravilloso.
    San Ignacio nos enseñará y dará ejemplo, sigámoslo.
    Una Josefina de corazón.
    Julia

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