Carta de Ruah
Querida amiga:
Mi nombre es Ruah.
No sé muy bien cómo presentarme, qué más decir de mí… Como en el fondo, en el fondo… tampoco tú sabrías decir qué más de ti, quién eres tú de verdad… ¿Ves? Ahí es donde “nos hemos visto” aunque no me hayas reconocido: en ese no sé qué de misterio que atraviesa el espesor de tu vida, de toda la realidad, del mundo, la naturaleza, y todas las personas que conoces…
Me han comparado al fuego, al viento… Tal vez, por aquello del misterio, o porque sea algo que no se puede retener, manejar, controlar… Soy fuerza rebelde que actúa en el mundo, pero no por arte de magia, sino siempre a través de vosotros.
Soy fecundidad y fortaleza en el mundo. Tal vez por eso me pusieron nombre de mujer. Ya me has visto… (y si no, fíjate bien) en las víctimas inocentes que sienten renacer su esperanza, en las veces en que el perdón no tiene la última palabra, cuando el amor se entrega sin exigir nada, cuando sois capaces de incluir a todos, cuando callan las palabras y hablan los abrazos, cuando las personas que sufren soledad encuentran quien las escuche, cuando pese al miedo o al conflicto, sigue habiendo quien planta cara por la justicia.
Pero bien, no quiero que nos perdamos esta ocasión de compartir contigo con palabras demasiado elevadas…
Prefiero hablarte en el lenguaje sencillo de Jesús, crucificado y resucitado, Nazareno. Yo estaba ahí, animando su vida: su crecimiento, sus deseos, su misión, sus desvelos, su entrega… Y permanezco animando y acompañando la vida de cuantos deciden continuar su estilo y su tarea. Siempre ando pidiendo permiso para habitar corazones de carne. Me he encariñado con el tuyo, mira por dónde… ¿Te gustaría ser casa de Dios?
Yo estoy ahí… cerca de ti. Moviéndote, desde dentro… ¿No has notado que a veces las entrañas se te vuelcan ante el dolor de la gente? ¿O te enterneces con las cosas sencillas? Yo estoy ahí, queriendo guiarte y acompañarte. Me gustaría ayudarte siempre, en todo. ¡¡Incluso a reírte de ti misma cuando te pones imposible!!! Me gusta quedarme en silencio contigo, aguardar tus decisiones, porque eso sí: quisiera echarte una mano, pero siempre y cuando me des permiso: nunca manipularé tu libertad. Me gusta respetar tu ritmo. Si tú quieres… mi acción y la tuya… se pueden ir acompasando.
Y me alegro por todos tus grandes deseos. ¿Sabes? Te espío, a veces, sí, je! Bueno, llámalo, más bien, que contemplo tus idas y venidas… Y me alegro, me alegro infinitamente de verte metida en mil movidas geniales, inquietas, solidarias, siempre afanosa y entregada, ¡buf…! No digo que hasta la muerte, pero sí que, a veces, hasta el agotamiento. Conozco tu interior y sé que guardas dentro mucha vida, muchísima: muchos rostros, palabras, acontecimientos, sentimientos, proyectos. Conozco tus pasos, los sigo de cerca, y sé que no cesas de caminar al encuentro de causas justas y nobles.
Pero eso sí, no te olvides de entregarme tu corazón. Agradezco y valoro todos tus afanes y desvelos… Pero es a ti a quien realmente echo de menos. Me has entregado muchas, muchas cosas… pero aún quedas tú. Y te espero… Te espero a ti. Quiero habitar en todo lo que haces! Pero sobre todo, quiero habitarte a ti.
Soy también maestra, compañera, guía, consejera interior… Y la primera lección que quiero enseñarte es a quererte, tal como eres: débil y contradictoria. Pero al mismo tiempo, tengo un espejo para que puedas mirarte como Dios te ve.
Con cariño:
Ruah