Cuando no existían redes sociales…

Allá lejos y hace tiempo… fines de 1874, principios del ’75.Cuando no existían «redes sociales»…

¡Dos, tres, cuatro! Mujeres catalanas tejieron otras redes,
no menos «sociales» y sí más humanizantes.

«Deseando el Rdo. Padre Francisco Butiñá de la Compañía de Jesús ver en la Iglesia de Dios una congregación de mujeres dedicadas a hermanar la oración con el trabajo siendo su ejemplar y modelo aquella pobre morada en donde Jesús, María y José ganaban el propio sustento con el trabajo y sudor de su rostro, guiado con este espíritu, reunió dos doncellas en Calella de la Costa… Allí las dirigió a entrambas al principio del año 1875 con recomendación, también del Rdo. D. Joaquín Baylina, celoso Cura de Ayguaviva, para el Sr. Arcipreste de aquella Villa Rdo. D. Luis Martorell» (Cfr. Historia del Instituto de las Religiosas Hijas de San José, tomo I, p. 1.).

He aquí la primera trama de la red… con la primera lazada en ese original equipo de pastoral vocacional: Francisco Butiñá, Joaquín Baylina, Luis Martorell… ¡todos a una! Conectan, convocan y acompañan a esas primeras mujeres. «Los nombres de las primeras josefinas que han llegado hasta nosotras son: María Gri Serra, María Comas Suriñach, Dolores Ros Rigau y Dolores Roca Sitjar. Al principio se llaman a sí mismas trabajadoras cristianas» (AGFSJ. Vida de M. Isabel: cuaderno inédito de Tomasa Ardanaz, 1954.) Eran laicas insertas en sus parroquias y con ánimo de formar un grupo diferente, de tejer una red artesanal que conectase vidas insertas en el mundo del trabajo femenino.

«En los principios, vivían las referidas, con algunos ahorros que tenían hechos y con las limosnas que les hacía el Sr. Cura, al cual tomaron por director de sus almas. Mas apenas con su jornalito pudieron ganar con qué vivir como sencillas artesanas, alquilaron una pequeña casa y empezaron a trabajar haciendo vida religiosa». (Cfr. Historia del Instituto de las religiosas Hijas de San José, tomo I, p. 1).

¡Qué sencillo «cambio de hábitos», no de ropas… sino de programa de vida, de modo de creer-esperar-amar. Como los discípulos de Juan, que comienzan a seguir a Jesús sin decir palabra, las primeras «monjas-fabricantas o industriales» (Artículo «A Propósito» publicado 15 setiembre 1877 de autoría del P. Butiñá), se dejan atraer por Jesús de Nazaret sin saber a dónde las llevará.

-«¿Qué buscan?». Estas son las primeras palabras de Jesús a quien intenta seguirle. No se puede ir con Él de cualquier manera sino de una: con lucidez y confianza. Lo demás surgirá de la resonancia interior de esa pregunta, así se descubre la propia identidad y así sucede la conversión siempre posible.

– «Maestro, dónde vives?» ¿Cómo vives? ¿Para quién vives? He aquí la oración sencilla e impulsora de la novedad del Taller para aquellas que comenzaron vida en común el 13 de febrero de 1875.

– «Vengan y vean»; aquí está mi casa-mi taller-mi templo. Jesús les ofrece a través del P. Butiñá otra alternativa de red social, que sólo pueden integrar y expandir, quienes creen que es posible generar nuevos vínculos de fraternidad por los que las personas son capaces de soltar de sus manos todo lo que estorba a la tarea de hacer Reino… hacer Taller.

«Hasta junio del mismo año no se les agregó otra compañera (…) Esta tercera joven, (…) hija espiritual, también, del Rdo. D. Joaquín Baylina, pero a, excepción del impulso de este sacerdote que, por medio de una carta edificante, le animaba a reunirse con las dos aprendices, todos los demás se lo desaprobaban y condenaban como empresa temeraria». (Cfr. Historia del Instituto de las Religiosas Hijas de San José, tomo I, p. 2. ).

Hay momentos históricos, cuando la Iglesia y la sociedad son sacudidas por grandes cambios, en los que aparecen mujeres y hombres que rompen con esquemas y seguridades envejecidas y se dejan atraer y conducir por el Espíritu a lugares fronterizos, espacios privilegiados en donde los dolores y gozos del crecimiento humano acrisolan todas las diferencias para que emerja, leve y humilde, discreta y luchadora, la santidad.

«…ay de la costumbre en la vida espiritual; ay de cristalizar nuestros carismas en una doctrina abstracta: los carismas de los fundadores no son para sellar en una botella, no son piezas de museo. Nuestros fundadores han sido movidos por el Espíritu y no han tenido miedo de ensuciarse las manos con la vida cotidiana, con los problemas de la gente, recorriendo con coraje las periferias geográficas y existenciales. No se detuvieron ante los obstáculos y las incomprensiones de los otros, porque mantuvieron en el corazón el estupor por el encuentro con Cristo. No han domesticado la gracia del Evangelio; han tenido siempre en el corazón una sana inquietud por el Señor, un deseo vehemente de llevarlo a los demás, como han hecho María y José en el templo. También hoy nosotros estamos llamados a cumplir elecciones proféticas y valientes.» (Papa Francisco, Homilía 2 febrero 2016.).

Que nuestros santos fundadores, los que diseñaron «con asiduidad y alegría» (Const. de 1879, nº 20.) la red de los primeros Talleres josefinos, nos contagien su creatividad y su habilidad para volver siempre a esos espacios con renovado ardor evangélico. Ir… ver… entrar… re editar aquella experiencia de transformación personal, eclesial, social.

Mariela hsj