Era un sencillo obrero…

Era un sencillo obrero
afincado en Nazaret,
y, de humilde carpintero,
paso a ser San José.

Vivió siempre a la sombra
de quien fue su gran amor,
una virgen que fue madre
de Jesús, Hijo de Dios.

Son dos amores en uno,
gracia especial del Señor,
brotando de cada uno
el reflejo de su amor.

Siempre vivió escondido,
como violeta del campo,
no hizo alarde en su vida,
ni de sabio ni de santo.

Solo exhalaba perfume
del más exquisito olor,
destello de sus virtudes,
surgidas del corazón.

Este vivir tan oculto,
en la casa y el taller,
fue para Jesús el culto
de un nuevo amanecer.

Trabajaba en la penumbra,
oraba en la oscuridad,
su objetivo era la cumbre:
hacer de Dios la voluntad.

¡Oh, José, sencillo obrero,
dotado de gran bondad,
alcánzanos tú, del cielo,
vivir siempre en humildad.