Glorias de San José
Le importa mucho a Francisco Butiñá propagar la devoción a San José, en quien ve un modelo especialmente significativo para los trabajadores.
Se trata de una de las obras más elaboradas, en la que recoge las aportaciones de muchos autores anteriores. Se fundamenta en la Escritura, siempre al inicio de cada capítulo. Por supuesto, también pone su sello personal, al contemplar en la vida del santo las actitudes y virtudes necesarias para dar al trabajo una honda dimensión humana y espiritual.
¿Quién no admira la obediencia, pureza de intención, espíritu de caridad y celo de la divina gloria con que San José todos los días laborables se entregaba al trabajo?
Si algún cansancio sufría en sus labores, si alguna molestia tenía que sobrellevar, fuera de parte de otros oficiales, fuera por genialidades de algún señor, besaba en todo la mano de la Providencia, que así lo disponía para mayor provecho de su alma, porque no ignoraba el Santo Carpintero que nada sucede sin beneplácito y disposición del Altísimo…. Así era que, callando y bendiciendo al Todopoderoso por todo cuanto de adverso le acontecía, proseguía en su trabajo siempre diligente y contento, procurando aquilatar sus merecimientos con la intención purísima de agradar a Dios.
…San José, que en todas sus acciones y empresas no pretendía sino el beneplácito del Señor, jamás ponía su mano en herramienta ninguna, ni daba principio a ninguna labor, que no lo ofreciera a gloria y a mayor gloria del Altísimo, continuando sin divagaciones ni vanas intermitencias en tan encendidos afectos. ¡Dichoso, feliz artesano, que tan bellamente sabía hermanar el trabajo con la oración, de suerte que ni el ansia de trabajar estorbaba su abrasada unión con Dios, ni su dulcísima unión con Dios le amenguaba un punto su ansia de trabajar!
Por lo cual el contento y la suavidad que percibía San José en medio de sus tareas, trabajando y conversando con su Aprendiz divino, eran para su alma tanto más dulces, cuanto más afectuosamente le amaba y más íntimamente le conocía. Y este amor tiernísimo y este claro conocimiento despertaban en su corazón nuevos incendios, que más y más se acrecentaban en viendo que le trataba con tanto cariño y le honraba con tanta sumisión y obediencia el mismo a quien sirven y veneran los coros angélicos y de quien tiemblan las potestades de los abismos. Porque, como Jesús se agrada tanto de corazones puros e inocentes y ama con centuplicado amor a quien de veras le ama, no cabe duda que, complacido en la inocencia y pureza de su Padre virginal, y penetrando tan al descubierto aquel su enamorado corazón, abrasado en vivas llamas de caridad, le pagaría con amor correspondiente y de hijo cariñoso y agradecido. ¡Este sí que era un taller convertido por la virtud de sus obreros en antesala del Paraíso!
Francisco Butiñá, s.j. «Glorias de San José», 1889