Sesión de apertura del proceso de canonización de Francisco Butinyà s.j.

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Precedieron largos días de preparación, y aún semanas. Casi diríamos meses, si nos remontamos a finales de noviembre, cuando nos enteramos de la llegada al obispado de Girona del nihil obstat de la Santa Sede para la introducción de la causa. Había que poner a punto el opúsculo biográfico “Profeta en tiempos difíciles” de Carmen Soto, ssj, y pedir la traducción al catalán a Fina Planadevall, tataranieta de Antonia Butinyà i Hospital, hermana de Francisco. Teníamos que mandar invitaciones a familiares, amigos y personas interesadas, confeccionando previamente una lista. Redactar breves artículos para las hojas parroquiales y notas de prensa. Contactar con medios de comunicación, tanto del obispado de Girona como de la oficina de prensa de la provincia catalana de la Compañía de Jesús. Buscar colaboradores que pudiesen escribir breves artículos para después de la apertura… Todo se iba haciendo con intensidad e ilusión.

Mientras, en el obispado de Girona se preparaban sobres para una carta que el obispo escribió a sus hermanos de la Conferencia Episcopal Española:

“Su polifacética actividad está puesta al servicio del Reino para ‘en todo amar y servir’, como buen jesuita (…).
Butinyà es, a la vez, teólogo y catequista, contemplativo y apóstol, enraizado en su tierra catalana y universal, sabio y santo. Quizá sea su capacidad integradora la que le lleva a expresar el núcleo de la espiritualidad que transmite a las Josefinas como ‘hermanar la oración con el trabajo’, es decir, unir la contemplación con el quehacer de la vida diaria”.

…Y Banyoles se vistió de fiesta la tarde del 12 de febrero de 2007. No era para menos. Un bañolí convocaba a sus familiares y vecinos a la preciosa iglesia gótica de Santa María dels Turers, como tantas veces desde que, ordenado sacerdote allá por 1866, visitaba la villa…

En esta ocasión era distinto. No era para dejar oír su voz bien templada de predicador cercano y popular, sino para decir una palabra sin voz. Una palabra en el silencio. La palabra más elocuente: la del testimonio de su vida santa.

¡Cuántas veces se oyó esa tarde el nombre de Francisco Butinyà en Santa María! Lo pronunció el obispo, D. Carles y el párroco, mosén Ramón Pijoan; Santiago Thiò, su amigo en el Señor; las superioras generales de las Josefinas, Mª Benita de la Cuerda, fsj, y Mª de los Ángeles González, ssj; la secretaria-cancillera del obispado, Mª Teresa Cebrià, la postuladora, Victoria López, ssj.

Lo pronunciaron también, al prestar juramento de trabajar responsablemente en su causa de canonización, los miembros del Tribunal, recién nombrado por el obispo: mosén Joan Solà, juez delegado; mosén Gabriel Roura, promotor de justicia; mosén Cosme Badía, notario actuario y mosén Jordi Pou, notario adjunto, a quienes precedió el obispo con su juramento y siguieron con los suyos la postuladora, la vicepostuladora, Mª Soledad Ezquerro, fsj y la cursora, Cristina Codina, fsj.

Antes de los juramentos, la secretaria-cancillera informó de los pasos que condujeron a la sesión de apertura que se estaba celebrando, el último de los cuales era el decreto del Sr. Obispo introduciendo la causa y nombrando el tribunal.

Se notaba como una porfía entre los que dirigían la palabra, tratando de desgranar los grandes valores evangélicos de Francisco Butinyà. 

Después del canto inicial, magníficamente cantado y dirigido por mosén Baburés, secretario del Sr. Obispo, lo hace, en primer lugar, mosén Ramón, al dar la bienvenida a la concurrencia como párroco:

“Francisco vivió el seguimiento de Jesús y practicó las virtudes evangélicas de manera extraordinaria. Su  opción radical por el evangelio es una llamada y un estímulo, sobre todo para nosotros, que tenemos con él  una relación especial. Porque Francisco, uno de nosotros, pisaba estas calles del barrio viejo, rezaba con sus compañeros, iba a la escuela, venía a esta iglesia, mientras su fe crecía y maduraba”.

Le sigue Santi Thiò en una intervención acompañada de presentación en la que procura: 

“dibujar a grandes rasgos la densidad espiritual de una persona exquisitamente buena y entregada al bien de los indigentes. No en vano el pueblo le llamaba ‘el padre de los pobres’. Seguramente como fruto de las meditaciones de Ejercicios de segunda semana y, quizás también por su experiencia doméstica, Butinyà vio en el taller de Nazaret el paradigma de la paz y de la felicidad humana. Las casas de las comunidades josefinas serán soñadas como talleres de Nazaret, refugio real de jóvenes y mujeres de inquietud espiritual y en dificultad económica (…).
Entran en litigio la obediencia y la prosecución de una idea genial. Butinyà expone su incomprensión ante la postura de sus superiores. Insiste en cartas al general, a los asistentes y al provincial en lo que siempre le ha movido a llevar adelante el Taller de las religiosas obreras: la vida de los pobres, la misericordia viva de Dios con ellos, especialmente con ellas, que son aun más pobres. 
Francisco Butinyà se anticipó cien años. En pleno siglo XX los sacerdotes de la Misión Obrera, la opción preferencial por los pobres, la doctrina social de la Iglesia, la promoción civil de la mujer y la petición de perdón de la Compañía en referencia al trato con la mujer, le dan la razón”.

Benita de la Cuerda y Mª de los Ángeles González dan testimonio, como superioras generales, de la presencia de Francisco Butinyà en las dos congregaciones:

Quiero recordar en este momento, Sr. Obispo, cómo en enero de 2004 las superioras generales de las congregaciones  fundadas por el P. Butinyà solicitábamos introducir su causa.  Lo hacíamos porque estábamos convencidas de su fama de santidad. Su obra más querida, llevada a cabo desde una profunda fe, como jesuita práctico y buen catalán, -también entre dificultades e incomprensiones-, es la congregación de ‘monjas fabricantas’, cuyas casas se llaman no  conventos, sino ‘talleres de las Siervas de San José’, y en las que jóvenes pobres que carecen de dote pueden vivir su vocación religiosa en el trabajo y por él,  hermanándolo con la oración.

En el transcurso del tiempo cada vez veíamos más clara la conveniencia de promover la causa juntamente con las Siervas de San José. Así se lo propusimos en 1983. (Mª Benita de la Cuerda, fsj)

Las Siervas de san José estamos viviendo con mucha alegría la causa de canonización de nuestro común fundador. Cuando las Hijas de San José nos lo propusieron, comprendimos que el proceso del P. Butinyà  debía llevarse a cabo entre las dos congregaciones. Una vez adoptada la decisión, la hemos facilitado con los medios a nuestro alcance.

Las Hijas de San José y las Siervas de san José hemos hecho un camino hacia los destinatarios de nuestra misión, el mundo trabajador pobre y tratamos de transmitir, sobre todo a la mujer pobre del mundo del trabajo, la fuerza salvadora que descubre Francisco Butinyà en la contemplación de Jesús, el obrero de Nazaret. (Mª de los Ángeles, González, ssj)

Victoria López, en un extracto de la carta de solicitud dirigida al Sr. Obispo de Girona, lee :

“Su solidaridad con los pobres y su obra pionera a favor de ellos: la fundación de las Josefinas, lo colocan entre las figuras de la Iglesia española del siglo XIX. Sus grandes valores de libertad, autenticidad, responsabilidad, amor a su familia y a su tierra, lo acercan a los hombres y mujeres de hoy. Sus extraordinarias virtudes cristianas y su creciente fama de santidad hablan de la actualidad de su figura: Francisco Butinyà es un hombre para nuestra época, es un hombre para todos los tiempos”.

Cierra la ronda el Sr. Obispo que, entre otras cosas, nos dice:

“Francisco Butinyà, vuestro vecino, vuestro pariente, vuestro hermano jesuita, vuestro fundador, el feligrés de esta  parroquia, gastó su vida como apóstol de Jesús en la evangelización, sobre todo, de los trabajadores pobres, ayudándolos a descubrir el valor santificador del trabajo. Verdaderamente fue un profeta adelantado a su tiempo, comprometiendo a las religiosas en el trabajo con las obreras. La mejor manera de manifestar nuestra admiración y devoción por Francisco Butinyà es dar gracias a Dios por el don a su Iglesia de este gran cristiano, ejemplar sacerdote jesuita y fundador de las Siervas y de las Hijas de San José, y hacer de él un referente para nuestras vidas, siguiendo a Jesús con su misma pasión».

El silencio era total en la iglesia de Santa María, llena a rebosar. No se oía el menor ruido. Creo que fue el respeto a este silencio el que no nos permitió acabar con un aplauso.

La hermana Agustina Arimany, fsj, que iba introduciendo los diferentes pasos del acto, nos invitó a saludarnos y a compartir un rato de amistad en los locales parroquiales y tomar un pequeño refrigerio.

Al final, mientras dejábamos la iglesia, se escuchaba:

Vuelve, profeta, vuelve,
vuelve al mundo obrero ven y dile
que quien libera es Cristo Redentor.

En las manos callosas del obrero
leías tú mensaje de un Dios vivo.
Supiste unir el trabajo duro
a la alabanza callada de los cielos.

En ambiente de fiesta después fuimos saludándonos unos a otros. Allí estaba el obispo, D. Carles Soler i Perdigó, su secretario, mosén Baburés y la secretaria cancillera, Mª Teresa Cebriá; los miembros del tribunal; Elías Royón, provincial de España de la Compañía de Jesús, Pere Borrás, jesuita, provincial de Cataluña; las superioras generales y consejos de las Josefinas, provinciales de las provincias de España de las dos congregaciones, jesuitas y hermanas de las casas de Cataluña y lugares cercanos. También estaba el alcalde de Banyoles. Y la familia, con D. Martiriá Butinyà a la cabeza, lleno de emoción “por haber visto el día” a sus 94 años, y los nietos pequeños de Mateo Butinyà, que fueron la admiración de todos por su buen comportamiento en la iglesia. Unos familiares viven en Banyoles, Girona o Barcelona. Otros vinieron desde Sevilla… Todos felices, recordando cómo hubiesen gozado sus padres de haber podido vivir este día.

Allí estaban periodistas amigos de Girona y Barcelona y el fotógrafo Francisco Butinyà, que había plasmado el acto en numerosas fotografías, tan buenas como él las sabe hacer. Muchos vecinos, amigos y religiosas de otras congregaciones quisieron alegrarse con nosotros y se unieron a la fiesta.

La alegría brillaba en los ojos de todos. ¿El motivo? Acababa de comenzar la causa de canonización de un hombre sencillo y cercano, muy humano y muy de Dios, dotado de un celo apostólico verdaderamente heroico, vecino de Banyoles, de nombre Francisco Butinyà i Hospital, jesuita y fundador.

Victoria López, ssj
Madrid, 14 de febrero de 2007