Una peregrinación de confianza

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«Confianza» es una palabra clave en Taizé. Los encuentros animados por la comunidad, en Europa y en los otros continentes, forman parte de una «peregrinación de confianza a través de la tierra». La palabra «confianza» es quizá una de las palabras más humildes, más cotidianas y más sencillas que existen, pero al mismo tiempo una de las más esenciales. En lugar de hablar de «amor», de «ágape», o incluso de «comunión», de «koinonía», que son palabras voluminosas, es mejor hablar de «confianza», pues en la confianza están presentes todas estas realidades. En la confianza está el misterio del amor, el misterio de la comunión y, finalmente, el misterio de Dios como Trinidad.
                      Olivier Clément, «Taizé: Un sentido de la vida».

Ciertamente, estos días, «confianza» ha sido una de las palabras más repetidas y, tal vez, más vividas en el corazón de Madrid. Del 28 de diciembre al 1 de enero, la ciudad dio acogida a más de 15.000 jóvenes de diversas nacionalidades que acudieron al Encuentro Europeo de Jóvenes de Taizé. Según las estadísticas, los grupos más numerosos fueron los de Polonia, Croacia, Francia y Alemania. Pero también hubo un buen número de jóvenes de Noruega, Suecia, Finlandia, Dinamarca, Portugal, Italia y Malta.

Las parroquias pidieron colaboración para el alojamiento y, realmente, ha sido una experiencia muy bonita compartir unos días con algunos de estos peregrinos. En la comunidad de Quintiliano se dio acogida a diez jóvenes de diversas nacionalidades, en la comunidad del Pozo a otros dos y en la Curia General a nueve croatas.

Desde la organización del encuentro, se invitaba tanto a los jóvenes como a las familias y comunidades a vivir el valor de la hospitalidad. Estos días, en una de sus intervenciones, el Hno. Alois decía: «La hospitalidad nos acerca más allá de las diferencias y divisiones que existen entre cristianos, entre religiones, entre creyentes y no creyentes, entre pueblos, entre opciones de vida u opiniones políticas. Ciertamente, la hospitalidad no hace desaparecer estas divisiones, pero nos las hace ver bajo otra luz: nos hace aptos para la escucha y el diálogo» (28 de diciembre). «¡No olvidemos la hospitalidad! Esta es la invitación en la que estamos profundizando estos días. Reflexionamos juntos, compartimos nuestras ideas, pero sobre todo vivimos la experiencia de la hospitalidad» (30 de diciembre)».

Para nosotras, fue sencillo ejercer en estos días un poco de esta hospitalidad. Lógicamente, las diferencias de idioma no nos han permitido largas conversaciones, pero creemos que sí que hemos conseguido expresar lo fundamental: respeto, valoración del otro y, sobre todo, y por ambas partes, agradecimiento. Para ellos, nuestra casa (el monasterio, como ellos decían) ha significado un lugar cálido y relativamente cómodo para dormir y desayunar; una familia a la que llegar cada noche y con la que compartir la comida fraterna del primer día del año. Para nosotras, salir un poco de nuestra rutina, «inventar» una manera de comunicarnos, pensar en lo que podía gustarles y en cómo podíamos acompañarles. El hecho de «tenerlos en casa» nos ha animado a participar en algunas actividades, en algunos momentos de oración, en la vigilia de la paz…

Todos conocemos el tipo de oración propio de la comunidad de Taizé. Se caracteriza por su sencillez. Lo más importante es el canto repetitivo que ayuda a serenarse, a situarse en la presencia de Dios, y la Palabra, proclamada en varios idiomas. Tiene su encanto escuchar cómo el Evangelio «suena» en otras lenguas. Es una pequeña expresión de la universalidad de la Iglesia y, sobre todo, de la inmensidad del Amor de Dios que ahí está, vivo y actuante en cada corazón humano. Así que, en medio de esa diversidad de rostros y lenguas, lo entiendas o no, la Palabra invita a la confianza.


En este encuentro, los hermanos de Taizé, por primera vez introducían un canto basado en un pensamiento de Miguel de Unamuno:
«Tu Palabra, Señor, no muere,
nunca muere, porque es la vida misma,
y la vida, Señor, no solo vive;
no solo vive, la vida vivifica» (*).

Que esta Palabra siga moviendo el corazón de los jóvenes que nos han visitado; que alcance a otros muchos jóvenes del mundo entero; que siga sosteniendo a la comunidad de Taizé para continuar promoviendo por toda la Tierra esta peregrinación de la confianza. El próximo encuentro será entre los jóvenes cristianos de Oriente Medio, en Beirut, en marzo; y en septiembre, en Sudáfrica. Oremos por ellos.

Comunidad de la Curia General