Yo soy una misión en esta tierra

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En post anteriores, la Comunidad de Itá nos compartía la experiencia de la Misión realizada en Fontana -CHACO-. Hoy queremos sumar nuestro granito de arena a esta experiencia que nos revolucionó el corazón y la vida.

Damos Gracias a Dios por esta posibilidad, por este tiempo, por el trabajo y todo el esfuerzo que durante el año hemos realizado por vivir nuestra misión de bautizados.

Es difícil expresar con palabras todo lo que representó para mí esta «Misión Fontana 2019», se puede decir que fue una sumatoria de sentimientos y de sensaciones que se unieron. La emoción de volver, la ansiedad de llegar, la alegría de reencontrarnos. El paso de risas a las lágrimas estuvo presente en todo momento.

Fontana es un lugar que marcó mi corazón con rostros de gente muy querida, con historias compartidas, con amistades a la distancia y con muchos recuerdos hermosos que volvieron a hacerse presentes.
Se sumaron las alegrías de antaño con las nuevas, conocer gente tan linda del país vecino y de la Fontana actual. Compartir con los jóvenes de las tres comunidades y sabernos familia. Descubrir que las distancias no se sienten cuando vivimos la fe como Familia de Nazaret.

Agradezco a Dios la oportunidad de haber podido conocer gente como Mirta, que ofrece a diario su tiempo para cuidar la capilla San Pablo y doña Silvina que nos abrió las puertas de su casa, invitándonos a compartir esa comida tan rica, típica de su Paraguay natal. Agradezco cada sonrisa y cada rostro de los que nos recibieron con alegría y nos permitieron compartir un ratito de su tiempo, para rezar o simplemente para charlar. Me llevo el rostro de la señora Mirta que compartió con nosotros la tristeza de haber perdido a su nieto y que a pesar de que no tuvimos demasiado para decir, pudimos escuchar y acompañar con la oración.

Tenemos tuercas que ajustar para la próxima, fortaleciendo el trabajo en equipo y coordinando entre las tres comunidades, ayudándonos y acompañándonos, sobre todo a la comunidad de Fontana quien será la más cercana a la gente para seguir con la labor durante el año.
Como ya lo dijimos varias veces, somos un todo entre jóvenes y adultos. A pesar de la diferencia generacional compartimos el ser Familia Josefina y a la hora de trabajar nos acompañamos y colaboramos. Se hizo difícil, por momentos, la convivencia, pero creo que eso es inevitable, todos somos distintos y estamos acostumbrados a diferentes modos. Pero esto no opacó lo importante, el «SER MISIÓN», eso estuvo siempre primero, y lo demás se fue acomodando y como en todo familia lo esencial sobresalió.

Agradezco infinitamente a Dios haber podido compartir esta Misión con mi familia, con mi marido y mis hijos, es el regalo más grande que Dios me dio. Pero como Jesús nos dice, quien deja todo y lo sigue tendrá más hermanos, más hijos, más familia, y así es, puedo decir que tengo una gran familia en Nazaret, de la cual me siente inmensamente feliz de pertenecer.

Andrea Di Bella, Talleres de Nazaret – BURZACO

Dios creó el mundo por amor, Jesús se hizo hombre por amor y también para no sentir- nos solos nos envió y dejó el Espíritu Santo por amor. Este Espíritu Santo hace un tiempito, allá por Cataluña, España, iluminó a un hombre llamado Francisco Butiñá que le dijo que sí a Dios y descubrió, contemplando en la Familia de Nazaret en Jesús, José, y la Virgen María, el sí que dieron ellos trabajando – rezando, sirviendo con amor. Francisco descubrió esa pequeña gran faceta en la Sagrada Familia y la tomó y la propuso como modelo para las Hijas de San José.

…El Espíritu Santo sopla y fuerte, y el sueño que tuvo Francisco Butiñá se hizo realidad y llegó hasta nuestros días, a través del tiempo, gracias al sí que dieron muchas hermanas. A lo largo de la historia, ellas y todos los que se fueron enamorando de este proyecto fueron compartiendo la alegría del Evangelio «…Vayan a las gentes de todas las naciones y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.»
Tuve la gracia de participar en enero del 2019 de la misión de Fontana, concretamente en el Barrio San Pablo compartiendo esta hermosa tarea con las comunidades de Itá, Fontana y Burzaco.

Agradezco a Dios haber participado y encontrado el espíritu de hermandad y alegría cristiana que descubrí en conjunto con estas tres comunidades josefinas. Destaco con mucho cariño el trabajo pastoral realizado, comenzando por las Hnas. que nos recibieron: Antonia, Josefa y Ma. Pabla, que nos cocinó riquísimo. De Itá, la Hna. Felipa y de Burzaco, la Hna. Mariana. Muchas gracias a todos…a toda la Familia Josefina por todo lo que me hicieron sentir y recordar lo que dijo Jesús: «… En verdad les digo que cualquiera que deje casa, o hermanos o hermanas, padre, madre, esposa, hijos, o tierra, por mi causa y por el Reino recibirá ahora en este mundo cien veces más; casas, hermanos, hermanas madres hijos y tierra». Qué lindo fue descubrir y sentir el amor de Dios Padre en los rostros, miradas, gestos, palabras de tantas personas que visitamos y por quienes también fuimos misionados.

Que nuestro Dios Padre – Madre, Familia, nos ilumine, acompañe y empuje para comprometidos con esta tarea y este llamado: ¡YO SOY UNA MISIÓN y para esto estoy en el mundo!

Jorge, Talleres de Nazaret – Burzaco

A lo que comentan Andrea y Jorge quisiera compartir que fue una experiencia de esfuerzo y compromiso compartido. Muchas de las actividades y momentos que habíamos planeado cambiaron de rumbo y tuvimos que pensar y rezar otros planes. La lluvia, que en esos días se fue incrementando hasta inundar muchos de los sectores que los primeros días pudimos visitar, golpeaba el corazón de los más pobres y necesitados de algunos sectores de Fontana, entre ellos… San Pablo. Es cierto que la lluvia no nos detuvo, pero tu- vimos que tomar precauciones y en ciertos momentos el diluvio fue tal que impidió la llegada de la gente que habíamos convocado para actividades de reflexión, juegos, oración.

Nuestro caminar, muchas veces pisando barro y mojándonos, nos hacía experimentar las necesidades, la situación concreta y los dolores de nuestros hermanos de estos barrios que viven en condiciones de extrema pobreza. A veces íbamos cantando mientras caminábamos… otras veces no sabíamos qué decir y la realidad tocaba el corazón y silenciosamente surgían oraciones de petición y también mucha tristeza. No puedo olvidar las caritas de alegría cuando veían, que aún bajo la lluvia nos dábamos una vuelta y los visitábamos. Por la tarde – noche cuando hacíamos la oración y la evaluación de cada día, llevábamos al altar de la comunidad, como una gran ofrenda, todo esto que había quedado prendido en nuestra retina y en nuestro corazón. Nuestro «estar ahí» era una pequeñísima semilla que queríamos seguir aportando. Comenzaron a surgir planes para nuestra próxima misión con gestos más sociales y de formación.

No puedo dejar de compartir, también, el reencuentro que tuvimos con quienes participaron alguna vez en los grupos Nazaret y en ellos quedó la llama que aun arde y contagia a otros, sobre todo a sus familias y su entorno. Lo lindo es que al contarles la experiencia de esos días se entusiasmaron para colaborar. La historia en Nazaret te marca a fuego y no dudo de que sigue creciendo dentro… sigue…

Gracias, de manera especial, a la Cdad de Fontana, a las Hnas. que con tanto cariño pre- pararon la casa y el corazón para vivir y compartir tan linda experiencia. A todos los chicos y grandes de los Grupos y Talleres que fueron armando cuidadosamente durante to- do el año la misión.

GRACIAS de todo corazón, nuestra tarea continúa. Somos misión y queremos seguir sembrando la alegría de ser discípulos y misioneros de Jesús de Nazaret.

Hna. Mariana fsj