Orar con San José

José “hizo lo que le había mandado el ángel del Señor”. Así de concreto, de sencillo y de fácil lo pone el evangelio, pero seguro que para José no fue tan fácil. El “ya había tomado una resolución” razonable para un hombre justo. Pero el ángel de Dios se presentó con un encargo, una misión sorprendente.

Es el Misterio de Dios, de un Dios que interviene con propuestas sorprendentes, más allá de lo razonable y de lo que a nosotros, en nuestros esquemas, nos parece bueno. Pero quizás es esa obediencia difícil la que resulta más fecunda, porque es la más vacía de nosotros mismos, de nuestras resoluciones, de nuestros proyectos.

Dado ese paso inicial de la obediencia, en pura y limpia fe, solo cabe confiar en Él. Ponernos en sus manos, estar a la escucha permanente de cómo ir haciendo lo que nunca pensamos que tendríamos que hacer y lo que no elegimos hacer. En ese confiar descubrimos que Dios siempre cumple sus promesas.

PALABRA DE DIOS: Mt 1, 16-24

UNA DEVOCIÓN QUE TIENE MUCHO QUE VER CON LA VIDA

Con frecuencia, el P. Butiñá escribe sobre San José y lo presenta como modelo y protector. La devoción a San José que nos propone no es algo abstracto o en el aire,  sino que tiene mucho que ver con la vida:

 

“Hermana mía amadísima: ¿quieres saber cómo harás la novena a S. José? Yo, en tu lugar, la empezaría el domingo próximo y dedicaría los siete días laborables que hay a los siete gozos y tristezas del Sto. Patriarca. En cuanto a los obsequios que le puedes ofrecer, procura que sean pocos y bien hechos. Yo te recomendaría dos solamente: primero, decir cada día siete padrenuestros y avemarías en memoria de dichos gozos, como lo encontrarás en el Áncora, y luego trabajar todos los días laborables una hora para los pobres, de manera que lo que ganes en esa hora se lo des a alguna persona que sepas que está necesitada. ¿Dirás que tú también eres pobre? No importa; sé muy generosa, a gloria de S. José, y verás que te lo pagará. Créeme, hazle este obsequio, y conságrale la hora en que te parezca que trabajarás más y da el producto a algún pobre” (Carta a Antonia, desde Laon, 1869). 

 

Y lo que aquí en este Taller modelo es más de admirar y digno de ser imitado por todos los que aspiran a santificarse en el trabajo, es que a pesar de tan santa y maravillosa contemplación, no suspendiera el santo ni un momento su labor, ni dejara sus artefactos imperfectos… ponía todos sus sentidos y potencias en que las piezas por él labradas saliesen bien acabadas y primorosas…”  (Glorias de San José)

 

 «Trabajando con solícito afán, no sólo atendía a las propias necesidades y a las de la familia, más también como éstas eran cortas, socorría igualmente con lo sobrante a los pobres del Señor» (Glorias de San José).

 

“¡Imagínate que nuevo esplendor recibirían todas estas perfecciones con el continuo trato de José con Jesús y María!  ¿No te parece que cuando abrazara a Jesús recién nacido, cuando lo llevara en brazos huyendo a Egipto, cuando le enseñara a serrar en el taller, sentiría su corazón encendido en amor de Dios?”  (Les Migdiades del mes de maig).