Orar en nombre de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo

Contempla esta imagen de la Trinidad. ¿Qué ves en el centro?

Podemos situarnos también nosotros en ese centro, para estar con Jesús, con el Padre y con el Espíritu Santo, a los pies de tantos hermanos nuestros, heridos por el dolor, el sufrimiento, la injusticia…

La próxima vez que te santigües (que digas sobre tu cuerpo que perteneces al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo) procura recordar esta solidaridad compasiva de la Trinidad hacia la humanidad.

Vivir y orar ante Dios Trinidad significa creer que:

“El Dios Inaccesible y Lejano puede hacerse silenciosamente presente al lado nuestro, como algo de nosotros, en una Expresión o Imagen comprensible para nosotros (el ser humano de Jesús, “Palabra” de Dios). Y además puede hacerse presente dentro de nosotros, en nuestro mismo espíritu, moviéndonos desde nosotros mismos, y no desde fuera como nos mueve el resto de los estímulos exteriores (ese es el Espíritu Santo de nuestro credo)”

José Ignacio González Faus s.j.

SUGERENCIAS PARA LA ORACIÓN

Por unos instantes, repite en tu corazón la expresión Dios-Padre. Hazlo con reverencia, en actitud de adoración, reconociendo la grandeza de Dios, el absoluto de Dios, el misterio de Dios, el AMOR de DIOS por encima de todas las cosas creadas; también por encima de ti y alrededor de ti, envolviéndolo todo.

En los instantes siguientes, repite en tu corazón la expresión Dios-Hijo. Imagina a Jesús de Nazaret, al lado tuyo. Disfruta de su conversación, de su cercanía, de su compañía. Reconoce en Él la presencia de Dios, el encanto de Dios, el rostro humano de Dios.

Por último, repite en tu corazón la expresión Dios-Espíritu Santo. Imagina tu interior como un espacio habitado. Imagina tu corazón como una estancia amplia, bien dispuesta para recibir a Alguien más. Imagina el Espíritu de Dios en ti, moviéndote desde dentro, inspirándote, despertando lo mejor de ti.

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PALABRA DE DIOS

“Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo  y del Espíritu Santo” (Mt 18, 16-20).

 

“A los primeros seguidores y seguidoras de Jesús, la palabra “Dios” a secas se les queda pequeña para expresar todo lo vivido con Jesús, por eso la comunidad que se reúne en su nombre empieza a rezar y a bautizar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. (…) Empiezan a percibir que ese Jesús que pasó haciendo el bien, tan pobre con los pobres, tan compasivo con los afligidos, tan desenmascarador de la dureza de corazón, pertenecía a las entrañas de un Dios cálido, comunidad de Amor. Ahora empiezan a entender que cuando Jesús decía que Dios es Amor, Él pertenecía a Dios, porque todo Él ha sido Amor”.

Toni Catalá s.j.