Salmo al paso de Jesús
Incontables las veces, Amigo y Señor, que te haces presencia entrañable,
Camino y Misterio, Maestro y Amor.
¡Te haces encuentro de tantas maneras! ¡Hablas en tantos silencios!
¡Confías en tantas palabras! ¡Esperas en tantos desvelos!
¡Te escondes en tantos pequeños!
Incontables las veces que mis ojos desesperanzados
no reconocen que pasas cercano,
rompiendo las ataduras, cambiando proyectos, aclarando afanes,
avivando la mirada entrañable
hacia los rostros de tantos hermanos, cercanos y lejanos,
que son transparencia de ese paso tuyo.
Señor de la historia, Señor de mis años,
tu presencia en el hoy de mi vida viste ropas de lo cotidiano.
Conoces mis sueños, mis sombras, mis luces,
mis penas, mis alas sin vuelo, mis pasos desasosegados.
Me conoces y sabes que me cuesta verte en el «paso a paso»,
en lo rutinario, en el «día a día», en lo no brillante, en lo limitado.
¡Límpiame los ojos, mi Dios hecho Hermano!
Me conoces y sabes que no me acostumbro a tu traje,
ropaje de pocos colores, concreto, común, desgastado.
¡He buscado tu rostro, Señor de mis años!
Mis ojos han visto en tu Paso, señal de Alianza, Amor extremado.
Con gran confianza se han vuelto buscando los tuyos,
pidiendo la gracia, la fuerza, el descanso.
Trabájame siempre, mi Dios Alfarero,
hazme a tu imagen, vasija sencilla,
amor solidario que despierte semillas de Reino en aquello que acompaño.
Señor de mi vida, Amigo y Hermano,
hazme a tu manera, gesto cotidiano de fe, de escucha, de encuentro,
de ofrenda, de abrazo.
¡Mi Dios entrañable, mi Dios compañero: gracias por tu paso!