Testimonio de Eulalia Ramírez ssj

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Con gran alegría y agradecimiento en este día tan significativo de la clausura del Proceso Diocesano del Siervo de Dios, Francisco Butiñá, nuestro fundador, quiero dar testimonio de lo que significan para mí su carisma, su vida evangélica y su mensaje.

Solamente se crece desde las raíces. Por eso estamos aquí en Bañolas y en esta Iglesia de Santa María, haciendo memoria agradecida a las raíces familiares, cristianas y de esta tierra de Bañolas donde nació Francisco Butiñá.

El próximo día 16 de abril hará 185 años que, en este templo de Santa María, se oyó por primera vez el nombre de Francisco Butiñá.
Se lee así en su partida de bautismo:

“El día dieciséis de abril de mil ochocientos treinta y cuatro en la Pila Bautismal de la Iglesia Parroquial de Sta. María de los Turers, de la Villa de Bañolas, Obispado de Gerona, yo, Francisco Claparols Domero bauticé a Francisco Salvador Juan nacido el mismo día, hijo legítimo y natural de Salvador Butinyà y Teresa Hospital consortes naturales de Bañolas”.

Francisco Butiñá, desde bien pequeño, aquí, en Bañolas, supo responder con fidelidad a las expectativas de sus padres. Muy responsable en su formación y en la ayuda que prestó en la industria familiar en donde supo forjar en su interior esa “industria cristiana”. Cautivó su corazón el trabajo manual, trabajo hermanado con la oración que desde muy joven iba calando en el corazón de Francisco. Años más tarde, nos lo comunica a las Siervas de San José como deseo, como realización y como aspecto fundamental de nuestro carisma.

Esta forma de concebir el trabajo me ayuda a descubrir en el trabajo manual un lugar de comunión y colaboración con Dios Creador, que nos hermana con tantos hombres y mujeres que luchan por hacer un mundo más humano; también a poder santificarme en “las más humildes ocupaciones” como Jesús en Nazaret; a encontrarme con Dios en lo cotidiano, a ser contemplativa en la vida, a hacer de mi trabajo oración. A querer expresar con mi vida que Dios es mi único bien. Me enseña a contemplar a la Familia de Nazaret en la sencillez de su vida cotidiana de trabajo y relación.

Cuando contemplo a Francisco en el Seminario de Gerona, asimilando con fidelidad y brillantez los conocimientos que se impartían, me interpela en mis trabajos su forma de conducirse y su responsabilidad.

Más tarde, fiel a la llamada del Señor, deja su condición de “hereu” y siguiendo las huellas de Jesús y el deseo de buscar la gloria de Dios, entra en la Compañía de Jesús, siendo un jesuita fiel a su vocación y a la espiritualidad de la Compañía, como buen hijo de San Ignacio de Loyola.
Su gran amor a Jesucristo lo expresa continuamente en sus escritos y en sus decisiones. Jesús era el centro de su vida y el impulso de su dinamismo apostólico. Han calado profundamente en mi memoria y en mi corazón las palabras que desde Poyanne dirige a las primeras Siervas de San José y, por tanto, también a cada una de nosotras-: “Amad mucho a Jesús, que el amor es buen maestro para todo lo bueno”.

Contemplo su gran entrega al Reino, motor de su vida. Servidor y apasionado en su tarea apostólica. Las Cartas Anuas de Castilla de 1874 relatan su entrega y lo expresan así:

“Entre los ministerios ejercitados por los nuestros se destaca el celo eximio (nobilissimus) del P. Butiñá”.

“El ardorosísimo P. Butiñá no tenía bastante con los sermones y las confesiones. El tiempo que le sobraba lo dedicaba a escribir”.

Para mí, el P. Butiñá es estímulo y llamada a trabajar sin descanso por el Reino.

En su abundante correspondencia, lo percibo muy humano, cercano a los suyos. En sus cartas derrama su alma y su quehacer: nos muestra cómo se inserta en las distintas realidades a las que es destinado. Y compruebo que los pobres, los más débiles socialmente y las mujeres desprotegidas se le van metiendo en el corazón y va soñando un mundo mejor para ellas. Y nos entrega el don de nuestro carisma, tesoro que dinamiza la Congregación. Le agradezco de corazón y canto de alegría por ser Sierva de San José y heredera de este precioso don.

El “Taller de Nazaret” que soñó Butiñá se hace una realidad a través de nuestras comunidades. Bonifacia, nuestra Fundadora, es la manifestación más clara de que la vivencia del carisma ha producido frutos de santidad.
Me apoyo en Francisco Butiñá, como fundador de nuestra Congregación, para ser fiel a mi vocación como Sierva de San José.

Me interpela y me admira su obediencia discernida, como buen jesuita, que le ayuda a conducir su vida y a actuar siendo fiel al proyecto emprendido. “Fue jesuita y fundador en una sola pieza”.

Acepta siempre la voluntad de Dios en todos los acontecimientos de su vida, también en los exilios que le llevaron a salir de España y en el retorno, volviendo a la tarea apostólica con tal entrega y fidelidad que contemplo un apóstol sin descanso hasta el final de sus días. “Operario infatigable de la viña del Señor”, como se expresa en la “Síntesis de su personalidad”, en el Archivo jesuítico.
Los últimos años de su vida son una escuela de paz y serenidad; su entrega a los ministerios de la Compañía nos muestra una obediencia y una fidelidad apostólica poco comunes. Vivió siempre queriendo ser fiel a la voluntad de Dios.

Me llena de paz y emoción contemplar su despedida de este mundo. Así nos lo transmitió: “Os envío mis últimos consejos: sed buenas, amaos las unas a las otras y que la soberbia no anide en vuestros corazones. He perdido el habla. Adiós”. Los suyos, sus hermanos jesuitas, le acompañaron en todo momento hasta que se durmió en los brazos del Padre. La estima y el cariño de los suyos nos dan a entender la gran aceptación por parte de la Compañía de su vida y de su obra.

En estos últimos años, me ha llevado un gran esfuerzo y trabajo repasar toda la documentación presentada por la Comisión Histórica y tengo que decir que he sentido como Padre al Siervo de Dios. Le he pedido ayuda, fortaleza para completar la tarea emprendida y su cercanía y consuelo han sido un gran estímulo para mí.

Doy gracias a Dios por Francisco Butiñá, por este gran profeta, por su santidad, por toda su vida.

Eulalia Ramírez, ssj
Bañolas, 19 de marzo de 2019


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