Testimonio desde la Compañía de Jesús

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Queridas amigas, amigos, estoy muy contento hoy de estar con vosotros, en esta jornada tan bonita y gozosa de celebración del proceso del P. Butinyà.

Y contento de hacerlo como miembro de la Compañía de Jesús, al ver como uno de los suyos ha ayudado al Señor a dar estos frutos, y esperanzado de que la Iglesia lo proclame como modelo de santidad para todos / as.

No me atreveré a hacer una glosa o biografía del P. Butinyà, porque vosotras, queridas hermanas, podéis decir mucho más que yo. Sería muy atrevido hacer esto!!

Lo que me surge hacer hoy es dos consideraciones:

– sobre la fecundidad espiritual de la santidad en la Iglesia
– sobre la santidad en general, sacando a colación algunas reflexiones inspiradas en el Papa Francisco.

1) Sobre la fecundidad espiritual de la santidad en la Iglesia

Como decía al principio, es bonito celebrar hoy una vida que creemos que la Iglesia nos podrá presentar como modelo de algunos aspectos de la vida cristiana.
A mí me gustaría subrayar el aspecto de la fecundidad espiritual que muestra el P. Butinyà. En efecto, en él vemos al principio a un científico de la época que enseñaba matemáticas, física, ciencias naturales, astronomía. Un poco en esto me siento reflejado, yo que vengo del mundo de la física… Pero la vida del P. Butinyà no se quedó restringida a esa transmisión del saber. Entró en el ámbito de la santidad que da fecundidad a la vida. Así lo dice el Papa Francisco en la Gaudete et Exsultate : “en la medida que se santifica, cada cristiano se vuelve más fecundo para el mundo”.

Y el P. Butinyà bien que lo ha sido. Poco a poco fue cambiando esa pasión por las ciencias, la teología, la investigación, por el deseo de atender el mundo obrero más precario y empobrecido. Interesante giro de su vida, que hará de él una persona inspiradora, capaz de generar una realidad apostólicamente preciosa con las primeras hermanas (Hna. Bonifacia Rodríguez Castro): una estructura de atención a las personas más desfavorecidas del mundo obrero, un mundo que en aquella época era terriblemente duro e injusto, y donde parecía imposible vivirlo con una dimensión espiritual y de dignidad. Y especialmente para las mujeres y las niñas…

Pero es interesante notar también cómo los vaivienes políticos y sociales de ese convulso siglo XIX llevaron al P. Butinyà a moverse, a salir de España, para volver a después a Girona… y a seguir sembrando ese fuego del carisma que se encarnaba de nuevo en Calella y en una nueva congregación que realizaba de nuevo ese deseo, esa utopía de la justicia fraterna, del valor del trabajo humano (“No es lo traball cap humiliació; es, al contrari,
l’honor dels homens de bé”), de las posibilidades de humanizar ese mundo duro y hostil del trabajo obrero, y de dar posibilidades impensadas a las personas de ese mundo del trabajo.

Nos encontramos así ante un miembro de la Compañía cuya vida fue moldeándose para pasar de un científico e investigador, que podía haber seguido esa carrera docente por ahí, a ser un creador de pequeños espacios de utopía, como el modo de vida de esas primeras hermanas, como el servicio a los más menesterosos de la sociedad de su momento. Sus frutos los tenemos aquí, con estas hermanas que viven ese carisma adaptado al día de hoy, con vitalidad, con entrega, con espíritu fraterno y de servicio. Es evidente que hemos de dar gracias a Dios por ello.

2) Y como segunda parte de las reflexiones que quiero compartir con ustedes, me gustaría ver algunos aspectos de la santidad que vemos en el P. Butinyà y que vienen a ejemplifcar lo que el Papa Francisco dice en la Gaudete et Exsultate.

En primer lugar, esa preciosa idea de que la santidad no es cosa de unos pocos elegidos. Es verdad que la Iglesia reconoce en algunas personas, como deseamos que haga con el P. Butinyà, un modelo de santidad y de vida que se muestra como ejemplo de las maravillas que Dios puede hacer con una persona.
Pero en realidad “tenemos una nube tan ingente de testigos que nos alientan a no detenernos en el camino, nos estimulan a seguir caminando hacia la meta”. Y entre ellos tenemos a muchas personas anónimas, pero hoy queremos agradecer al Señor y pedir que el P. Butiñà sea reconocido como miembro de esa ‘ingente nuble de santos y santas’.

Otra consideración a hacer es que los santos ‘no se hacen solos’. La santidad se realiza contando con “la compleja trama de relaciones interpersonales”, como dice la Gaudete et Exsultate. Es gracias a las personas, algunas importantes, muchas anónimas, que fueron impactando al P. Butinyà, que éste cambió su horizonte de vida hacia el del servicio de las y los trabajadores humildes. ¿Cuántos y cuántas santos anónimos habría conocido el P. Butinyà, que le irían creando en su interior ese deseo de servir a esas personas tan ignoradas, y soñar con ellas un mundo más justo, fraterno, casi utópico?

Y quisiera anadir una breve reflexión sobre la importancia de reconocer el camino personal de santidad que Dios sueña para cada uno de nosotros. A veces creemos que las cosas que ‘sabemos hacer bien’ ya son las que nos han de conducir a la santidad. Debía pasarle así al P. Butinyà al principio de su vida como jesuita: podía ser un buen estudioso, investigador y docente, pues eso le salía bien.

Sin embargo, había tal vez algo más profundo en su interior, algunas potencialidades que ni siquiera conocía él mismo. Debía encontrar su manera particular y única de encarnar el Evangelio en su tiempo. Como dice el Papa Francisco, “cada santo, cada santa, es una misión; es un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio”.

Y todavía añade el Papa: “Ojalá puedas reconocer cuál es esa palabra, ese mensaje de Jesús que Dios quiere decir al mundo con tu vida”.

En el caso del P. Butinyà, su mensaje tiene que ver con la dignidad de las personas que viven del trabajo, el cultivo de la espiritualidad que alimente esas vidas, y la creación, con las hermanas, de una pequeña utopía hecha realidad, y que se multiplicaría en los diversos continentes de nuestro mundo.

Demos gracias a Dios, pues, que este miembro de la Compañía, este Compañero de Jesús, nos haya mostrado de esta hermosa manera los caminos de la santidad. Y que él nos ayude a encontrar ese camino personal de nuestra propia santidad. Que así sea.

Llorens Puig s.j.


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